John estaba sintiendo como todo llegaba a su fin. Era una sensación extraña, como los segundos antes de que la flecha impactase en su pecho. Eran momentos de espera, en los que no podía hacer otra cosa que no fuera esperar.Permanecía quieto, con el príncipe entre sus brazos. Escuchaba el corazón de Doyoung que latía con la misma calma que la de un recién nacido. Estos días se había demostrado que el peliblanco se convertiría en uno de los mejores reyes que pudiera existir. Había logrado devolver la calma a Arkadia y los ciudadanos que antes temían por lo que podía ocurrir en el reino, ahora se sentían seguros sabiendo que el príncipe se encargaría de velar por ellos.
Arkadia era un lugar tan maravilloso... De verdad que amaba pasear por las calles de la aldea junto a Doyoung, le encantaba ver a rostros conocidos que les hablaban como si los años que habían pasado fuera nunca hubieran pasado. Algún día volvería, volvería para quedarse.
Aunque ahora su lado estaba junto al príncipe. Debía de servirle y acompañarle en todo momento, era su deber, era su voluntad.
Doyoung había recuperado fuerzas. Ya no se veía tan pálido como estaba cuando John llegó a Arkadia. Su cuerpo había aceptado su poder y estaba listo para partir. Habían pasado cuatro días desde la partida de los pilotos. Cada uno se reuniría con su bestia divina y se posicionaría apuntando a la ciudadela.
Doyoung permaneció todo el día en silencio. No hablaba mas que monosílabos, estaba concentrado y John intuía que su mente permanecía pensando sobre su madre. El pelinegro simplemente decidió no interferir. El príncipe también necesitaba sus momentos a solas, sobretodo después de todo lo que se les vendría encima.
Mark apareció unas horas antes de la comida. Vino a despedirse de Doyoung rompiendo un poco e protocolo de caballero. Tardó menos de tres minutos en ponerse a llorar, el príncipe le había ayudado a convertirse en la persona que era. Estaba muy orgulloso de su príncipe.
John estaba feliz de ver como había cambiado, ahora el caballero no vivía movido por la rabia. Habia aprendido a perdonar y tratar de encontrar su camino. Mark estaba muy distinto, se había convertido en un gran caballero. El castaño le pidió mil veces que volvieran ambos lo antes posible, no iba permitir que siete años pasasen sin que volviesen a verse.
Con el mismo silencio que un mudo, comenzaron a preparar a los caballos. Estos parecían animados de poder salir después de haber permanecido dos semanas en los establos.
La madre de John no había abierto la boca ni un solo segundo. Había contribuido al silencio que aquel día inundaba la casa. Era en esos momentos cuando Doyoung extrañaba la llamativa personalidad de la mujer, su voz cantarina y su sonrisa que era igual a la de su hijo.
En esos momentos se necesitaba la alegría que la solía envolver. Aunque eran conscientes de que nadie podría ser alegre en una situación así. No si tu hijo se marchaba directo a enfrentarse con un mal que era capaz de aniquilar todo el reino.
El príncipe lo comprendía, incluso noches antes había llegado a discutir con John. El príncipe le había rogado que se quedase en Arkadia, sacar a la Espada Maestra había sido un gran riesgo. No quería que John le acompañase a enfrentar a su madre, no podría perdonarse que le ocurriese algo.
El pelinegro se había negado mil veces a los ruegos del príncipe. Alegaba que tras ese largo viaje que habían recorrido juntos había demostrado que acompañar al príncipe era su deber. John le habia jurado no dejarle solo y pensaba cumplir su promesa aunque Doyoung le pidiese que la rompiese.
Después de poder encontrar a las bestias divinas, después haber pasado los últimos meses recorriendo lugares que no creía que podían existir, conociendo gente de diversas culturas que lo habían acogido como un hijo, después de acudir al Gran Arbol Deku... John no pensaba abandonar. Su destino era acompañar a su amado, incluso a las puertas de la muerte si era necesario.
Doyoung seguía sintiendo remordimientos de tener que alejar a John de su madre. Tenía remordimientos por todo lo que había hecho sufrir al caballero. Aunque por mucho que se lo pidiese, el pelinegro seguiría sin escucharle.
Con la llegada del atardecer sacaron a los caballos, estaban listos para partir. La madre de John se despidió de ambos jóvenes deseándoles el mayor de los éxitos. El pueblo de Arkadia se asomó a las calles y les dieron palabras de ánimo. Aquello produjo un nudo en la garganta del príncipe. Nunca se había sentido tan querido por tanta gente.
El camino fue mucho mas rápido de lo esperado. No había apenas circulación por los caminos, y estos permanecían en muy buenas condiciones. De eso ya se habían encargado el reino al construir las calzadas. Adentrada la noche llegaron a las murallas de la ciudadela. Antes de la amenaza las puertas de las murallas solían estar abiertas. Ahora los guardias reales se encargaban de que estas permaneciesen cerradas.
Doyoung no necesitó alzar la voz, los caballeros reconocieron desde lejos su armadura y su caballo. Las pesadas puertas se abrieron lentamente dejando que ambos pudieran adentrarse en la ciudadela.
La niebla les cegaba, era imposible ver a donde iban. Doyoung se bajó del caballo y nada más tocar el suelo sintió un latido. Pensó que era una imaginación suya pero el latido volvió a repetirse. Le produjo escalofríos, latía al mismo tiempo que su corazón. Era el latido que le trasmitía malas energías, como si fuera del cataclismo. Como si fuera un ser que había comenzado a habitar la ciudadela.
John se acercó y le tomó de la mano.
–¿Tú también puedes escucharlo?– Preguntó el pelinegro refiriéndose a los latidos que sonaban. Los guardias reales parecían no ser capaces de escucharlo.
–Está a punto de despertar– Cada vez se reducía el intervalo de tiempo entre los latidos.
–No sé lo que podrá ocurrir, tan sólo se que me quedaré a tu lado– Doyoung sonrió al caballero y tras dejar a los cabellos se adentraron en dirección al castillo.
ESTÁS LEYENDO
𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨
FanfictionDoyoung es el heredero al trono, aún así vive en una aldea muy lejana al castillo. Solo cuando sea mayor de edad podrá volver a aquél gran palacio de colores blancos y dorados. John vive en una pequeña aldea. Todos los días son similares y eso es el...