CAPÍTULO 43 DESAPARECIDA

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Roberth sentía correr la adrenalina por su sistema, esa mañana como tantas otras se había levantado lleno de energía, el solo pensar que vería a Lidia, que compartiría su desayuno, que hablaría con ella, lo ponía al cien.

Esa hermosa mujer había venido a revolucionar su vida, sus tristezas poco a poco habían venido quedando en el olvido, ahora sólo contaban el aquí y el ahora.

Después de salir de la casa, él había pasado a dejarla a su trabajo, cuando llegaron descendió del auto y la acompañó hasta la puerta de entrada del personal.

_ En la tarde paso por ti. - dijo él. _ voy a salir, pero para esa hora ya estaré de regreso.

Ella asintió, deseaba decirle que no quería que se fuera, pero no se atrevió. Sentía un nudo en el estómago, tenía un mal presentimiento, pero era solo eso, un mal presentimiento.

Sin previo aviso lo abrazó.

_ Cuídate mucho. - lo miró a los ojos.

_ Lo haré. - sonrió él conmovido por su repentina preocupación. _ además, están mis escoltas y, sobre todo. - acarició su rostro. _ yo se cuidarme solo.

_ No lo dudo. - admitió. _ pero no podría soportar que algo malo te sucediera.

_ Por ti me cuidaré. - tomó con delicadeza su rostro entre sus manos. _ te lo prometo. - depositó un tierno beso sobre sus labios.

Ella se aferró a él, sentía esa horrible sensación de que podía, no volver a verlo nunca más.

Ambos se apartaron sin desearlo realmente, ella dio la vuelta y se alejó unos pasos. Él la detuvo de nuevo y la atrajo hacia sí.

_ Vendré por ti. - dijo dándole un tierno y prolongado beso.

Ella asintió bajando la mirada ruborizada y alejándose de él con prisa hacia el interior del edificio.

El la miró con anhelo, siempre se le escabullía, deseaba estar más tiempo con ella, pero se había prometido ser paciente y darle su espacio, observó cómo se alejaba, pero también miró como un par de ojos la miraba a ella y luego a él. Un escalofrío recorrió su cuerpo, esa mirada no le agradó, tendría que estar atento a esa mujer, ya se había dado cuenta de que siempre estaba presente cuando el pasaba por el lugar y si no se equivocaba era la misma que traía de cabeza a Lidia. La reconoció, era una más de sus enamoradas, pero al igual que todas las demás, se quedaría con las ganas, porque su corazón ya estaba ocupado y eso nadie lo podría cambiar.

*****
La camioneta de Roberth parecía volar por el pavimento, sus hombres tenían dificultad en seguirle el paso.

<< Estamos a punto de llegar >> - se dijo a sí mismo. <<Por favor mi amor resiste>> - su visión se nubló <<te sacaré de ahí>>

*****
Llevaban horas de camino, habían manejado toda la noche y caminado gran parte del día, debería de estar exhausto, pero la adrenalina no se lo permitía, sabía que sus hombres necesitaban descansar, pero él no tenía tiempo para eso y ellos lo sabían, así que, aunque se los hubiese pedido, nadie lo hubiera obedecido en ese aspecto, todos le debían fidelidad y darían lo que fuera por él.

_ James ¿que tenemos? - interrogó a través de su aparato transmisor.

_ En cuanto a distancia están cerca. - había dicho James quien ya había localizado el lugar, pero la ubicación es casi inaccesible, necesitas esperar a la gente de Santiago para que los guíe, sin gente experta se arriesgan demasiado.

_ ¡No puedo esperar! - gritó furioso. _ ¡mientras yo me siento esos malditos la pueden estar lastimando! ¡No puedo quedarme quieto! - gritó con desesperación.

_ Tu mejor que nadie sabe que a veces tenemos que escoger lo menos peor. - trató James de calmarlo. _no desearás perder a alguno de tus hombres, o ser descubiertos, con la gente de Santiago irían seguros, ellos conocen el territorio, y no correrás el riesgo de perderte o de que los sorprendan, además de que avanzarán con mayor rapidez y precisión.

Roberth, guardó silencio, sabía que James tenía razón. Pero le era tan difícil detenerse.

Desde el día anterior en que había recibido la llamada de Santiago se sentía fuera de sí, no podía creer que en sus propias narices se la hubiesen quitado, la había cuidado y protegido tanto, que del lugar que menos pensó se la llevaron, y él que había prometido cuidarla no lo había hecho.

Recordó cómo la tarde anterior venía en camino para recogerla en su trabajo, cuando entró una llamada de Santiago Moran, no le pareció raro porque últimamente habían estado en comunicación, pero en cuanto escucho su tono de voz, supo que algo no estaba bien.

_ Roberth. - había dicho. _tienen a Lidia

_ Lidia está en el trabajo. - había respondido él, seguro de lo que decía, dos escoltas que la vigilaban permanentemente estaban en esos momentos fuera de su trabajo esperando a que terminará su turno y aunque él la iba a recoger esa tarde ellos seguirían en sus puestos. Ninguno le había reportado ninguna novedad.

_ Uno de mis tantos enemigos la tiene. - insistió él.

_ Santiago, sabes que te respeto, pero en esta ocasión estas equivocado. Ella está en el trabajo, precisamente voy para allá a recogerla.

Santiago había guardado silencio.

_ ¿En cuánto tiempo llegas? - había preguntado por fin.

_ Diez minutos. - dijo él.

_ Bien en diez o quince minutos te marco. - dijo serio. _mis hombres ya están en movimiento, luego te digo lo que haremos. - colgó

Él se había quedado mirando el teléfono, no entendía lo que pasaba, Santiago no era de los que actuaban sin estar seguros. Un escalofrío recorrió su cuerpo, está vez tenía que haberse equivocado.

Aceleró su auto, no sin antes ordenar a los escoltas de Lidia que la localizaran y la acompañaran en lo que él llegaba y sólo para estar más tranquilo pidió a James que la localizara a través de su celular.

Aún recordaba como perdió el control del auto, derrapando y yéndose contra una barda que, aunque no alcanzó a dar de lleno contra ella por las maniobras que hizo, sí logró dañarla y también al auto, aunque él salió ileso, cuando los escoltas se comunicaron de nuevo con él, confirmando que ella no se encontraba en el edificio y que horas antes había salido para reunirse con un posible donador y casi inmediatamente después había recibido el llamado de James que afirmaba no lograr localizarla.

De inmediato se había dirigido hacia el trabajo de ella, él y su gente habían llegado casi juntos y habían puesto de cabeza el lugar.

No concebía como habían permitido que saliera del lugar sin saber exactamente hacia dónde se dirigían ni con quién, y los escoltas, como era posible que se les hubiese escapado, ¿con qué propósito?

Ella era muy precavida, no se iría sin avisar, a menos de que la hubiesen sacado con engaños. Recordó a la mujer que había visto esa mañana observándolos, pronto averiguó que era la supervisora de Lidia y constató que se había marchado con ella.

Justo quince minutos después de la primera llamada de Santiago, ahí estaba de nuevo, Roberth admiró su paciencia, él sabía lo que ocurría y le había permitido a él comprobarlo por sí mismo, en lugar de imponerse. Lo menos que podía hacer ahora, era escucharlo, aunque estaba desesperado por salir corriendo en su búsqueda.

CORAZÓN ATORMENTADO. No.8️⃣/SERIE HOMBRES DE LA SIERRA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora