CAPÍTULO 50 PASADO

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    Maratón. 1o. De 3 capítulo

A pesar de todo pronóstico Roberth y su pequeño grupo habían seguido avanzando, ahora se encontraban en un espacio muy reducido, aunque más amplio que los túneles por donde habían estado avanzando, de nuevo se hallaban sentados sobre el frío y mugriento piso, el lugar como todo ahí adentro estaba en penumbras, el calor era sofocante, todos respiraba con dificultad, Roberth pensó que Tomás no resistiría mucho, sin embargo, seguía luchando.

_ ¿Porque estas en esto? - interrogó Roberth. Lo había estado observando y a pesar de su rostro duro y su mirada fiera, él notaba cierta tristeza en sus ojos, parecía no ser como sus compañeros, el que hubiese defendido a Lidia le decía que había algo más de lo que aparentaba.

_ Porque es lo que hay. - contestó escuetamente.

_ ¿Por qué con Lucas Salas? - lo miró, él junto con su hermano Rigoberto Salas tenía una de las peores reputaciones entre la gente del crimen organizado, aunque su hermano ya estuviera muerto.

_ A veces no podemos escoger. - dijo sosteniéndole la mirada con dignidad.

Roberth supo que no estaba con ellos por su propia voluntad.

_ Si no te agrada esto, ¿cómo es que llegaste a convertirte en uno de los hombres de confianza de Lucas?

_ ¿Qué sabes tú? - desvío la mirada, molesto no quería que siguiera preguntando. _ no soy de sus hombres de confianza.

_ Si no lo fueras no te hubiese puesto al mando de éstos. - dijo refiriéndose a los hombres que habían estado con él.

_ No llegué aquí porque quise. - dijo por fin. _ cuando estas dentro, si te dan una orden tienes que obedecer, yo lo hacía, no tenía caso negarme... No podía... Por eso me tenían confianza.

_ Pero no te gusta lo que haces.

_ Tengo familia. - dijo con tristeza. _es razón suficiente para cerrar los ojos y hacer lo que te dicen.

Roberth supo de qué forma lo obligaban a permanecer en el grupo, por desgracia había tantos hombres como él, la mayoría morían prematuramente y los que sobrevivían jamás podían dejar de ser parte de ellos.

_ Si salimos con vida. - dijo Roberth. _ ¿te gustaría alejarte de ellos?

_ No es lo que me gustaría, si no lo que tengo que hacer. - dijo con dificultad. _ no creo que salga de aquí y si lo hago ellos no me dejaran en paz. Además. - lo miró. _ ahora soy tu prisionero, si no acaban ellos conmigo lo hará Santiago. En realidad, sería mejor que me dejen aquí, mi familia por fin sería libre.

_ Mientras tengamos fuerzas. - dijo Roberth haciendo una mueca de dolor al mover la pierna herida. _nadie se quedará aquí.

_ Yo ya no puedo. - dijo Tomás. _ es mejor que tu hombre utilice sus fuerzas para salvarse a sí mismo.

_ Yo decido lo que hago con mis fuerzas. - dijo David, que lo había escuchado.

_En lugar de estar discutiendo. - dijo Lidia deberían de ahorrar energía.

Es cierto. - la, atrajo Roberth hacia sí, vamos a quedarnos aquí, necesitamos reponer fuerzas, tratemos de dormir un rato, después de todo estamos caminando sin rumbo fijo, ni siquiera sabemos si vamos hacia alguna salida, o nos estamos adentrando a lo más profundo de la mina.

Todos obedecieron, David ayudó a Tomás a acomodarse en una posición menos incomoda, luego se recostó cerca de él. Roberth permaneció con Lidia entre sus brazos. Quería descansar, pero le era imposible, por fin el sueño lo venció.

*****
Roberth corría por las calles polvorientas de aquel país extraño, era un niño de diez años, huía de aquel hombre corpulento, de mirada perversa, él y sus tres hijos lo perseguían, las fuerzas le fallaban, a sus espaldas los escuchaba, el padre ordenaba a sus hijos disparar y ellos lo hacían, el intentaba seguir, pero sus piernas se doblaban y caía al suelo, ellos llegaban hasta él y sin consideración lo alzaban por los aires para depositarlo de nuevo en el piso sin importar que su pierna tuviera una herida de bala, sangrara abundantemente y doliera hasta el alma.

