Manzanas

461 48 4
                                    


Entre la luz del alba y las gotas del rocío las manzanas crecían para ser recolectadas por las manos del chico.





Habían pasado solo dos horas, los brazos le dolían de empuñar el mandoble. No se había recuperado aún de los golpes recibidos en uno de los entrenamientos y apenas dormía por culpa de su padrastro. Robert roncaba tan fuerte que se le podría escuchar en el palacio.

No es que no disfrutara entrenar para ser caballero, le encantaba pelear y salir siempre victorioso. Sin embargo era el único de allí que nunca había tenido otra opción. Kristal había entrado porque le encantaba el uniforme de la guardia real y deseaba vivir en el palacio. Miho simplemente quería una escusa para vengar a sus padres fallecidos en la guerra, Suho nació en una familia de caballeros y era una tradición servir a la familia real... Cuando Doyoung le preguntaba a Robert la razón, este siempre se escapaba de decirlo. Con el tiempo dejó de molestarse en preguntar y aceptó que su destino era luchar para salvar el reino.

Su salvación llegó cuando John apareció con un cesto. Doyoung supo de inmediato que el castaño había horneado pastel de manzana. Dejó a sus compañeros asaltar al castaño pero porque sabía que él tenía un trozo guardado, y le dolía demasiado el cuerpo como para correr a por un trozo.

-He traído las medicinas que me pediste. Ha sido peor tener que aguantar la charla de la curandera que recibir cien golpes tuyos. Un poco más y no me deja escapar.- Doyoung le agradeció al castaño haberse tomado las molestias de acudir a la curandera. Él apenas tenía tiempo, si no entrenaba tenía que estudiar.- Más tarde revisaré tus heridas, no me gustaría descubrir que no has seguido el tratamiento que te dicté.- Aquello asustó al pelinegro. Se había olvidado de cuidar la herida que tenía en la espalda. Recibió un tajo de la espada de Mark por no estar alerta. Quiso atacar antes de tiempo y terminó sufriendo el dolor que trasmitía aquél filo metálico.

-Te envidio- Anunció el menor sin ningún rodeo. John no pudo hacer otra cosa que reír, el pelinegro siempre le repetía aquello. John tenía 2 años más que él y siempre había podido viajar incluso sin cumplir los 18. Había visitado casi todas las regiones de Porthaven y siempre le traía algo al pelinegro como recuerdo. Las manzanas con las que había horneado aquél pastel eran de Tabanta. Una llanura que albergaba los mejores manzanos de todo el reino, bastaba con salir de Arkadia para encontrar esa llanura. Aunque eso implicaba salir de Arkadia, cosa que Doyoung no podía hacer. ¿Cómo iba a ser caballero si no conocía su reino? Sería el más inepto de todos.

Cada vez que venía un extranjero él lo asaltaba, le preguntaba sobre las tradiciones de su zona, la forma de vida, el clima, etc. Los mapas podían indicar los lugares pero nunca indicarían lo que las personas sentían al estar allí. En cuanto pudiera salir visitaría Ikigai. Era un pequeño pueblo en la costa que se dedicaba a pescar cangrejos. La vida allí eran unas constantes vacaciones y el sol teñía la piel de tonos dorados. La gente se volvía más bella al estar allí. Doyoung necesitaba quedarse en aquel lugar eternamente, con suerte conseguiría que la gente no huyera de él.

-Falta un mes, no deberías ansiar crecer tan rápido- Doyoung soltó aire ruidosamente. Su cumpleaños sería en un mes pero por desgracia, su examen de caballero sería un día antes. John le acababa de recordar lo mucho que debía de estudiar y el poco tiempo que le quedaba.

-No me recuerdes el percal al que voy a enfrentarme. Estoy cansado de tanto protocolo e historia del reino. Los demás no tienen que estudiar tanto, es injusto.- John se encogió de hombros. No sabía que responderle, él tampoco entendía cómo un joven de su edad debía estudiar como si fuera a optar a un puesto de alto cargo militar.

-Los sabios habrán decidido que ya era hora de tener un general de Arkadia. Hace siglos que eso no ocurre.- De solo pensarlo al pelinegro ya le costaba respirar.

-¿Nos vemos esta noche en el faro?- El castaño asintió ante aquella tonta pregunta. Incluso sin que se lo preguntase pensaría ir a visitarle. Si no fuera por él, Doyoung permanecería estudiando hasta la mañana en vez de descansar.

Cuando la luna comenzó a brillar John comenzó a lanzar pequeñas piedras a la ventana del pelinegro. No podía arriesgarse a entrar por la puerta, eso suponía que Robert se despertaría y él no permitía que nadie entrase en el faro.
El pelinegro ni se asomó a ver a su mejor amigo. Simplemente abrió la ventana y John se dedicó a escalar. Cuando estuvo apunto de adentrarse Doyoung le indicó que se detuviera, estaba leyendo muy detenidamente unos textos ancestrales que trataba de traducir. A John le comenzaban a doler las manos de sujetarse en aquella pared inestable y a susurros le suplicó para que le dejase entrar. Como si una bombilla hubiera aparecido en su cabeza, sus ojos se iluminaron. Segundos después apartó con rapidez los escritos de su escritorio y dejó entrar al castaño.

-No vuelvas a hacer eso porfavor- Dijo el castaño angustiado. Doyoung rodó los ojos por el dramatismo del mayor, sabía que él se había enfrentado a situaciones mucho peores que estar encaramado a una pared esperando a poder entrar.

-¿Quieres mirar las heridas ahora o después? Más que nada porque la bolsa que llevas parece pesada- John quiso reír ante aquello. Claro que era pesada, si Doyoung no fuera tan temerario aquello pesaría menos.

-Ahora, luego te quedarás dormido y no podré curartelas. Además de que es todo tu culpa por no querer tener más cuidado.- Doyoung bufó.

-En una guerra ningún soldado de los dos bandos tiene cuidado al clavar las espadas en sus enemigos. No es tiempo de pensar sino de actuar. No permitiré que ningún civil más muera.- Su tono era serio y seguro. Doyoung era muy seguro respecto a sus aptitudes pero algo tenía claro, no iba a permitir ni una muerte más que no fuera la de aquél traidor de Tabanta.

-Deja las políticas y quítate esa camisa. Si descubro que no curas las heridas no vas a llegar vivo a general.- En ese instante el pelinegro sintió absoluto terror.

𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora