La última brisa del desierto

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John miraba desde lejos la ciudad gerudo. La música de esta se escuchaba y las luces iluminaban bellamente el lugar.

Por muy lejos que estuviera podía ver a la bestia divina tumbada en lo alto de una de las montañas gerudo. Parecía una estatua en un pedestal. Yacía descansando, esperando a ser pilotada.

John volvió a entrar en su carpa. Ya había recogido todo y preparado el equipaje. Al día siguiente saldrían del desierto y se adentrarían en el cañón de Tanagar. John no quería ir, no quería estar cerca de aquél lugar. El desierto se había convertido en un lugar seguro y agradable. Lleno de gente simpática que cuidaba de él, un lugar muy cercano a un hogar.

No podía dormir, no estando Doyoung lejos de él. Cogió su arco y carcaj con algunas flechas. Vestido con una casaca se adentró en la fría noche del desierto. Las estrellas y la luna iluminaban si camino. ¿Vería el príncipe aquella vista maravillosa?

Partir era descorazonador, sobretodo si tenían que adentrarse en uno de los peores lugares del reino.

El silencio le permitía escuchar su respiración. Su flecha apuntaba a uno de los monstruos que se encontraba camuflado en las arenas del desierto.

John

Una voz sonó a sus espaldas. Parecía la voz de su padre. La arena del desierto se levantó creando un remolino entorno a él.

-¿Quién eres?-

La arena formó una figura era igual a él. Casi un espejo que imitaba sus movimientos.

Dentro del bosque tu maestro te aguarda
Deberás esperarle con paciencia
Puede que no te recuerde
Pero prometo que él volverá

Esta vez no era la voz de su padre, había cambiado a la voz de una mujer joven. Casi parecía que escuchaba la voz de una de las diosas.

Joven caballero,
Vuelve al bosque perdido

Al igual que hace quinientos años

John quiso preguntar a la mujer quien era, que pretendía al decirle aquello pero su voz desapareció al igual que la figura de arena.

Dentro de la ciudad gerudo Doyoung bebía junto a la matriarca. Aquello se había convertido en una tradición que compartían antes de que el príncipe se marchase del desierto.

La terraza de sus aposentos mostraban una espectacular vista del desierto. Al fondo se podía ver el esplendor del oasis y encima de ellos un reluciente cielo brillaba sólo para ellos.

Cuando se dió cuenta Riju estaba mirando la mano del príncipe. Parecía conocer aquella marca que recorría su muñeca. La sonrisa de la mujer desapareció y le miró más seriamente.

-Es el momento de que sepas sobre tu madre.- Un escalofrío recorrió el cuerpo de Doyoung. Era posible que Riju la conociera pero nunca se había atrevido a hablar sobre ella.

-¿La conoces?- La mujer negó ante la pregunta del príncipe. Bebió un sorbo del amargo té y se dispuso a explicar.

-La conocí antes de que se cambiase. Antes de que nacieras era una gran amiga mía. Ella era una mujer dispuesta a arriesgar cualquier cosa por tí, incluso su propia vida. Fue aquello lo que la convirtió en lo que es ahora.- La matriarca le tendió una especie de libro lleno de fotografías de ellas juntas. Cuando su madre era joven y aún no había conocido la guerra.- Nadie conoce bien la sangre real. Estáis relacionados con las diosas pero también con el cataclismo. Cuando naciste tu madre perdió la protección de las diosas para poder dártela a tí. Ahora se ha convertido en un ser que ni siquiera podría reconocer.- Ella sujetó la muñeca del príncipe y respiró con dificultad al ver la marca.

-La marca significa que he perdido la protección ¿No es así?- La mujer asintió ante la pregunta del príncipe.

-Doyoung, no temas. Pase lo que pase encontraremos la forma de solucionar todo. De momento centrarnos en controlar a la última bestia divina. Yo pilotaré a Naboris.-

El príncipe se despidió de la matriarca tras deambular unos últimos momentos por la ciudad gerudo. Dejó las luces y llamativa música para adentrarse en el frío desierto. Había dejado solo a John y aquello no le trasmitía mucha calma.

Cuando llegó a la carpa se encontró al pelinegro sentado en la cama. Sujetaba con fuerza su arco y tenía la mirada perdida, absorto en sus pensamientos.

El príncipe se acercó a John y se sentó a su lado. El mayor seguía fuera de sí por lo que acarició con delicadeza su rostro tratando de despertarle de sus pensamos.

John se dió cuenta y al ver al príncipe hizo una especie de mueca intentando sonreírle. Algo le había ocurrido mientras Doyoung había permanecido fuera.

John rodeó la cintura del príncipe mientras le abrazaba con fuerza. Doyoung siguió acariciando el cabello del mayor mientras esté trataba de calmarse.

-He tenido una especie de visión, una mujer me pedía que fuera al bosque perdido.-

Doyoung se separó para poder mirarle fijamente. Casi se había olvidado de que John estaba metido en todo aquello, él también era un punto crucial en el cataclismo.El pelinegro inhaló profundamente y juntó su frente con la del príncipe.

Si te ocurriera algo quemaría todo este mundo hasta que no quedase nada de él— John rió animado ante el dramatismo del menor.

Eres un dramático—

Inconscientemente perfiló con sus dedos los labios del príncipe. Doyoung cerraba los ojos mientras sentía el tacto del mayor, casi dejándose llevar. Lentamente fue descendiendo sus manos hasta la camisa del menor, quitó el primer botón que ocultaba sus clavículas y acercó sus labios a ellas. Doyoung agarró el cabello del mayor como si fuera un acto reflejo, intentando contenerse.

Sus ojos azules miraban fijamente al mayor que iba lentamente quitando cada botón de la camisa mientras seguía besándole. Su piel ardía en aquella fría noche del desierto y ninguno se decidía a detenerse.

𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora