Bajo la luz de las hadas

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La primavera comenzaba a alejarse. Los días cada vez eran mas largos de forma que los dos jóvenes podían viajar durante mas tiempo. Su destino era el desierto Gerudo, en él se encontraba el oasis donde los comerciantes y los varones residían. No habían hablado de cómo llegar a la ciudad Gerudo, John confió en el príncipe. A él siempre se le ocurría algo ingenioso para afrontar aquel tipo de situaciones.

John estaba emocionado, nunca había viajado al desierto. No conocía a la tribu que habitaba en el lugar y nunca se había atrevido a deambular por las interminables dunas del lugar. Doyoung si que parecía haber estado en el lugar. No había dicho ni una sola palabra sobre su estancia y a John le daba miedo preguntar.

Decidieron tomar el camino mas largo, aunque era el único camino accesible si querían poder acceder a la entrada del desierto sin tener que tirarse por cañones a veinte metros del suelo o más. Se dirigieron al suroeste, si no se retrasaban llegarían en tres días.

Doyoung estaba muy feliz, se había reencontrado con su caballo. De alguna forma Epona habia sido listo y había vuelto al castillo sólo. El príncipe acariciaba a su corcel lleno de cariño. Dejar a Taeyong en la ciudadela le había sabido mal. Le habría gustado haberle llevado con ellos pero el desierto era un lugar inhóspito.

Cuando la luz del sol comenzó a ocultarse decidieron acampar. Estaban a unas horas de la entrada al cañón que llevaba al desierto. Aquel día tendrían que dormir en un campamento. Una vez montada la tienda fueron a investigar el lugar. La idea fue en gran parte de Doyoung, sentía que había algo que lo atraía. Incluso creyó ver una especie de luciérnagas blancas a lo lejos. Doyoung caminaba deprisa como si aquello lo atrajera como un imán.

-Arpas, eso que suena son arpas- John no entendía de qué hablaba el príncipe. Tan sólo escuchaba las pisadas de ambos por los matorrales. Doyoung parecía absorto en su búsqueda, incapaz de escuchar a John.

-No me gusta esto- Algo no cuadraba en la mente de John, no entendía lo que ocurría ni lo que parecía buscar el príncipe. Mantuvo su camino, no pensaba dejar solo a Doyoung.

El sonido de las arpas cada vez se hacía mas sonoro, estaba cerca muy cerca. Doyoung se sentía como en un sueño, como si estuviera llegando all paraíso. Una pared de helechos les separaba del lugar, el príncipe estaba casi seguro que lo que se encontraba al otro lado. Detuvo a John que casi no vio que Doyoung se había detenido y le silenció con su mano. Con señas le indicó que debía permanecer en silencio y tener los ojos muy abiertos.

Despacio apartó los helechos y John pudo ver lo que Doyoung había estado buscando. Se trataba de una fuente de hadas. Estas solían deambular por aquellos lugares sagrados y las aguas del lugar se conocían por ser sanadoras. Con cuidado los dos jóvenes se adentraron en el lugar y mostraron respecto a las hadas.

Las hadas se asimilaban a las luciérnaga, a diferencia de ellas su color era blanco y solían ser grandes consejeras pero solo las sacerdotisas podían interpretar las palabras de las hadas. Las hadas se contentaron por aquella visita, sobretodo de ver a John. Rodearon al alto y se posaron en él dándolo su bendición.

-¿Pueden picar?- Dijo en susurros el pelinegro. Doyoung negó y el mayor se relajó ante el dato. John nunca había sabido de las hadas, ni siquiera pensaba que pudieran existir.

Mientras John se dedicaba a observar con temor a las hadas, Doyoung aprovechó para desprenderse de la casaca y entrar dentro del lago que formaba la fuente de las hadas.John no se dio cuenta hasta que vio como el príncipe se había adentrado en el agua. Esta le llegaba por la cintura. Había soltado su cabello y le llegaba hasta las costillas como una cascada. Doyoung le habría intentado salpicar agua de no ser por las hadas. Se contuvo por respeto a ellas y le índico al pelinegro que se adentrase.

John tuvo un momento de pánico al analizar detenidamente la situación, se quedó congelado sin poder hacer nada hasta que pudo volver a pensar con un mínimo de normalidad. Con cuidado de no molestar a las hadas comenzó a quitarse la ropa y se adentró en el agua. Nada mas adentrar sus heridas en ella estas comenzaron a arder ligeramente, la molestia no tardó mucho porque segundos después ya se habían curado.

-Nunca imaginé que podrían existir sitios así- La luz de la luna se reflejaba en el agua. Las hadas iluminaban el lugar como pequeños fuegos flotantes. Doyoung le observaba con la mitad del rostro sumergido. Le recordaba a un cocodrilo acechando a su presa.- ¿Cómo has averiguado que se encontraba aquí?-

-Algo de mí ya lo sabía. Simplemente me dejé llevar porque sentía que una parte de mi se encontraba aquí.- Eso no hacia mas que confirmar que Doyoung era hijo de las diosas, esa conexión espiritual que había establecido con las hadas era lo que le había permitido encontrar el lugar. Lo había hecho inconscientemente y había funcionado.

-Cada día me sorprendes mas, mi príncipe.-

Las hadas felices comenzaron a posarse en el cabello de ambos jóvenes. John no entendía que querían decir hasta que se fijó en Doyoung. Juntas formaban una tiara, estaban coronando a los dos. Bendiciendo con sus plegarias a los dos jóvenes.

-John, quiero proponerte algo. Es todo decisión tuya, ni siquiera tienes que responderme- Doyoung tomó la mano del pelinegro y la acerco a si mismo. John asintió y el príncipe tomó aire.- Me gustaría saber si quieres que seamos algo más que compañeros.- El pulso de Doyoung estaba acelerado, le costaba hablar sin que le temblase la voz y sus ojos miraban temerosos al alto.

-¿Vas a subirme el sueldo por acompañarte a todos sitios?- Doyoung estaba demasiado nervioso, John decidió bromear con el príncipe pero a cambio recibió una mirada fulminante de él - Ahora en serio, ¿Acaso Doyoung, el mismísimo descendiente de las diosas, elegido para derrotar la calamidad, el hombre mas listo de todo Porthaven y el más bello me está pidiendo que sea su pareja?- El príncipe asintió tímidamente a la pregunta de John.

-Te han faltado los honorarios- Añadió el príncipe, John se negó a aquello. Nombrar todos los cargos de Doyoung le tomaría una eternidad.

-Desde que te conozco he deseado con toda mi alma ser tu pareja y aunque no pueda darte nada siempre tendrás mi alma a tu disposición- John acarició el rostro del príncipe. No sabía si seguía mojado o estaba llorando aunque John estaba al borde de las lágrimas. Todo este tiempo había estado reprimiendo lo que sentía por Doyoung y ya no podía seguir guardándoselo.

-John Seo juro amarte pase lo que pase. Incluso después de morir seguiré a tu lado, aunque el destino nos separe me mantendré contigo. Aunque pasen los años mis sentimientos no cambiarán-Una vez unidos las hadas se alejaron, su bendición protegía a la pareja que en esos momentos contemplaban el uno junto a el otro el vuelo de aquellos seres místicos.


El desierto les aguardaba, esperando con calma a que ellos dos llegaran. Sólo entre las arenas del lugar se ocultaban secretos que nunca habían sido revelados. Secretos en los que el príncipe estaba involucrado.

𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora