Estaba vivo, de alguna forma estaba vivo. Estaba en una cama, muy cómoda tanto que parecía que estaba en el mismo cielo. No quería abrir los ojos, tenía miedo de averiguar lo que había ocurrido. Tenía miedo de que todo hubiera terminado.
Cuando abrió los ojos pudo ver el techo de madera que conocía a la perfección. No fue hasta ese entonces que pudo oler el horno.Pudo escuchar el tarareo de una mujer, era el tarareo de alguien que conocía muy bien. Tan solo no era capaz de identificar su voz en aquellos momentos.
Se levantó de la cama, sus piernas no le respondían de la misma forma que deberían. Su mente estaba muy nublado, no era capaz de recordar cómo había llegado. Su último recuerdo era una luz blanca.
–¡Doyoung!, estás despierto– Una mujer, sus cabellos eran castaños y sus ojos almendrados. El olor a manzanas recién asadas... Aquella mujer era la madre de John
Eleanord vivía en la ciudadela, muy cerca del castillo. Aunque el aire de donde se encontraba era demasiado puro, no había ruido y era mucho mas frío. No estaba en la ciudadela, era de lo único que estaba seguro.
La mujer le ayudó a sentarse en la mesa del comedor. En el centro había una tarta de manzana que la mujer debía de haber horneado recientemente. La mujer le puso una porción en el plato junto a un vaso con una infusión. John había heredado todos sus conocimientos sobre medicina de ella, Eleanord era la mejor curandera de Arkadia.
Antes de poder llegar a probar un bocado se giró lentamente. Si estaba en lo cierto, si sus deducciones eran correctas, debía de estar en Arkadia. Cuando su vista se dirigió a la ventana, cuando pudo ver el gran faro, fue en ese entonces que se sintió a punto de llorar. Estaba en casa, había vuelto a su hogar.
–¿Qué ha pasado? ¿Cómo he llegado hasta aquí?– La mujer no quiso responder ninguna de las preguntas del joven hasta que este se terminó la comida que ella le había servido. Era innegable que comer le hizo sentirse mucho mejor y le devolvió un poco de fuerza. Pero un nudo en su garganta permanecía atorado, como si algo malo hubiera ocurrido.
–Hace dos días una sacerdotisa te trajo a este lugar, estabas inconsciente por el esfuerzo. Según ella este era el único lugar en el que podrías descansa hasta recuperarte. Alteza, durante el tiempo que ha estado fuera, las cosas han cambiado.
La ciudadela fue desalojada por la guardia real. La mayoría de ciudadanos se encunetran en la fortaleza de Lomeli, mi marido y yo decidimos que era mejor volver a Arkadia. Este es un lugar seguro, alejado del resto del reino y es nuestro hogar.
Mi marido me explico que el palacio no era seguro. La reina ha entrado en una fase terminal, casi en coma. Es como si en cualquier momento fuera a despertar y con su vuelta fuese capaz de traer el cataclismo con ella. Recibieron tus cartas con tus estudios sobre el cataclismo y estabas en lo correcto. De tu aquel ser en el que se ha convertido tu madre depende el despertar de la maldad o no.– Doyoung deseaba preguntar mas pero era consciente de que la mujer no sabía tanto de la situación. Debería emprender camino en dirección al palacio cuanto antes posible.
–¿Han estimado un tiempo concreto de su despertar?–
–Probablemente dos semanas, si las profecías de las sacerdotisas son correctas–
Sacerdotisas... Esas mujeres eran tan necesarias pero a la vez tan impredecibles... Eran como su halcón, siempre estaban cuando las necesitabas pero nadie podía darlas ordenes.
La madre del caballero parecía preocupada por la situación, bastaba con ver la casa para saber que John no había regresado. Le explicó que la ultima vez que recibieron una carta suya fue cuando se encontraba en la Posta del Bosque. Habían pasado cuatro días, habían acordado reunirse en Arkadia y él aun no llegaba.
Doyoung tocó los cuernos que emergían de su cabello, aun le resultaba extraño aquello. No eran pesados, tan solo le parecían demasiado llamativos. Ya había tratado de usar su poder para descubrir cómo estaba el caballero pero era imposible saber de él. John se encontraba fuera del mundo terrenal, como si hubiera entrado en un puente entre la vida y la muerte.
Mientras se dedicaba a ayudar a Eleanord recogiendo hierbas medicinales, se dedicó a pensar sobre los manuscritos en los que se hablaba de la Espada Maestra. No había encontrado gran cosa, sólo una mención a ella. En uno de los textos de la antigua princesa de Hyrule, en el que hablaba de un caballero.
No explicó lo que se requería para poder ser digno de ella pero si se especificaba que ser su dueño significaba afrontar un gran sacrificio. Uno no podía empuñar aquella espada si no estaba dispuesto a arriesgar su vida por defender el bien. Esa era la mayor función de la Espada Maestra, destruir todo atisbo de mal.
Cuando la noche se adentró, salió en silencio de la casa para poder subir al faro. Había pasado demasiado tiempo, habían pasado demasiadas cosas. El camino había sido duro pero después de tanto tiempo había podido volver a casa.
Se arrodilló ante la tumba de Robert, lirios habían brotado entorno a esta. Como si quisieran honran al señor que cuidó de él como si fuera su propio hijo. La muerte de Robert había sido un golpe duro que no esperaba, nadie se lo esperaba.
Entrar en el faro fue como volver en el tiempo a cuando tenía diecisiete años. Todo seguía igual, incluso parecía que Robert seguía habitando aquel lugar. Todos los libros permanecían en su sitio y los textos del hombre seguían guardados en su escritorio, como si fuera a revivir para sentarse ahí y seguir escribiendo.
Doyoung dejó la estancia del hombre para estar en su habitación. Estaba todo igual salvo una cosa, había una carta en el escritorio. Una carta de John, escrita unas semanas mas tarde de que el príncipe marchase en dirección al palacio tras cumplir a mayoría de edad. Tomó la carta y la abrió con delicadeza, con miedo de que aquello fuera lo ultimo que pudiera leer del mayor.
John siempre había sido tan torpe con las palabras, le era tan difícil expresarse... Pero igualmente siempre se esforzaba, él había llegado tan lejos que su yo del pasado no podría creerlo.
Extrañaba a John, deseaba volver a verlo a cualquier coste. Leer aquella cata fue un infierno, cada palabra del mayor le hacía querer estar cerca de él. Las lágrimas empañaban su vista. El impacto de una flecha le asustó obligándole a ponerse en guardia.
La habían disparado desde fuera, con cuidado de que impactase en el techo y a través de la ventana que estaba medio abierta. Conocía esa forma de disparar, solo una persona podía disparar de esa forma. Bajó rápidamente las escaleras hasta llegar a la puerta del faro.
Estaba ahí, él era real.
–¿Me has extrañado?–
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𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨
FanfictionDoyoung es el heredero al trono, aún así vive en una aldea muy lejana al castillo. Solo cuando sea mayor de edad podrá volver a aquél gran palacio de colores blancos y dorados. John vive en una pequeña aldea. Todos los días son similares y eso es el...