El despertar del ruiseñor

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Fue un proceso muy duro. La ciudadela no había sido completamente destruida pero si que había sufrido muchos daños. El palacio real estaba cerrado y se sopesaba reconstruirlo desde los cimientos. Doyoung no parecía muy convencido de volver a regir aquel edificio pero la mayoría apoyaban la idea de restaurarlo. No por el príncipe sino por que este era un símbolo que tranquilizaba al pueblo.

No se hicieron muchas preguntas respecto a la muerte de la reina. Ni siquiera hubo un cuerpo que enterrar. Eran conscientes de que se podrían producir revueltas pero Doyoung se habia convertido en la mayor figura de autoridad en todo el reino. Nadie con la suficiente lucidez sería capaz de enfrentarse al príncipe.

Habían pasado semanas. Regresaron a la ciudadela muchas familias aunque aquellos que no pudieron volver por la situación de sus viviendas o negocios fueron acogidos en los bastiones del reino. El castillo se llenó de andamios y no tardaron mucho tiempo en comenzar a repararlo.

Doyoung no sabía que sentir al respecto. No tenía gran cariño a aquel lugar, el no buscaba reinar en un enorme y frio castillo. Ni siquiera se veía capaz de establecerse en aquel lugar. Aquella no era una forma de gobernar. Uno no podía ser rey sin escuchar a su pueblo.

Incluso dentro de su mente se empezaba a formar una idea. Un pueblo capaz de elegir, capaz de decidir. Con lideres que no fuera un solo hombre. No estaba seguro de lo que pasaría en su reinado pero si creía que el pueblo era lo suficientemente fuerte como para ser capaces de empezar a tener un criterio propio. Dejaría que ellos decidiesen si querían un rey o no.

Mientras tanto el príncipe se había refugiado en Kakariko. Milagrosamente, aquel lugar se encontraba muy cercano al santuario de la vida. Doyoung podría haber marchado a Arkadia pero se había prometido no volver a la aldea si no era con John. No se atrevía a hablar con la madre del caballero, temía romperse en mil pedazos nada más verla.

Impa le mantenía muy entretenido. Le encargaba cientos de tareas que le hacían rondar por toda la ciudad. Tareas por las que empezó a comprender la extraña tecnología del pueblo e incluso tareas que le permitieron ser feliz durante un breve tiempo. Kakariko, el pueblo que había pasado oculto siglos ahora abrir sus puertas a todo el reino.

Cuando terminaba y no era capaz de dormir, se marchaba a la biblioteca. Pasaba las noches deambulando entre los libros. Traduciendo textos, leyendo sobre todo lo ocurrido. SObre lo que le había pasado a él. A la mañana siguiente los Orni traerían a Jaemin. El príncipe estaba lleno de miedo, miedo de no ser capaz de despertar al joven.

Desde que se despertó después de vencer al cataclismo una sensación extraña recorría su cuerpo. Se sentía vacío, como si toda la energía y poder que antes tenía hubiera desaparecido tras la batalla. En un principio pensó que se debía a por el agotamiento pero había pasado mucho tiempo y aún no era capaz de recuperar su poder al completo.

En él solo permanecían pequeños atisbos de lo que antes había sido su poder. Podía sentir a los espíritus, podía purificar y bendecir objetos. Pero no había tratado de usar su poder en personas. No sabia si era por miedo a que el poder desapareciera o por el efecto que podría tener en ellas. Tan sólo deseaba volver a aquellos tiempos en los que aquello no era una preocupación. Tiempos en los que John estaba a su lado.

La mirada de Jeno fue como un abrazo en la soledad. Fue el único que no se sorprendió al ver al príncipe, al ver cómo sus cuernos y brazo habían perdido el brillo celestial que tenían y habían pasado a ser solo simples marcas de su cuerpo. Jeno le miró como un ser humano, como alguien real y no divino.

No había miedo, el pelinegro tan sólo estaba feliz de saber que Doyoung estaba vivo. No dijo nada, tan solo se acercó y abrazó al príncipe. Abrazo que el peliblanco llevaba mucho tiempo necesitando.

Habían traído a Jaemin con sumo cuidado. Sus cabellos plateados le hacían ver como un ángel que se encontraba dormido. Los Orni le miraban atentos antes de dejar al príncipe y a la sacerdotisa de Kakariko solos con Jaemin.

Había estado hablando con la sacerdotisa de lo que podría ocurrir. Ella no estaba dispuesta a dejar solo al príncipe, menos sin saber la desconocida situación de su poder. Si era necesario ella trataría de ser quien despertase al Orni en vez del príncipe.

Cuando la mano de la mujer tocó a Jaemin una especie de niebla negra invadió su cuerpo. Era el mismo tipo de neblina que de la que estaba formado Thanos. Doyoung la conocía bien, era imposible que la sacerdotisa sola pudiera despertar al Orni. La niebla volvía al cuerpo del joven como un elástico. No parecía ceder ante el esfuerzo de la mujer.

Sin que la mujer le pudiera detener, Doyoung trató de purificar el cuerpo del joven. Aprovechó el momento en el que la mujer había conseguido alejar la mayor cantidad de neblina posible, antes de que esta volviese. No era una medida que perdurase, la bendición desaparecería en apenas segundos.

La mujer y Doyoung cruzaron miradas. Ella que con una mano trataba de alejar la neblina del cuerpo del Orni, usó la otra mano para tocar al príncipe. Con ese contacto buscaba trasmitir su leve poder al príncipe. Sólo Doyoung podía sellar la maldad con la que estaba formada la niebla y así destruirla. Si la sellaba Jaemin podría despertar.

De alguna forma Doyoung seguía teniendo poder, un poder muy leve pero lo suficiente para que gracias a la sacerdotisa pudiera sellar la maldad. El cansancio volvió a invadir su cuerpo adormeciéndolo pero podía sentir como el espíritu de Jaemin había comenzado a despertar. Deseaba que despertar a John fuera así de simple. La sacerdotisa igual de agotada que él le sonrió llena de orgullo. Jaemin había comenzado a despertarse.

Ambos salieron dejando que el Orni se tomase su tiempo para poder despertar. Los ojos de Jeno brillaron llenos de emoción nada mas ver a ambos salir. Expectante esperó las palabras del príncipe que sólo tuvo que asentir, indicándole que el Orni se encontraba recuperado.

Jeno solo tendría que esperar unos minutos mas antes de que su compañero despertase. Minutos que no eran nada comparados con toda la eternidad que había parecido estar sin él.

𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora