Cuando Doyoung consiguió descansar unos minutos llegó Donghyuck para despertarles. De alguna forma había deducido que los dos estarían durmiendo en el mismo sitio de forma que no se molestó en entrar en la carpa de John.
Con él trajo una bolsa. Nada más mirarla Doyoung quiso enterrarse en la arena y no volver a salir. No iba a permitir que John le viera de esa forma. El descarado de Donghyuck se había atrevido a traer todo aquello sin tener en cuenta la privacidad del príncipe.
—Tengo unos trajes nuevos para tí pero para tu amigo no creo que pueda traerle nada. Es como ponerle un vestido a un rinoceronte— John estaba medio dormido y era incapaz de comprender lo que Donghyuck estaba diciendo. Ni siquiera entendía lo que llevaba el moreno.
Donghyuck llevaba un traje dorado que era muy similar al que llevaban las mujeres gerudo en la ciudad. Le había traído una parecido a Doyoung pero de color azul a juego con sus ojos.
—Es que John no va a entrar en la ciudad. Vamos solo tú y yo— Donghyuck asintió y abrió su bolsa de dónde saco unos botes con polvos de colores.
Doyoung ya sabía lo que venía así que se sentó en el escritorio para que Donghyuck empezase a trabajar. John seguía sin enterarse de nada, había tapado su cabeza entre todas las almohadas para seguir durmiendo.
Doyoung agradecía aquello.Con unos pinceles empezó a maquillar los ojos del príncipe, Doyoung iba a parecer una alegoría al color azul pero iba a ser la más bella alegoría que pudiera existir. Una vez que terminó el maquillaje le colocó una peluca, el pelo blanco destacaba demasiado.
Cuando John se dignó a levantarse se encontró que Doyoung no era el mismo que conocía. El maquillaje resaltaba sus ojos azules que parecían dos zafiros. El traje que llevaba resaltaba las curvas que John había admirado en el lago y las acentuaba. El pelo era negro como la obsidiana y era similar a como lo llevaba cuando era joven. Estaba increíble, tanto que pensó que era un sueño.
Donghyuck por otra parte también se había maquillado, él llevaba un velo para más discreción y el traje dorado le quedaba como un guante. Pese a que el moreno se viera increíble John no podía quitar los ojos de Doyoung.
El príncipe cuando se dió cuenta de que John estaba despierto se acercó a él y le dió un trozo de sandía que Donghyuck había traído. Seguramente John estaba confundido.
—Asi que así entraste a la ciudad las otras veces, estás increíble— Doyoung estaba rojo como un tómate y también aliviado por la forma en la que había reaccionado John.
—Me habría gustado traerte grandullón pero llamas mucho la atención. La próxima vez me prepararé mejor para que estés igual de guapo que el príncipe— Eso significaba que John tenía el día libre para dormir y comer pero debía de dejar a Doyoung sólo y eso no le gustaba.
La ciudad era segura pero nunca sabía que esperar. Temía que le pasase algo al peliblanco, tenía un deber y perderlo era demasiado doloroso para él. Trató de disimular la preocupación, Doyoung parecía emocionado por entrar a la ciudad. Por ello no quiso destrozar la ilusión del peliblanco y lo dejó marchar.
—Cuída a mí príncipe— Le ordenó a Donghyuck. El gerudo se quitó uno de sus brazaletes y se lo dió a John.
—Este es uno de mis mayores bienes, prometo que cuidaré de Doyoung. A cambio cuida mi brazalete— Doyoung miró con sorpresa al castaño. Conocía el valor de esa joya. Había recibido aquél brazalete cuando su madre le nombró jefe de mando del Oasis. Era un brazalete que le recordaba lo mucho que había trabajado para llegar hasta ese puesto.
Recordaba que cuando lucharon juntos en la entrada del desierto, el brazalete del castaño se transformó en un látigo de oro que él podía manipular. Aquello no era simple joyería eran armas gerudo.
Se despidieron de John y poco tiempo después se encaminaron a la ciudad. No tardaron mucho tiempo y las guardias de la entrada no sospecharon. Entraron sin ningún problema.
Aquella ciudad era lo más hermoso de todo Porthaven. Bazares rodeaban la entrada con distintos productos, carnes, frutas, verduras, armas, joyas. Los bares estaban llenos a todas horas con mujeres de todo el reino que conversaban animadamente. Niñas correteaban por el lugar y a lo lejos unas gran escaleras llevaban hasta la sala del trono donde la líder escuchaba a todas las habitantes.
Riju era una mujer muy parecida a la madres e Doyoung. Su presencia era la misma, las dos eran mujeres elegantes pero que eran capaz de ser las mejores guerreras del lugar. Físicamente Riju era más distinta, no era tan alta como su hijo pero sus ojos almendrados eran iguales. Ella llevaba el cabello rojo recogido bajo la corona gerudo. A su lado no estaba el casco del trueno. Algo había pasado.
Nada más subir Adine estaba haciendo guardia junto a la madre de Donghyuck. Riju al ver a su hijo se ausentó y se fue con los dos jóvenes a sus aposentos para hablar en privando con ellos.
Una vez que nadie les pudo ver Riju se abalanzó a Doyoung, ella quería al pelinegro como si fuera su propio hijo. La líder comenzó a regañar al príncipe por haber pasado tanto tiempo fuera sun visitarla y más tarde felicitó a su hijo por el excelente trabajo que había hecho con Doyoung.
—Riju, he venido en busca de Naboris, la bestia divina— La líder asintió, conocía a Naboris desde que era pequeña pero Doyoung había llegado en el peor momento — Como dije en mi carta, el cataclismo se acerca. Es posible que el reino entero sea aniquilado y la bestia divina es esencial para parar el cataclismo.— La mujer aceptó las palabras con rapidez. Creía a Doyoung, sabía que él cataclismo era una realidad. Estaba escrito en los templos gerudo.
—Naboris siempre ha estado activa caminado por el desierto pero hace unos meses comenzó a volverse agresiva. Ataca a cualquiera que se acerque a ella con poderosos rayos. Es imposible llegar a ella sin el casco del trueno— Donghyuck soltó un suspiro como si hubiera perdido la esperanza. Doyoung no comprendía nada.
—Pero el clan Yiga nos robó el casco del trueno.—
ESTÁS LEYENDO
𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨
FanfictionDoyoung es el heredero al trono, aún así vive en una aldea muy lejana al castillo. Solo cuando sea mayor de edad podrá volver a aquél gran palacio de colores blancos y dorados. John vive en una pequeña aldea. Todos los días son similares y eso es el...