El nido del águila

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La gente del poblado se sorprendió de ver a Jeno en el poblado Orni. La gente le saludaba animadamente, le querían como si fuera su propio hijo. Pese a dar la primera impresión de ser una persona un tanto difícil la gente el poblado le aceptaba de esa forma. 

El imbécil de Teba pensaba que cualquiera podía manipular a Medoh. Aunque no quiso arriesgarse a ser él quien lo probase. Me pidió ser el primero en intentar pilotar a Medoh pero me negué.– 

Jeno no quería admitirlo pero aquella bestia de metal le aterrorizaba. Él sólo se sentía seguro volando al aire libre. Estar encerrado en aquella máquina era una pesadilla para él. Era vergonzoso, ser el mejor guerrero de la tribu y tener que negarse a algo tan importante por el temor que le causaba. 

Teba no le presionó, aunque su mirada demostró la decepción que le trasmitía las acciones del menor. Cada día su rencor hacia el líder aumentaba como una bola de nieve cayendo por una ladera nevada. Él supo jugar sus cartas, Jeno no. 

Fue entonces cuando acudió a Jaemin. Ese joven ni siquiera poseía la sangre del líder, eso hacia que él no tuviera alas. Era inútil acudir a aquel chico que apenas sabía empuñar un arco. Teba simplemente lo escogió porque aquello suponía arriesgar la vida del castaño. 

Jaemin era un iluso, era tan bueno que era imposible que se negase a hacer algo que le pidieran. En cuanto el líder le pidió pilotar Medoh, el castaño aceptó sin dudar. Cuando Jeno le preguntaba la razón, el chico siempre le decía que era su deber. Proteger a los Orni era su único objetivo en la vida. 

Jeno nunca lo comprendió. El castaño no era un guerrero, era un maestro. Se dedicaba a la educación de los niños y a cuidar de ellos. Su salud que siempre había sido igual de frágil que un cristal, se veía afectada frecuente. El frio de Hebra no era bueno para él, cada resfriado que pasaba iba a peor. Jaemin era demasiado frágil, no comprendía cómo pudo hacer aquello.

Intentó detenerlo, intentó evitar que el castaño se adentrase en la bestia divina. Le suplicó que no escuchase las palabras del líder, ni siquiera ls palabras del príncipe.  Solo quería que le escuchase a él. Aquello le daba un mal presentimiento, Jaemin era demasiado bueno para una bestia destructora. 

El castaño en ningún momento cambió de parecer. Lo único que lograron las palabras de Jeno fue detenerle por unos segundos. Segundos que se tomó para decirle "No lo hago por ellos, lo hago por ti. No pienso dejar que te enfrentes a tus mayores miedos"

Por desgracia no supo hasta un tiempo más tarde que estaba equivocado. Su mayor miedo siempre haba sido perder a Jaemin, miedo que se convirtió en realidad. 

El castaño accedió sin problemas a Medoh, incluso todo parecía ir correctamente. El gran pájaro de metal logró elevarse por los cielos mientras era pilotado por Jaemin. Jeno no quiso confiarse, algo no le trasmitía seguridad. La bestia comenzó a realizar movimientos extraños y trató de aterrizar forzadamente en las montañas de Hebra. El mayor fue volando con gran velocidad hacia donde este se encontraba. Necesitaba averiguar qué había ocurrido.

Al llegar Medoh desprendía humo y sus luces estaban apagadas, como si se hubiera dormido. Al igual que se encontraba antes de ser pilotado. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, advirtiéndole de que lo que encontraría no iba a ser agradable. 

Y no lo fue, al entar a la sala de mando se encontró el cuerpo de Jaemin rodeado de malicia. Una sustancia capaz de pudrir las almas y corromperlas. Jaemin no había logrado ser lo suficientemente fuerte como para resistirla. El castaño no respondía, su corazón seguía latiendo con mucha debilidad. Estaba vivo, el muy estúpido seguía vivo. 

El castaño descansaba en el Nido del Águila, la pequeña casa de curanderos. Estos se encargaban del bienestar del castaño, esperando a que despertase de su letargo. Aunque eran conscientes de que no podría despertar nunca, no mientras la corrupción siguiera en su cuerpo. 

Ver el cuerpo del chico fue descorazonador para los tres. Cualquiera hubiera pensado que dormía pero Doyoung era capaz de percibir la corrupción que cubría su alma, era similar a la que acechaba su brazo. 

Sabiendo que no serviría de nada, tocó el rostro del chico que dormía. Deseando que sus plegarias se cumplieran por una vez y le pudieran despertar. El príncipe se sentía culpable, si no hubiera hablado de las bestias divinas aquel joven seguiría vivo. Si fuese lo suficientemente fuerte no necesitaría de aquellas bestias de metal. Doyoung era débil y su debilidad perjudicaba a aquellos que le rodeaban. 

No sirvió de nada, tan solo causó mas dolor. La esperanza de conseguir despertar al chico habia desaparecido. Era inútil intentarlo, Doyoung era una carga. 

No pienso abandonarle, lo devolveré a la vida. Cueste lo que cueste– John que observaba desde la distancia se sintió un tanto extrañado. No comprendía la repentina actitud del príncipe y cómo se había volcado emocionalmente con él. Lo que no sabía el mayor es que vio en el chico de cabellos castaños a John. Vio con temor lo que le podría ocurrir si este se mantenía a su lado. 

John no se quiso quedar de lado, realizó un rápido chequeo del joven buscando que no supiera de ningún otro problema. El ver al chico dormido le recordó algo que casi había olvidado: El Santuario de la Vida. 

Aquel lugar existía, capaz de curar cualquier tipo de mal pero ante un coste muy elevado: Los recuerdos de tu vida. Una vez que se separaron del Orni, John decidió hablar con el príncipe sobre aquello. El peliblanco le escuchaba atentamente, el también había estudiado sobre ese santuario e incluso soñaba constantemente con él. Como si fuera a ser un aspecto clave en su futuro. 

–John, te ruego que me escuches. En caso de que falle, te tendrás que enfrentarte contra mí. Es lo más probable. Puede que el cataclismo tome mi cuerpo, con su poder podría ser capaz de destruir todo este reino.– El mayor no quería mirarle, no quería escuchar nada sobre el tema. No quería ni imaginar lo que podría ocurrir. Doyoung le tomó del mentón, asegurándose de que le miraba. 

–Si fallo, es preciso que termines conmigo. Usad a las bestias divinas y en caso de emergencia, usad el Santuario de la Vida.– John intentaba apartar su vista, negándose a aceptar lo que el príncipe decía.  No iba a morir, era imposible que aquello ocurriese. 

–No, te lo ruego. No me pidas eso–

𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora