El consejo Sheikah

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Quiero acercarme a tí pero no sé cómo hacerlo sin que me rechaces.

Era innegable la belleza de la ciudad. Las casas rojas eran iluminadas con farolillos que colgaban en lo alto de las calles. Los árboles resguardaban del sol a los habitantes y los niños correteaban por el lugar. Muchos de ellos se amontonaron al ver a John. Cada vez eran más y seguían en silencio al caballero.

Nervioso por la situación se giró para preguntar qué deseaban los pequeños. Solo una niña tímida fue capaz de indicar lo curioso que era ver a alguien con otro color de cabello. Con sorpresa John no pudo evitar avergonzarse y dejó que los niños tocasen su cabello.

Impa los miraba inexpresiva. No había mostrado ni un solo atisbo de frialdad pero la simpatía no era algo que la caracterizaba.

La mujer les dejó en una pequeña casa acordó con ellos en reunirse a la mañana siguiente.

-Es mejor resguardarse. Va a comenzar a llover- Dijo antes de marcharse. Doyoung sin comprender nada miró a la venta. No había ni una sola nube y el atardecer se llenó de naranjas y rojos.

Aquello era incómodo. La casa tenía una cocina llena de comida típica del lugar. Un pequeño sofá al lado de una chimenea hacia de salón y unas escaleras llevaban a un cuarto con tres camas. En el exterior había una zona perfecta para guardar a los caballos. Doyoung se quedó observando aquél lugar. Él extrañaba a Epona, deseaba que estuviera a salvo su corcel.

John buscaba un botiquín, al devolver el ataque de la máquina él se había quemado. El rayo había sido demasiado potente y había impactado en su hombro. Al principio no había sentido dolor alguno pero nada más sentarse el dolor había comenzado a apoderarse de él. Nervioso comenzó a abrir todos los cajones buscando algún ungüento y vendas pero todo estaba lleno de arroz, manteca y productos alimenticios.

Sin darse cuenta levantó rápidamente el brazo herido y el dolor invadió su cuerpo. Doyoung escuchó a lo lejos el quejido de dolor y se acercó. El príncipe no se había dado cuenta de que John estaba herido.

Enséñame eso— El pelinegro se quitó con cuidado el peto y con delicadeza abrió su túnica de forma que le herida pudiera ser curada por el príncipe. Doyoung tras observarla trajo consigo un ungüento que guardaba en su bolsa.

Quien lo diría— Dijo con amargura el mayor. Doyoung había aprendido a la perfección a tratar heridas. Tal y como John le había enseñado.

Aprendí del mejor— Aquello era una gran verdad. Las enseñanzas de John habían permanecido en su recuerdo y le habían servido de gran ayuda. John se sintió incómodo ante aquella situación.

He de disculparme. Mi forma de comportarme no ha sido en ningún momento la adecuada. Ya sea como un caballero o un amigo, he sido cruel. Demasiado— Doyoung sonrió ante la disculpa del pelinegro. Desde el principio le había perdonado. Aún así aquello no podría apartar el dolor que inundaba su conciencia.

Tan solo comencemos de nuevo

Impa estaba en lo cierto, toda la noche llovió con gran intensidad. Cuando el sol apareció, todos los niños de la aldea salieron a jugar con los charcos. Doyoung los observaba con sorpresa, todos tenían el cabello blanco. Impa apareció temprano y los condujo hacia una gran edificio en el centro de la ciudad. Una vez dentro tres hombres y tres mujeres se sentaban en un semiciclo entorno a un trono. John y Doyoung permanecieron en el centro e Impa se sentó en el trono.

El consejo Sheikah se da por iniciado— anunció la mujer.

Al principio uno de los hombres leyó las leyes de la ciudad y les obligó a someterse a la ley de Kakariko.

No debemos confiar en ellos, él es un falso Sheikah. ¡No deben de saber de nosotros!— Dictó una de las mujeres tras comenzar el juicio. Apuntaba a Doyoung, él comprendió que se refería a su cabello.

Si han podido superar las pruebas significa que son dignos de saber de nosotros. Pueden ser los destinados— Anunció uno de los señores más mayores. Su voz era débil y una máscara tapaba la zona derecha de su rostro. En sus brazos habían runas azules, las mismas que Doyoung había estudiado en sus escritos.

Si es así, la sacerdotisa debe comprobarlo— Ambos jóvenes no entendían nada de lo que estaba ocurriendo. Impa se levantó y abrió una puerta trasera. En ella había un altar con una mujer meditando, su piel estaba llena de runas y un velo cubría su rostro.
La líder se arrodilló ante ella.

—Es preciso conocer el destino de ambos jóvenes— La sacerdotisa asintió y en silencio avanzó hacia donde se encontraban Doyoung y John.

En sus manos sujetó el brazo del pelinegro y con una daga produjo un corte. La sangre la vertió en un cuenco y mientras la movía se acercó al príncipe. Con una daga distinta realizó el mismo ritual hasta que la sangre de ambos se mezcló en aquél cuenco.

Se sentó y recitó unas palabras en una lengua antigua. La sangre se convirtió en una niebla roja que formó la figura de una gran bestia parecida a una serpiente.

Son ellos, el alto es un Sheikah. El otro es el hijo de las diosas.— Tras decir aquello, Impa les condujo a una sala contigua. El consejo debía de hablar y esa vez sin ellos presentes.

¿Entiendes algo de lo que han dicho?—John estaba igual de confundido que el príncipe. Doyoung no paraba de dar vueltas a lo que la sacerdotisa había dicho.

Nada de esto tiene sentido.

Después de un gran tiempo esperando Impa regresó para llevarles de vuelta al consejo.

Es el momento de que conozcáis la verdad. Hace doscientos años éramos parte de la familia real. Nuestra sangre siempre estuvo ligada a ellos y entre nosotros estaban los mejores y más fieles guerreros. El poder nunca fue nuestro mayor orgullo sino el conocimiento. Siempre quisimos desarrollar nuestra sociedad, construimos grandes máquinas capaces de proteger la ciudad. Aprendimos nuevas formas de luchar, más rápidas y eficaces. Pero nuestro espíritu siempre estuvo fuertemente unido con las diosas. Encontramos santuarios en los que habitaban sabias sacerdotisas. Ellas nos mandaron preservar los textos ancestrales sobre el cataclismo. El rey al descubrirlos se negó a aceptarlo. Creía que el cataclismo era mentira, un simple complot para quitarle el trono. Con temor a nuestro desarrollo decidió perseguir a todo Sheikah y romper la relación establecida. Fue así como nosotros nos ocultamos y desde ese entonces nadie se había adentrado en la ciudad.— Doyoung dió un paso adelante para poder hablar.

—¿Y qué tiene que ver con nosotros?— La sacerdotisa asintió y tomó el turno de palabra.

Vuestro destino está ligado con el cataclismo. El cataclismo se produce cada 500 años, un mal superior a lo conocido resurge entre lo más profundo de las tinieblas. Busca la destrucción y el poder, es por ello que al resurgir aniquila todo lo conocido. Pero tiene debilidad, el poder de las diosas es superior a él. Las diosas escogen a dos elegidos, uno nacido en el lecho de ellas y otros nacido entre los humanos. Con el poder u sabiduría de ambos son capaces de destruir el cataclismo. Y vosotros sois los dos elegidos.—

𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora