Duelo de destinos

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John estaba muy enfadado, tiraba de la camisa del pequeño. Otra vez el adolescente se había metido en problemas. Su comportamiento no era algo de lo que pudiera enorgullecerse, no si se peleaba con cualquiera que le dijese lo más mínimo. John de alguna forma se había convertido en el encargado de reñir al joven, solo le escuchaba a él. Robert estaba demasiado mayor como para lidiar con los impulsos agresivos del niño.

"Déjame John, ganaba yo" el pelinegro no paraba de tirar del mayor, intentando evitar que siguiera arrastrándole. "Has visto como huían, estaba ganand..."

"He visto como te deshonrabas" Aquellas palabras fueron mas duras que cualquiera de los golpes que había recibido. El alto le miraba con gran decepción.

"Tú no tienes nada que demostrar. " El alto se quedó de piedra al escuchar las palabras del joven. Ese chico le traía dolores de cabeza.


Aquello había sido un recuerdo, un recuerdo del pasado. ¿Que sentido tenía recordar aquello? ¿Por qué John? El filo de su hoja estaba. sumergido en las místicas aguas del río, la sacerdotisa le observaba desde lejos mientras resguardaba sus pertenencias que se encontraban en la orilla.

Poco a poco la luna comenzó a salir, una vez los rayos de esta reflejasen en el agua, su lucha comenzaría. Los pétalos de flor espiritual bañaban las azules aguas del río y con el primer rayo una luz blanca le cegó por completo.

Cuando pudo recuperar la vista el lugar era el mismo, seguía sumergido en las aguas del río pero en donde antes había una estatua de la gran diosa ahora había una mujer. Sus cabellos eran blancos y su piel dorada. Sus ojos plateados le miraban con tristeza y su mano se hallaba tendida, para que el príncipe la aceptase sin dudar.

Se acercó a ella y esta le acogió entre sus brazos, le vistió con una túnica blanco y paso su brazo por la marca maldita. Bastó con el contacto de las manos de la diosa para poder curar el dolor que le había estado invadiendo todo ese tiempo. Aunque su brazo no volvió a recuperar su forma natural. En vez de los colores rojos y morados que habían ocupado su brazo, ahora se habían convertido en tonos azules y con reflejos esmeraldas. Se sentía mas ligero que nunca y con un poder inmenso. Aquello era el poder de la diosa, el poder purificador que tanto tiempo había estado buscando.

–Doyoung, mi sangre corre por tus venas. Eres la luz que disipará las tinieblas que atormentan el reino. La maldición que antes te perseguía ahora ha desaparecido de tu cuerpo.– Pese a las consoladoras palabras de la diosa no todo parecía estar bien. Su mirada seguía siendo igual de triste.

¿Es él?– La mujer asintió y le entregó un colgante. La trifuerza, conocía aquel símbolo. Era parte de él, era parte de John, era parte de la Calamidad.

–No pierdas la esperanza–

El cuerpo de la diosa desapareció para volver a convertirse en piedra. Temía girarse, se sentía seguro en lo alto de aquel pedestal. Pero si no lo hacía, el lobo blanco terminaría con él.Cuando consiguió juntar la voluntad suficiente como para girarse se encontró algo muy distinto a lo había imaginado.

Era él, la diosa había separado su alma en dos. La pura y la corrupta, el cuerpo del lobo blanco representaba su parte mas animal y la parte que nunca podría adquirir el poder de las diosas sino el poder de la destrucción y la muerte. El poder de la calamidad.

El lobo blanco era igual que él pero su cabello era negro. Una máscara cubría parte de su rostro, una máscara roja parecida a las que se usaba para representar a los demonios. Blandía dos katanas una exactamente igual a la suya, otra envuelta en oscuridad.

Ha pasado demasiado tiempo, te has vuelto blando y débil.– Le estaba provocando, era consciente de ello. Aun así tenía razón, demasiada razón.

–Tú me convertiste en un asesino– El lobo reía ante las palabras de Doyoung.

–Somos la misma persona, tu y yo somos asesinos. No puedes escapar de la muerte que has causado. Acéptame y todo esto terminará.–

Si lo aceptaba todo terminaría, nada de enfrentamientos. Si lo aceptaba tenían a las bestias divinas, habia hecho prometer a John que le matase si el lobo blanco vencía.

–He luchado toda mi vida para evitarte, no pienso caer– Sus palabras estaban vacías, decía aquello como u simple discurso. No como algo que de verdad creía.

Has estado toda tu vida huyendo, tú no quieres salvar nada. Tan sólo deseas terminar todo esto, déjame apoderarme de ti y no tendrás que seguir luchando por algo que no deseas.– Al principio temió escuchar aquello, no podía creerlo. Después entendió que el lobo blanco era una parte de su alma, una parte oculta que nunca quería reconocer.

Si te dejo apoderarte de mi moriré. Usarás mi cuerpo para destruir aquello que me esforcé en proteger–

–Por lo que veo no me queda otra opción.– Sus ojos que antes eran negros pasaron a ser rojos como la sangre de sus víctimas. La katana ya estaba cargada, la oscuridad se acumulaba en torno a ella y la empuñó sin un atisbo de duda.

No pudo reaccionar a tiempo, fue muy rápido. Su katana pudo parar a tiempo el golpe del otro. Aunque él tenia mas fuerza, Doyoung se sentía mas débil poco a poco. ¿Como iba a poder redimirse después de todo lo que había hecho. No se merecía nada de lo que le quedaba. No se merecía ser príncipe, no se merecía a nadie del reino. Y mucho menos aún a John.

Su debilidad le daba poder al lobo blanco, fue golpeado hacia el suelo. Estaba siendo débil pero no era capaz de poder pensar de forma positiva. No podía ver la luz, estaba solo. Su madre le abandonó de pequeño y John le abandonó años mas tarde. Estaba solo, moriría solo.

"Siempre he estado aquí, cariño, no estás solo"

Esa voz, conocía esa voz. La trifuerza comenzó a brillar, cegando al lobo blanco. Aquella voz, no podía creer lo que estaba viendo.

𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora