Creo que no soy capaz de no quererte
Lo único bueno de aquello era que Doyoung había podido acceder a la biblioteca. Habían de dejado de considerarle un extraño y pasaron a tratarle como uno más de la ciudad. Impa nada más saber que él era el hijo de las diosas le condujo a la biblioteca. Nada más entrar Doyoung se maravilló por lo enorme que era aquél lugar. Miles de libros se mezclaban con grandes pergaminos de increíble valor. Tras ver aquello Doyoung se preparó mentalmente para leer cada uno de todos esos libros. John rió al ver como el peliblanco respiraba con dificultad debido a la fascinación del lugar. El pelinegro no era tan fanático de los libros, él prefería escucharlos por parte de Doyoung. Dejó al príncipe en aquella biblioteca y comenzó a explorar el lugar.
Las palabras de Impa y la sacerdotisa no paraban de resonar en su mente. Nada de lo que habían dicho era posible, menos el cataclismo. Había indicios de ello: Las guerras, la aparición de muchos más monstruos, los dragones habían dejado de surcar los cielos y el silencio de las cuatro tribus ancestrales. Ese silencio se rompería pronto, Impa les había mandado acudir a las cuatro tribus para anunciar que el cataclismo se acercaba. Doyoung le prometió que él se encargaría de establecer las rutas e informarse de la situación. Cada día el pelinegro se sentía más inútil al lado del príncipe. Mientras Doyoung estudiaba sobre el viaje John se paraba a jugar con los niños de la aldea. Los pequeños se sorprendían por el oscuro cabello del caballero y con curiosidad acariciaban sus cabellos.
Kakariko no era un lugar muy distinto de Arkadia. Sí que era más grande y más avanzado tecnológicamente. No fuego para iluminar sino una luz azul que aparecía gracias a la energía solar. Las técnicas de agricultura y ganadería estaban mejor desarrolladas que las de Arkadia y les permitía grandes producciones sin crisis de subsistencia. Con curiosidad se adentró en una armería, un hombre un tanto mayor le recibió con mucho encanto.
—Ha pasado tiempo desde que alguien que no sea parte de la guardia, visitase mi tienda.— El hombre le enseñó diferentes armas fabricadas con tecnología ancestral, pese a ser magníficas armas ninguna llamó su atención. Fue cuando sacó las flechas que el pelinegro agradeció haber entrado allí. Habían flechas explosivas, de fuego, eléctricas, de hielo. Sin dudarlo compró todas las disponibilidades.
Pasó el día recorriendo el lugar no fue hasta el anochecer que regresó a la pequeña casa en la que ambos se habían alojado. Doyoung no había regresado por lo que preparó algo para comer y se encaminó hacia la biblioteca.
Cuando llegó encontró al peliblanco absorto en un pergamino con runas ancestrales. Le dolía la cabeza de solo pensar en intentar leer aquello, era evidente la inteligencia del príncipe. Doyoung estaba distinto, en aquel lugar rodeado con aquellos libros se veía como otra persona. Había soltado su cabello y su expresión estaba relajado, dando menos miedo de lo usual. Debía de soltar más su cabello, se veía mejor de esa forma. Era imposible de negar, Doyoung se veía espectacular. Cuando se acercó a la mesa el príncipe le miró con los ojos de un cachorro al ser castigado. Sabía que si permanecía más tiempo allí se tendría que enfrentar a la riña del pelinegro.
—La comida está lista, si tardamos se va a enfriar. No es sano que estés todo el día leyendo, debes descansar. En cinco días partimos y el viaje va a ser largo.— A regañadientes el príncipe se levantó de su asiento y marchó junto a John de regreso a casa.
El olor de la comida recién preparada le recordó lo mucho que había extrañado al caballero. Él era el mejor cocinero, incluso mejor que los cocineros del palacio. La comida de John era hogareña y le trasportaba al faro de Arkadia. A unos tiempos felices.
—Parece que vas a llorar, lo siento si está malo.— Dijo triste el pelinegro. Doyoung no se dió cuenta hasta entonces que sus ojos se habían cristalizado.
—No, simplemente me he acordado de cuando éramos críos en Arkadia. Me ha entrado nostalgia, extrañaba estar contigo— John sonrió y secó la lágrima del príncipe.
—Tenemos todo el tiempo del mundo a partir de ahora.—
El lobo blanco también tenía emociones. Solo necesitaba tiempo para volver a encontrar la paz en su interior.
El resto de la noche Doyoung le contó el plan. Primero viajarían hasta el pantano de Lanayru desde allí se dirigirán hasta el oeste donde se encontraba el puente de Inogo. La frontera de la tribu Zora. Según como fueran las cosas seguirían el viaje o no. En un principio era un camino largo, pero era él único que había. Los Zora era una tribu conocida por su enorme control del agua. Sus armaduras les permitían nadar por las agresivas corrientes del río Lanayru. Podían subir cascadas y moverse con la misma rapidez que un pez. La región Zora Era muy húmeda, las constantes lluvias y al estar rodeada de cascadas hacían que el lugar fuera muy inhóspito para los extranjeros. Un humano normal no podría aguantar más de una semana en aquel lugar sin enfermar. Textos antiguos decían que los Zora eran antiguas sirenas que dejaron el mar y se adentraron en la tierra, eso podría explicar cómo se habían fabricado las armaduras. Todavía tenía tiempo para investigar sobre la cultura de ellos y las tradiciones, solo esperaba que fueran bien recibidos.
—No pienses tanto— la habitación estaba llena de oscuridad. El príncipe y John dormían en camas distintas pero el pelinegro sabía lo mucho que Doyoung pensaba. Tanto que apenas descansaba.
—Nunca había sabido de los Zora, nunca en mi vida habría pensado en ir a aquél lugar. Todo este tiempo he vivido para la guerra y me he olvidado que existía zonas que vivían en paz.— Al pelinegro le habría gustado observar a Doyoung. Conocía partes de él pero también habían otras cosas que nunca sabría comprender, entre ellas todo lo que vivió en la guerra.
—Hay una zona costera, al este de Arkadia. Se llama Onaona, allí la gente vive sin preocupaciones. Pescan y tejen redes bajo los rayos del sol. Los niños corretean por la playa felices y las familias no conocen otra cosa que no sea la paz. Desde que fui solo he soñado con volver a allí. Cuando todo termine deberíamos ir juntos, necesitamos descansar.— Doyoung pensó en aquél lugar, juraría haber hablado de ese sitio a Taeyong. Playas con la dulce brisa marina. El sol brillante, la comida del lugar... Tenía razón, debían de ir a aquel lugar.
—Iremos. Espero que pronto.—
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𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨
FanfictionDoyoung es el heredero al trono, aún así vive en una aldea muy lejana al castillo. Solo cuando sea mayor de edad podrá volver a aquél gran palacio de colores blancos y dorados. John vive en una pequeña aldea. Todos los días son similares y eso es el...