De pronto ya no era un niño era un adolescente, seguía corriendo, el dolor lo sentía tan intenso como antes, miró hacia abajo y su pierna sangraba, quiso apoyarla de nuevo, pero no tenía fuerzas y caía, como pudo se incorporó de nuevo y aún con su pierna inservible corrió y corrió, no supo cuánto ni hacía dónde hasta que no supo más de él, hasta que despertó en otro lugar, miró unos rostros conocidos, eran sus padres adoptivos y su hermano, estaban con él y estaban vivos. Quiso tocarlos, estrechar sus manos, pero se desvanecieron. De pronto ya no estaban, miró sus manos y angustiado las observo llenas de sangre, se miró sus ropas también estaban cubiertas de sangre, miró hacia su casa, ya no había casa, las llamas la devoraban, miró de nuevo y su hermano estaba observándolo fuera de sí, se acercó a él y lo empujó para que se alejara, el seguía estático, incrédulo, asustado, él le grito que, se marchara, no obedecía, lo volvió a empujar y el chico corrió, lo miró alejarse, tenía que salvarlo, se volvió hacia los hombres que acababan de dar muerte a sus padres, y se dejó ver, salió de su escondite, de su seguridad. Lo miraron y se abalanzaron hacia él, pero el corrió... Corrió hacia el lado contrario de donde se había ido su hermano, corrió tanto que sus piernas ya no las sentía, hasta que de nuevo ese dolor atenazante cruzó su cuerpo, no una, ni dos veces, esos hombres estaban disparando contra él y estaban dando en el blanco, sabían dónde dar para no matarlo, cayó sin fuerzas y una vez más fue arrastrado hacia su destino, sin piedad, sin misericordia, supo que jamás se libraría de ellos y gritó... Gritó de rabia, de impotencia, de dolor.

*****
Lidia se había quedado dormida entre los brazos de Robert, sin embargo, despertó desorientada, él se movía y se quejaba, parecía, querer decir algo, pero de sus labios solo salían incoherencias, luego empezó a gritar desesperado. Ella se incorporó asustada.

_ Roberth. - lo movió tratando de despertarlo, estaba teniendo una pesadilla. _ Roberth. - insistió. Moviéndolo.

De pronto él la sujetó con fuerza de las manos, sus ojos estaban vidriosos, permanecían abiertos, pero no la veía a ella .

_ ¡Roberth! - lo llamó de nuevo, entonces él enfocó su mirada y la vio. De inmediato la soltó, pero no dijo nada su mente seguía bloqueada.

Ella trató de alejarse, pero el volvió en sí y la retuvo.

_ Perdóname por favor. - dijo contrariado. _ ¿te hice daño? - reviso sus muñecas, aunque en realidad apenas si se veían por la penumbra.

Ella negó, pero no sabía si permanecer cerca de él o no.

_ Por favor no te alejes pidió consternado. _ no te haré daño.

Ella se acercó de nuevo y se dejó abrazar, él la llenó de besos,

Lidia se dio cuenta de que estaba sollozando, se contenía, pero le era imposible.

_ Tenías una pesadilla. - dijo ella. _ era solo un sueño.

_ Ojalá solo hubiera sido un sueño. - dijo con dolor. - si ella supiera, si, ahora eran pesadillas, pero en su tiempo todo había sido real.

_ ¿Tanto daño te hicieron? - acarició su rostro.

El guardó silencio.

_ Puedes contarme. - dijo ella con cautela. _ puedes confiar en mí, sabes que nunca revelaría tus secretos.

Él la abrazó más fuerte, sabía... Sentía que podía confiar en ella, quizás fuera su última oportunidad de hablarlo con alguien, de sacarlo por fin, ella lo merecía, ella lo valía, si después de confesar aquello ella lo seguía queriendo, entonces ya nada ni nadie podría separarlos, sin embargo, si lo odiaba y lo condenaba, quizás su dolor durara poco tiempo, porque el moriría ahí después de ayudarla a salir de ese lugar.

Lidia se había quedado quieta, pensó que no le contestaría, pero luego lo escucho hablar, su voz era grave, casi un susurro, esto era solo para ella.

CORAZÓN ATORMENTADO. No.8️⃣/SERIE HOMBRES DE LA SIERRA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora