El primer beso

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El cañón de Tanagar los separaba de la tribu Orni situada entre las colinas de Hebra. Había un gran puente de piedra lo único que permitía la circulación entre las dos zonas.

Al fondo del cañón había surgido un pequeño pueblo, independiente de la corona real. Apenas tenía dos siglos y era gobernado por un rey, aquél a quien se habían enfrentado en la guerra.

El reino de Tanagar apenas era más grande que la ciudadela. Estaba rodeado por una gran muralla con torretas que lo defendían. Sin embargo todos los habitantes eran soldados, todos habían participado en la guerra.

Desde lo alto de la posta se veía las lejanas luces de Tanagar. Habían tardado dos días en llegar y aún quedaban dos días más para alcanzar la tribu Orni. Antes de ello habían acordado acudir al reino de Tanagar para informarle sobre el cataclismo. Desde que se había pactado la paz no habían recibido ningún comunicado y aquello hacía sospechar al príncipe.

John se quedó peinando su caballo mientras preparaban la cena en la posta. Había estado bien cuidado mientras estuvo en el desierto, acariciando el hocico se alegró de tener un caballo en vez de una morsa. Aquél animal era mucho mejor y le mostraba más efecto que cualquiera de las morsas del desierto.

Un vez sonó la campana de la cena dejó a su corcel para adentrarse en la posta. No fue hasta entrar que se percató del frío que hacia fuera, el otoño se aproximaba. Estaban cerca de Hebra, uno de los lugares más fríos del reino, solía estar nevado casi gran parte del año. Nadie en su sano juicio viviría en Hebra menos los Orni.

John no conocía a los Orni, nunca había visto a ninguno de ellos. Eran al igual que las gerudo casi una simple imaginación antes de conocerlas. Había escuchado historias sobre ellos pero no era capaz de imaginar cómo serían.

Había preguntado numerosas veces al príncipe sobre ellos pero Doyoung se había negado a responder. El peliblanco prefería que John los conociera sin ningún tipo de prejuicios, como un niño pequeño al ser presentado a un grupo de familiares. En esos momentos John deseaba haber estudiado más sobre la historia del reino para poder comprender todo.

Cuando entró en los comedores de la posta se encontró al príncipe leyendo unos textos en una mesa apartada donde apenas se le veía. Se había quitado la armadura y llevaba una túnica. No se había molestado en recoger su cabello que tapaba su rostro. Estaba más largo que nunca, casi le llegaba al abdomen.

Doyoung se había negado a cortarlo, temía por si aquello le pudiera dar mala suerte. El príncipe se había adaptado a su cabello largo casi siendo una sella de su identidad.

El peliblanco estaba tan inmerso en sus pensamientos que no se percató de John sentándose a su lado. El pelinegro reconoció rápidamente lo que leía, se trataba de textos y mapas sobre Medoh, la última bestia divina.

La gran bestia de metal se trataba de un pájaro. Medoh adquiría su energía del viento y era la única capaz de volar por lo alto de los aires. Era una joya arquitectónica que demostraba la gran capacidad de construcción que tenían sus ancestros. Todos aquellos conocimientos tan avanzados se perdieron y tan solo quedaba un atisbo de lo que se sabía en esa época.

-Debes descansar, deja de dar vueltas a esos papeles. Tienes que comer- Doyoung dió un salto del susto que recibió al escuchar a John. El cansancio le empezaba a pasar factura.

El príncipe recogió los pergaminos mientras John le servía el estofado que habían preparado en la posta. Era innegable que tenía buena pinta pero el estómago del príncipe no se sentía lo suficientemente bien como para poder digerir algo.

Hoy has estado muy callado, ¿Ocurre algo?—
Dijo el príncipe mientras revolvía el plato intentando comer algo. Doyoung se había dado cuenta de lo raro que había estado.

No te preocupes, simplemente estoy cansando. Últimamente no puedo dormir.— Su cuerpo se estaba haciendo pesado y el cansancio le empezaba a pasar factura. El miedo a seguir soñando le hacía no querer dormir.

Doyoung miró la sala para ver si alguien le veía, tomó su plato y se sentó al lado de John que miraba silenciosamente sus acciones. Con cuidado tomó su mano y beso el torso de ella intentando trasmitirle confort. Aquello le recordó a cuando eran jóvenes en Arkadia. Doyoung no era muy bueno con las palabras por lo que recurría a gestos como esos para trasmitirle un poco de estabilidad.

En aquel entonces no eran capaces de expresar sus sentimientos correctamente. No entendían nada de lo que ocurría entre ellos dos, se negaban a hablar sobre ello. Aquel gesto le había devuelto al pasado

—¿Recuerdas la primera vez que me besaste?— Susurró el pelinegro al odio del príncipe. Un leve rubor invadió el rostro del peliblanco que apartó la vista.

Había sido unos meses antes de que sus caminos se separen. Se habían alejado de la aldea para poder ver con claridad las estrellas. Doyoung llevaba todo el tiempo actuando de forma extraña tanto que no podía hablar de forma coherente.

John entendía perfectamente lo que el menor quería decirle, sin embargo Doyoung era muy torpe al hablar sobre lo que sentía. El mayor no quería hacerle sentir  incómodo por lo que se dedicó a darle todo el espacio que el necesitaba. Doyoung fue incapaz de decir nada, estaba demasiado nervioso. Simplemente se acercó a John y le tomó del cuello de la camisa, intentando que dejase de ver a las estrellas y le mirase a él.

John le miró con tanta dulzura que el menor sintió que su corazón se saldría del pecho. Con miedo besó los labios del alto, tan rápido como un parpadeo. Había sido un beso torpe, como si se hubieran chocado.

Doyoung quiso alejarse de inmediato asustado por lo que podría pensar el mayor. John en cambio le agarró del cuello de la camisa, evitando que se alejase. Tomó el rostro del menor y besó sus labios con delicadeza, como si fuera de cristal.

Nunca volvieron a hablar de ello, de lo que sentían. Borraron de su mente lo ocurrido, sólo quedaron cartas con promesas vacías de amor que ninguno de los dos pudo cumplir.

Fue desolador perderte

El pelinegro hizo una mueca intentando sonreír. Los ojos de Doyoung se habían cristalizado, un nudo en la garganta le dificultaba respirar.

Cuando todo termine no pienso volver a separarme de ti. Pase lo que pase, nos iremos lejos de todo. Solos, tú y yo.—

John solo pedía que sus pesadillas no se hicieran realidad. No quería dejar a su príncipe solo de nuevo.

𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora