El perdón es de valientes

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A lo lejos Donghyuck observaba un joven que conocía bastante bien. El príncipe acababa de llegar al desierto después de haber desaparecido hacía dos años sin atreverse a decir nada. Doyoung quería clavarle la daga en el cuello y arrancarle los ojos de la forma más dolorosa posible para el príncipe.

Bajó del puesto de guardia y dejó a una de las guerreras a cargo del lugar. Adine le miró con miedo de cómo fuera a comportarse, sabía que tenía que ser educado con el príncipe pero él no se merecía ni un solo atisbo de su simpatía.

—Wassaq— Doyoung conocía la lengua de las gerudo. Las tradiciones determinaban que fuese extranjero o no debía saludar en la lengua de las guerras.

Cuando vio a Donghyuck acercarse se percató que el menor había cambiado bastante. La última vez que lo vio sus cabellos eran rojos al igual que los de Yuta. Ahora llevaba el pelo castaño rizado adornado con distintos ornamentos. Estaba vestido con la armadura gerudo que más que armadura era una simple hombrera y unos pantalones para el desierto. No les hacía falta más, ningún enemigo era capaz de tocar a ningún gerudo sin morir antes.

En su cadera colgaba la cimatarra de la ira. Era el arma de la líder, eso significa que Donghyuck ya era mayor de edad. Tenía derecho a blandir el arma de su madre. Había odio que solo los que llevaban la sangre de las líderes podían controlar los rayos con un chasquido de dedos. Aunque aquello parecía más un sueño que una realidad.

John se mantenía detrás del príncipe, si antes pensaba que Doyoung daba miedo era porque no había conocido al chico enfrente del príncipe. Se suponía que era el hijo de la líder gerudo, tenía todo el aspecto de un guerrero y sus orejas estaban llenas de pendientes. Unos brazaletes dorados decoraban sus muñecas y un cinturón dorado con inscripciones gerudo resaltaba como un trofeo de lucha. Era una pena que no supiera el idioma, luego le preguntaría a Doyoung.

El castaño miró de muy mala forma al príncipe. John se sintió muy incómodo como si el príncipe y él se fueran a enfrentar en un duelo a muerte en cualquier instante. El hijo de la líder tomó una inhalación profunda y se dignó a hablar con la mayor calma del mundo.

—Podrías haber avisado antes de desaparecer— Doyoung sintió como si le hubieran clavado un cuchillo directamente a la tráquea. Donghyuck no se había andado con rodeos y había ido directo al grano. Aún tenía rencor hacia el alto.

—No tengo ninguna escusa pero necesito tu ayuda al igual que la de tu madre.— John trataba de ubicarse entre lo que estaba pasando. Doyoung le conocía y algo debía de haber pasado entre los dos.

—Es mi deber ayudarte según mi madre pero hasta que no me muestres tus disculpas no pienso dirigirte la palabra.— Doyoung se quedó de piedra. Aquél granuja era lo suficientemente valiente como para decirle aquello enfrente de todo el mundo. John tuvo que ocultar su sonrisa al ver la cara del peliblanco. Le gustaba aquél chico, era muy valiente si se atrevía a pedir disculpas del príncipe.

Doyoung se mantuvo en silencio, estaba cansado y lo último que le apetecía era tener que pedir disculpas. Era absurdo que Donghyuck se hubiera cabreado porque se hubiera ido sin dar explicaciones. Era el príncipe podía haber lo que quería, más aún si cuando fue había una guerra en trascurso.
John le miró casi regañandole, quería que el príncipe pidiera disculpas o sino aquello les tomaría años. La ayuda del castaño era imprescindible.

Finalmente Doyoung se arrodilló y dijo unas palabras de disculpa en el idioma gerudo. Al principio el castaño miraba con frialdad a Doyoung pero cuando terminó una sonrisa inundó su rostro.

—Te lo dije, un día te arrodillarias a mis pies y ese día se ha cumplido— John agarró rápidamente al príncipe que un poco más y se habría lanzado a acuchillar al castaño.

