El elefante de la salvación

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¿Hasta cuando vamos a huir?

Doyoung no era conocido por sus buenos despertares. Desde el sillón observó como su cabello blanco se alborotaba y tapaba parte de su rostro enfurruñado. Parecía que el príncipe se iba a pelear con el sol por el mero hecho de salir. 

John a diferencia del príncipe estaba acostumbrado a dormir poco y despertarse mucho antes que Doyoung. No es que no le gustase dormir, todo lo contrario, tan solo que el habito quedó mellado en su conciencia. Rara vez despertaría después que el príncipe. 

Mientras Doyoung seguia adormilado se dedico a pensar los cabellos del príncipe. En esos momentos era cuando Doyoung bajaba sus barreras y se permitía que John le cuidara. El pelinegro no pudo evitar mirar angustiado todas las heridas que el príncipe tenía. Ser un buen luchador le había costado demasiado a su cuerpo. Poco a poco Doyoung comenzó a despertarse, palpó la trenza que el mayor le había hecho. Le gustaba su pelo largo y más aún si John se ofrecía a peinarlo. 

Gracias– 

Cuando los dos salieron de la cámara real pudieron percibir los mucho que había cambiado el lugar tras liberar a Elden. El sol iluminaba los bellos edificios del reino, los niños correteaban por el centro y los habitantes del lugar habían vuelto a salir. Por donde pasaban la gente les entregaba ofrendas agradecidos por haber devuelto La Paz al reino. Yuta les esperaba en la sala del trono junto a su padre. 

El rey Sidon se levantó de inmediato nada mas ver a los dos jóvenes entrar al lugar. Se arrodilló ante ellos y les agradeció lleno de alivio la gran labor que habían realizado por el reino Zora. 

De no ser por su hijo no podríamos haber logrado nada. Es un digno heredero, astuto, valiente y leal a vuestro reino– Yuta se sorprendió de los halagos que había recibido por parte del príncipe. No se esperaba recibir un mínimo de simpatía por parte de Doyoung. Se sorprendió tanto que su rostro se volvió del mismo color que su cabello. 

Estoy muy orgulloso de Yuta, cada día me alegra más que sea mi hijo. Decidme pues, ¿que puedo hacer por vosotros?–

Doyoung estuvo hablando varias horas sobre el gran elefante mecánico. Doyoung lo conocía a la perfección, Ruta se trataba de una creación Sheikah para acabar con el cataclismo. Era una de las cuatro bestias divinas. Sólo necesitaba averiguar cómo sacar a la bestia de aquella cueva y ponerla en funcionamiento. Ese proceso podría tomarle meses y no creía disponer de tanto tiempo. 

Asumo el puesto, yo me encargaré de hacer funcionar a esa máquina. Si el cataclismo es cierto será nuestra mejor arma para defender todo el reino. Me gustaría acompañaros en vuestro viaje pero mi destino es proteger el reino Zora y esta es mi única manera de ayudaros– Yuta dijo aquello con una sensación agridulce. Le habría gustado salir del reino y conocer el mundo. Sobretodo porque aquellos dos le habían devuelto la esperanza. Esperanza que había perdido tras la muerte de su amada. 

Doyoung pasó la tarde con el príncipe Zora, le estuvo hablando sobre los planos y su teoría de cómo hacer funcionar a aquella máquina. Yuta intentó memorizar todo lo que el príncipe le decía pero sentía que toda esa información le sobrepasaba. Doyoung era demasiado inteligente, era el chico mas inteligente que había conocido. 

El peliblanco una vez asegurado de que el pelirrojo había entendido todo lo que le había dicho procedió a pedir disculpas por poner en las manos de Yuta algo tan importante.

Mi príncipe, aceptaría cualquier cosa que me propusiera con tal de verle feliz– Dijo el pelirrojo sin pensarlo mucho. Acto seguido se arrepintió de haber dicho esas palabras, no eran propias de sí mismo.

Si no es mucho pedir, me gustaría poder subir una de las cascadas del reino. Puede que te parezca extraño pero antes de reunirme con tu padre vi a unos niños haciéndolo y me dio curiosidad.– Yuta sonrió. Era verdad que el príncipe había sido un sanguinaria durante las guerras, sus manos estaban manchadas de sangre pero pese a todo ello, su corazón se mantenía como el de un niño pequeño. Lleno de curiosidad, deseoso de vivir miles de experiencias, deseoso de ver todos los paisajes, probar todos los manjares... Doyoung seguía siendo un niño pequeño. 

El atardecer comenzó a colorear el lugar de bellos tonos rojos y naranjas. El agua no estaba tan fría gracias a que había recibido los rayos del sol durante todo el día. Doyoung se sentía extraño. No entendía como aquella armadura Zora le quedaba perfecta, Yuta no se lo había querido explicar. Nada mas pedir subir la cascada Yuta fue rápidamente a sus aposentos y le entregó aquella armadura. Era distinta a la que solían llevar los Zora. 

Claramente porque Doyoung no era un Zora. A diferencia de ellos no tenia membranas en las manos y adquiría aletas al nadar en el agua. Sin embargo aquel traje ya venia con ello, nada mas comenzar a nadar estas se sintieron como si pertenecieran a su cuerpo. 

Las escamas con las que está fabricada tu armadura son las escapas de la primera sirena. Eso explica los tonos plateados. Esa armadura se creó para el elegido, el único capaz de salvarnos.–Aquello no animó mucho a Doyoung, tan solo sirvió para producirle un nudo en la garganta por la angustia. 

Si no hubiera llevado la armadura la corriente le habría llevado a lo largo del lugar. Con cuidado se detuvo mientras Yuta le sujetaba. En aquel momento pudo ver la parte Zora del pelirrojo. Los colmillos eran mas grandes y se asomaban entre sus labios. Sus piernas se habían trasformado en aletas y sus manos estaban cubiertas por una membrana. 

Oye siendo mitad sirena no estás nada mal– Yuta río ante el comentario del pelirrojo y se acercó le sujetó de la cintura para poder hacer mas fácil la subida por la cascada. 

Si sigues así te soltaré en mitad de la subida por la cascada– Doyoung con miedo se agarró con mas fuerza al pelirrojo. Era consciente de que con el traje que llevaba podría subir solo la cascada pero Yuta no se fiaba del príncipe. 

Nadó rápidamente y se impulsó. Doyoung sintió como si hubiera perdido la respiración. Subían a lo largo de la cascada y cada vez la altura le daba más impresión. Si Yuta le soltaba podría quedar inconsciente. No quedaba mucho para terminar de subir la cascada, el miedo desapareció. Desapareció nada más ver aquella preciosa vista. Desde lo alto. se podía ver le reino Zora en mitad del atardecer, era una visión digna del paraíso. 

𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora