Cambiapieles

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De alguna forma, todo comenzaba a ser muy extraño. Los tres se encaminaban en dirección al cañón gerudo. El único acceso por tierra que les permitía llegar al desierto gerudo. Podría haber sido un viaje cualquiera pero no, aquél no era el caso. No había ni una sola persona en el único camino, únicamente estaban los guardias que protegían la entrada del desierto como Doyoung había ordenado tras la reciente masacre ocurrida. 

Estaba anocheciendo, habían decidido partir nada mas amanecer. La niña estaba aguantando el duro trayecto a caballo, incluso pese haber ido a grandes velocidades antes de llegar al cañón. Riu era diferente, no podía predecir lo que ocurría en la mente de la niña. Ni siquiera era consciente de las capacidades que ella tenía, solo sabía que no estaba a salvo si permanecía sola. Un ser con tal don podría sufrir el mal o causar el peor de los males. No iba a permitir que la niña se convirtiera en un demonio como le ocurrió a su madre. 

¿Has obtenido respuesta de Caelesti?– John hablaba del halcón de Doyoung. El rey negó ante la pregunta del mayor. Su pájaro había partido nada mas ellos salieran, llevando consigo un mensaje para la líder gerudo. No sabía con seguridad si le habría ocurrido algo al animal pero lo más probable es que hubiera llegado. 

–Ya puedo ver la posta. ¿Hacemos noche o partimos al oasis?– Era una decidión complicada. Podrían dormir en el lugar y partir cuando aún fuese de noche para evitar los fuertes rayos de sol. Sin embargo ya no iban solos, miraron a Riu quien parecía despierta y llena de energía. Algo extraño cuando uno había pasado el dia entero cabalgando, incluso Doyoung quien era parte celestial estaba agotado. 

Sugiero detenernos un par de horas en la posta. De esa forma podríamos hablar con la gente del lugar, tratar de saber si han presenciado algo fuera de lo común.– Doyoung asintió. John aún estaba un tanto avispado, se atrasó un poco para hablar con la niña. Los dos mantenían una conversación muy animada pero Doyoung permanecía al margen de esta, él trataba de descifrar lo que el chico de la playa le había dicho. 

Con su mente inundada de cientos de escenarios y pensamientos, fue incapaz de darse cuenta de que habían llegado a la posta. Habían dejado a los caballos y se aproximaban a la taberna. El lugar estaba más silencioso que nunca, no fue hasta que se detuvo y mando callar a John y Riu que se dio cuenta de un sonido. 

Era un sonido muy alejado, casi inaudible. Había estado todo el tiempo pero lo había confundido. Era un sonido contante con un ritmo muy familiar, el ritmo de un corazón. A lo lejos,  puede que incluso más lejos que en la Ciudad Gerudo, se estaban tocando unos tambores. 

Tambores, aunque muy lejanos– Dijo John en voz alta.Riu les miraba a ambos con los ojos como los de un búho, trataba de entender a lo que ambos se referían. 

No son las fiestas de las siete guerreras. Los gerudo no suelen tocar a ese ritmo, no es un ritmo de celebraciones– John le miró, temía lo que Doyoung pudiera suponer que había ocurrido. 

Un funeral– John y Doyoung miraron a la niña. Riu permanecía entre ellos dos, mirándolos pero sus ojos habían perdido el color. No había iris ni pupila, sólo un espacio blanco. Un escalofrío recorrió la nuca de John. 

¿Riu?– Doyoung no sabía como reaccionar. La niña había sido capa de ver lo que estaba ocurriendo en el desierto. Sin embargo non había usado ningún poder proveniente de las diosas, si lo hubiera usado Doyoung lo habría notado. 

La niña cerró los ojos con fuerza y volvió en si. John se agachó y la sujetó con miedo de que ella se desmayase como le solía ocurrir a Doyoung cuando abusaba de su poder. El rey le tocó la frente, para su sorpresa ella estaba bien. 

¿Qué ha sido eso?– John tomó a la niña en brazos. Riu no parecía entender la sorpresa de ambos, como si fuera algo que los dos mayores también pudieran hacer. 

–Pensé en Caelesti, quise ver lo que el pájaro estaba viendo. Está a salvo, en un lugar con muchas mujeres de piedra, altas como gigantes. Había mucha gente triste y  llevaban con antorchas rodeando una pira.– La niña había visto lo que el halcón de Doyoung estaba viendo en esos momentos. 

John le miró casi preguntando ¿Tú puedes hacer eso? Doyoung negó. Había escuchado historias sobre los cambiapieles. Hijos del bosque capaces de cambiar su conciencia con animales, personas capaces de tener visiones sobre el futuro y que podían acceder al pasado. Aunque Riu no parecía un cambiapieles, ella había vuelto en sí. Los cambiapieles eran incapaces de regresar, sus ojos permanecían siempre blancos como la nieve. 

–Un funeral– John estaba tenso, nunca era buenas noticias un funeral. Sabían que no era un funeral cualquiera, el pueblo se habían reunido entorno a la estatua de las siete guerreras. 

–Descansemos ahora, la arena sigue ardiente. Comeremos y dormiremos hasta que os avise, ¿Riu quieres seguir con nosotros? El desierto es hermoso pero el viaje es duro– Doyoung no quería dejar sola a la niña peor tampoco quería presionarla a hacerles ir con ellos. Riu asintió y Doyoung revolvió los cabellos de la pelirroja. El rey se llevó una sonrisa preciosa por parte de ella, no era una sonrisa feliz pues se notaba la preocupación que esta tenía respecto a lo ocurrido en el desierto. Era una sonrisa sincera, Riu era feliz con ellos dos. 

Vas a probar lo rica que es la comida de las gerudo. Ellas cocinas platos que nunca habrás probado. Usan el mango y especias que te fascinarán.– La niña escuchaba ilusionada a John quien la entretenía hablando sobre alguno de los manjares que habían comido en su estancia en el desierto. 

Doyoung compartía de vez en cuando algún comentario con ellos y sobretodo advertencias sobre que no debía de comer la niña. Estaban emocionados por volver al desierto pero Doyoung no podía olvidar la verdadera razón por la que se encontraban en ese lugar. 

Una masacre, Riu, una repentina muerte, aquel chico que le había advertido. Algo estaba ocurriendo, en las sombras un mal estaba apareciendo y Doyoung no podía parar de preguntarse si de verdad su poder sería suficiente como para resistir el mal que se podía avecinar. 

𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora