El lobo blanco

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Me he convertido en un ser distinto a mí.
No quiero verte por miedo a lo que pienses.



John quiso enterrarse, exiliarse, enfrentarse contra cien centauros, cualquier cosa menos aquello. Había disparado una flecha al príncipe. Incluso le había apuntado con otra al corazón. Rápidamente subió a la primera planta, el joven aún seguía sorprendido y no se movía. John no paraba de susurrar reprimendas a si mismo por haber realizado aquella estupidez. Un vez que le quitó la flecha se arrodilló lleno de culpabilidad.

Perdoneme majestad, pensé que era un infiltrado. Hace unos días una compañera murió a manos de uno y...—

El joven tocó su hombro, era una señal para que se levantase. Él hablaba muy rápido pero el príncipe le había entendido.

¿Cuál es su nombre?— John sintió un escalofrío. No tenía permitido mirarle a los ojos por lo que no pudo ver su rostro. Aún así, su voz le resultaba muy familiar. Tanto que le dió miedo.

John, John Seo— Doyoung sintió como su corazón se paraba de inmediato. Aquél chico era el mismo que hacía muchos años preparaba tarta de manzana y ponía mucha miel al té porque “cuanto más dulce mejor” era el mismo que solía hablar con vergüenza. Volvió a mirar a John, había cambiado mucho. No sólo era más alto, el duro entrenamiento de la guardia real había dado resultados en su cuerpo. Además a él también le habían obligado a cambiar su cabello. Ya no era marrón y ondulado, en ese momento lo llevaba negro y peinado hacia un lateral. Quería volver a mirarle a los ojos y preguntarle tantas cosas pero él no parecía reconocerle.

No se preocupe, este será un secreto entre nosotros. Aunque me debe un favor, general Seo.— El pelinegro se tensó al escuchar aquello. El príncipe le daba mucho miedo.

¿Puedo hacer algo por usted?— En un principio el principio iba a dejar marchar al joven hasta que se le ocurrió una idea mejor.

Necesito que me acompañes, me ayudarás a librarme de la reina— En ese mismo momento John quiso ni haber intentado matarlo, ahora estaba en deuda con el príncipe y por ello tenía que hacer lo que él quisiera.

Acompañó al príncipe por las cocinas, en sus brazos había una bandeja con estofado para dos, John le llevaba otra bandeja con distintos dulces que el príncipe había guardado en una caja y no había podido mirar. Parecía un sirviente aunque no le importaba. John decidió saltarse las reglas. El príncipe le pidió ir por el pasaje secreto para ano cruzarse con la reina.

Aunque eso estaba en contra de las reglas Doyoung parecía no aceptar otra cosa que no fuera ir por aquél lugar. Sigilosamente se adentraron en uno de los pasajes y John le fue guiando. Igualmente Doyoung no podría entrar solo, bastaba con pasar un minuto allí para perderse si uno no se había estudiado los mapas. Mapas que solo tenía la reina.

Cuando llegó a la falsa pared de la habitación del príncipe usó el imán para poder entrar. Una vez dentro el peliblanco se sorprendió. Había descubierto que su habitación no era tan privada como pensaba.

Quédate quiero saber más de tí— Doyoung puso dos asientos cerca de la mesa para que ambos se pudieran sentar más cómodamente.

No quiero contradecirlo pero viene de un largo viaje, seguramente necesite descansar.— El príncipe ya estaba comiendo, John casi se puso a reír al verlo. Le recordaba a un amigo de su infancia. Él siempre parecía un ángel hasta que comía, cuando comía parecía un verdadero demonio de la gula.

Oh no, estar solo sería lo peor. He pasado muchos años rodeado de soldados sin alma. Temo que si me quedo solo me pase lo mismo. — John se quedó un poco desubicado. No esperaba esa respuesta.

Se sentó con él y se sirvió una porción en silencio. Aunque no pudo contener la risa, aquél chico comía con mucha ansiedad. El peliblanco le miró con sorpresa y sin que pudiera darse cuenta John había roto la etiqueta. Había mirado directamente a sus ojos.

Era muy extraño, los había visto antes pero no podía recordar con exactitud dónde y cuándo. Tuvo que apartar la mirada con rapidez.

No hagas eso— Doyoung no sonaba molesto sino avergonzado.

¿El qué?—  John no entendía qué quería decir. Se asustó por haber ofendido al príncipe. Doyoung señaló con el tenedor al pelinegro.

Rompe la etiqueta, mirame a los ojos. Sino harás que me sienta raro.— fue entonces cuando volvió a mirarle.— ¿Cómo es que llegaste a ser guardia real?— Doyoung fue directo al tema de conversación. No entendía cómo las cosas habían llegado a ese punto.

¿Qué hacía John allí? Todo en él era tan distinto que caso habría pensado que era otra persona. Incluso si le dijera que le habían lavado el cerebro lo habría entendido.

No puedo hablar de mi vida antes de formar parte de la guardia real. Es un juramento en el que nosotros prometemos que nuestra vida solo girará en torno a la familia real y así protegemos nuestro origen. Por lo demás llevo 7 años en esto. Ascendí directamente a general pero porque tuve que realizar unas duras pruebas en el bastión. No soy el más listo pero si el más diestro con el arco. En un principio no me quería unir pero cuando volví al lugar donde vivía no me quedaba nadie.— Doyoung siguió comiendo sin decir nada.

Te fuiste sin decir nada.— Al escuchar aquellas palabras del príncipe John se alejó de inmediato. Doyoung fue hacia la puerta y la bloqueó. Había estado 7 años llenos de rabia esperando aquél momento.

¿Qué estás diciendo?— John empezó a temer de verdad. No sabía a lo que se refería pero su voz era amenazadora. ¿Acaso era lo que veían los soldados antes de morir a sus manos?

Doyoung abrió un libro que estaba en la librería. Dentro había una carta que John recordaba vagamente. Era la misma que había escrito a su mejor amigo antes de marchar. El peliblanco la lanzó al pelinegro que la atrapó con sorpresa. Era su carta, el príncipe tenía la carta.

No entiendo, cuando volví Doyoung ya había marchado. ¿Acaso lo conoces?
Doyoung no sabía si reír o gritar de rabia. El pelinegro no solo lo había dejado solo sino que también no era capaz de reconocerlo.

Tu me dejaste solo, me prometiste en el faro que me acompañarías hasta el final y te fuiste sin siquiera avisarme. Habría bastado con decir que debías marchar pero desapareciste. Nunca más supe de tí. En Arkadia me dijeron que habías muerto. ¿Y ahora te presentas aquí y tienes la dignidad de decirme que no sabes quién soy?— John no era capaz de articular ni una sola palabra.

Pero tú eres el lobo blanco. No es posible que Doyoung sea el lobo blanco. Tu eres...— Aquello desató la rabia del peliblanco.

Un asesino

𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora