Me habría gustado poder decir todo lo que sentía. Me habría gustado poder haber hablado cuando tenía aliento.
John no pensaba en nada. Simplemente disfrutaba de poder llevar el uniforme de la guardia, sus colores azules y rojos le trasmitían paz. John no estaba pensando en cosas importantes, si lo hacía sentiría que se rompería su alma.
Había dos guardias más con él. Solo conocía a Shasha. Ella fue una de sus instructoras y era quien se encargaba de las rondas nocturnas. Pocas veces la había visto sin la armadura y esa era una de ellas. Parecía muy distinta.
Doyoung llevaba el traje real que apenas se veía por la gran capa dorada sobre sus hombros. Era la primera vez que lo veía lucir aquella corona. Laureles dorados se cernían en su cabello, los cabellos blancos habían sido recogidos en una trenza y le daban un toque de elegancia digno de las diosas.
John temía mirarle a los ojos, temía que le hablase. No estaba preparado para afrontar quién era y en quién se había convertido su mejor amigo.
Cuando llegó su turno recitó su juramento de caballero. Palabras unidas a otras palabras que nunca terminaban de adquirir un significado para él. Juramentos que nada más jurarlos ya los había roto. No se merecía ser un caballero, menos aún si aquél a quién tenía que proteger era Doyoung.
¿Cómo había cambiado tanto? La última vez que vio a Doyoung apenas era un joven entusiasta. Un joven que buscaba estudiar para llegar a ser caballero. Era innegable que el menor era un buen guerrero, bastaba con ver sus entrenamientos. Aunque nunca habría esperado que el mismo chico que temía sacrificar una gallina fuera aquél conocido por las numerosas masacres que había producido contra el bando enemigo.
Había pasado mucho tiempo fuera, demasiado. John ya no sabía que sentir, su mente trataba de encontrar el recuerdo de su mejor amigo en aquel príncipe. Aunque las cosas hubieran cambiado, aunque Doyoung no fuese el mismo, John quería seguir siendo su amigo. Tanto que ansiaba el más mínimo contacto con el peliblanco.
Cuando terminó el acto el pelinegro John pudo respirar con tranquilidad. Bajó hasta la plaza del castillo y buscó a un general. No fue difícil encontrarlo, sacó una de las tartaletas que Taeyong había preparado y de golpe apareció. Jaehyun era el mayor fan de aquél panadero.
—¿Ya ha terminado la ceremonia?— John le miró casi a punto de reírse. Jaehyun no podía ni mirarle a los ojos, su vista estaba completamente dirigida al pastel. Finalmente se lo dió, Jaehyun era un niño pequeño en cuanto a los dulces.
—Si, voy a estar mucho tiempo aquí si él no desea salir— Había pasado bastante tiempo desde que lo conoció.
Fue en una de sus primeras visitas al castillo. La guarida real solía entrenar en el bastión y no acudían al castillo hasta el último año de entrenamiento. El entrenamiento en el bastión era el más duro de todos. Una vez completada su formación en el bastión llegó al castillo y conoció a un cadete que se dedicaba a robar dulces de las cocinas al mismo tiempo que él. Al comienzo John quiso reñirlo pero el cadete se dió cuenta de que el pelinegro iba en busca de lo mismo que él. Fue así como terminaron haciéndose amigos y de esa forma conocieron a Taeyong. Taeyong solía trabajar en las cocinas pero con el tiempo quiso abrir su propia panadería u alejarse de la frenética vida del palacio.
Jaehyun le ayudó a orientarse más rápidamente en el castillo y le hablaba de las personas. Gracias a él supo como ganarse la confianza de gran parte del personal y de esa forma tener algún que otro beneficio. Jaehyun al contrario de él, podía salir a la ciudadela en sus días libres. Una mañana llegó con una bolsa entera llena de dulces, habían abierto una panadería nueva y Jaehyun había encontrado al mejor panadero.
De esa forma conocieron a Taeyong, él siempre recibía con cariño a ambos y les guardaba sus mejores dulces. El corazón de Taeyong estaba lleno de bondad y verlo siempre les devolvía la esperanza.
—Hoy parecía otro.— Comentó Jaehyun. John no entendía de quién hablaba. Hasta que en ese instante el príncipe apareció por uno de los laterales de la plaza.
—Es el mismo, pero en un acontecimiento real.—
Jaehyun tenía razón, él se veía muy distinto. Podría ser por las estrictas reglas del protocolo o por llevar su cabello recogido. Aún así era innegable que el príncipe tenía una belleza muy distinta a las de otras personas. Necesitaba arreglar las cosas.
Cuando Doyoung vio a Jaehyun sonrió como si hubiera encontrado un tesoro en mitad de los mares. Aunque luego se percató y se paró en seco, dejando de avanzar en dirección a ambos jóvenes. Fue por ello que se despidió de Jaehyun y se marchó del lugar.
Una vez en habitación se sentó y abrió uno de sus cuadernos. Nunca fue un gran fanático de la escritura pero desde que comenzó a tener pesadillas era algo que necesitaba. Las pesadillas le mostraban escenarios, lugares que no conocía. Le mostraba la destrucción y una fuerza casi inhumana con el poder de destruir todo lo que conocía. Pero también le mostraba las soluciones, unas máquinas ancestrales con el poder para acabar con esa fuerza, una espada oculta y al príncipe.
Doyoung agradecía que el pelinegro se hubiera marchado. Hacía tiempo que quería saber de Jaehyun y ese era el momento perfecto. El castaño se arrodilló nada más verlo y el príncipe le dio permiso para levantarse.
—Han llegado a mis oídos que has ascendido mientras yo estaba fuera. Felicidades, mereces el puesto— Jaehyun no tenía permitido mostrar emociones al frente del príncipe pero en aquél momento no fue capaz de verlo como el heredero del trono sino como su amigo.
—Me encargaré del desarrollo naval. Espero que podamos vernos más frecuentemente.— El príncipe aprovechando aquello le tendió un pergamino.
—Deseo que podamos trabajar juntos. Si aceptas mi oferta ven a verme cuando despunte el alba—
Doyoung no se iba a quedar en el castillo ni un solo día más. Incluso si aquello suponía tener que marchar con John.
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𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨
FanfictionDoyoung es el heredero al trono, aún así vive en una aldea muy lejana al castillo. Solo cuando sea mayor de edad podrá volver a aquél gran palacio de colores blancos y dorados. John vive en una pequeña aldea. Todos los días son similares y eso es el...