El mal humor desapareció por completo del rostro de Donghyuck y el príncipe se dió cuenta de que había caído en una trampa del menor. Ese niñato ere astuto. Doyoung se calmó y acto seguido el castaño se acercó a John.

—No sabía que los guardias reales podían ser tan guapos. Soy Donghyuck, hijo de Riju la líder de las gerudo.— Doyoung comenzó a soltar insultos en leguas muertas hacia el menor, encima de insolente era un descarado.

—Soy John, guardia del príncipe. Es un honor poder estar aquí— Donghyuck no le respondió, miró detenidamente al mayor. John era demasiado alto ni siquiera tenía la ropa adecuada para él.

—Acompañadme—

Habían montado unas carpas en el Oasis. Eran como un pequeño hotel pero resguardadas del duro sol del desierto. Donghyuck les indicó donde podían ir en caso de que necesitasen alguna ayuda y también les dió unas botellas con licor. Un poco más y el castaño se habría llevado a John a sus aposentos.

Una vez que John se quitó toda la arena y se sintió medianamente decente se acercó a la tienda del príncipe. Dentro Doyoung le estaba esperando mientras escribía una carta para los Orni. El halcón del príncipe le miraba con curiosidad mientras esperaba a recibir la siguiente orden de Doyoung. John se quedó esperando sentado en uno de los asientos de la tienda mientras no molestaba a Doyoung que escribía con rapidez y limpieza. Una vez enrolló el pergamino, lo ató a la pata del pájaro y con un silbido del peliblanco supo a donde dirigirse. Cuando Doyoung volvió a entrar a la tienda fue directamente a tumbarse en la cama.

—¿Quieres saber lo que pasó?— Murmuró el peliblanco con la cabeza entre las almohadas. John se acercó a la cama y acarició la espalda del príncipe para intentar relajarlo. Doyoung había pasado todo el día tenso.

—Sólo sí tú quieres hablar de ello— El príncipe levantó la cabeza y miró el rostro del castaño. De verdad que las diosas le habían bendecido con John.

—Hace dos años vine por asuntos de guerra. Nos aliamos con las gerudo para defender la entrada del desierto de la invasión del rey de Tanagar. Rollos burocráticos. De esa forma conocí a Donghyuck, él es el hijo de Riju. Como no podía dejar la ciudad gerudo ella se quedó y vino su hijo. Luego después de que se arreglase todo nos hicimos amigos y le prometí cosas que no pude cumplir para después marcharme sin decir nada porque me entró el pánico.— Doyoung se veía muy arrepentido, John le miraba con un poco de compasión. Doyoung en aquel entonces debía de haber sido un torbellino. No quería presionar al príncipe, escucharía lo que él quisiera decir.

—Y no puedes tratar de recompensarle de alguna forma. Pese a la disculpa se seguía viendo un tanto molesto— Doyoung se quedó pensando. En aquel entonces Donghyuck era un crío, con solo dieciocho años ya estaba en primera línea de batalla. Las gerudo nacían guerreras y eran educadas en el arte de la guerra nada más nacer. Con once años era difícil no ver a ninguno sin arma. Doyoung le había prometido haberle llevado fuera del desierto, a las monta1qqñas nevadas de Hebra, a la selva de Farore... Y al final no pudo no despedirse de él.

—Él me recordaba a Taeyong. Quería viajar e ir a todos sitios pero es demasiado arriesgado. Y él no puede abandonar su puesto, eran promesas imposibles de cumplir.— John le escuchaba atentamente. Se había recostado junto a él mientras trataba de encontrar una solución. El alto trató de ponerse en el lugar de Donghyuck, puede que lo que quisiera el menor era compañía.

—¿Donghyuck tenía amigos?— El príncipe negó, era un líder se pasaba los días entrenado o arreglando los asuntos del desierto junto a su madre— Puede que se sintiera solo. Tú le diste compañía y fuiste lo más parecido a un amigo que ha tenido. Habla con él, no hay otra forma de arreglar las cosas.—

Doyoung no durmió en toda la noche. La compañía de John le relajaba pero aún así no podía cerrar los ojos sin que la preocupación le invadiera. Había tantas cosas mal que no sabía cómo comenzar a arreglar todo.


𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora