CAPÍTULO 57 SUERTE CON TU RESCATE

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Lucas Salas seguía en su necedad, había visto pasar a Santiago hacia el interior de la mina, y por supuesto que no le había dedicado ni siquiera una mirada, mucho menos había hecho caso a sus llamados. Sin embargo, cuando pasó a su lado de regreso no le sorprendió que se detuviera.

_ ¿Ya terminaste de jugar al héroe? - lo provocó.

Santiago apretó los puños conteniéndose. ¿Cómo se atrevía a burlarse después de todo lo que había provocado, después de casi causar la muerte de sus amigos y su cuñada?

_ Para tu desgracia, solo la hago de héroe cuando se trata de mis amigos. - dijo poniéndose en marcha de nuevo.

_ ¡Espera! - lo detuvo. ¿Acaso crees que te necesito? - dijo burlón cuando Santiago paró y se volvió hacia él.

_ Espero que dentro de un rato estés tan seguro como ahora de que no me necesitas. - dijo con una mirada gélida, su voz era tan seria, tan fría que un escalofrió recorrió su cuerpo.

_ Tú mismo me diste el arma para poder escapar de aquí. - le mostró el celular con una sonrisa de triunfo.

Pensó que Santiago se iba a enfurecer, que se iba a mostrar arrepentido de habérselo dado incluso que intentaría quitárselo, pero se sorprendió al ver la calma reflejada en su rostro.

_ Tuviste tu oportunidad de pararlo. - dijo sereno. A estas alturas, ya no importa, mis amigos están fuera, ya no queda nadie a quien dañar. - dio la media vuelta para continuar con su camino.

Él lo miró atónito, ¿se iba así? ¿Sin más? ¿Ni siquiera un golpe, un insulto, una rabieta por lo que había hecho? ¿Nada?

_ ¡Por cierto! - se volvió cuando estaba a punto de perderlo de vista. _ ¡suerte con tu rescate!

_ ¡Maldito idiota!... ¡Cobarde! - gritó furioso. _ por supuesto que me rescatarán. - dijo más para sí mismo que para él, él ya no lo escuchaba. _ me dejaste esto. - levantó el celular. _eres un inepto, de verdad te creí más listo. - rió a carcajadas.

De verdad no lo creía tan tonto, en cuanto hiciera una llamada y alertara a sus hombres, estos irían por él, estaría de nuevo libre y atacaría de nuevo, de eso podía estar Santiago seguro, no lo dejaría en paz, seguro que podría con él, acababa de demostrar lo incapaz que era para pelear contra sus enemigos.

Rió de nuevo, no lo podía creer, en cuanto saliera de ahí lo celebraría y expondría la estupidez de su enemigo ante todos los jefes del crimen organizado, al menos ante todos aquellos que quisiesen escucharlo.

Estaba tan feliz que tomó el celular y marcó el número de uno de sus hombres de confianza, lo dejó sonar y no obtuvo respuesta, marcó a otro y nada, marcó al tercero, al cuarto, al quinto...

_ ¡Maldita sea! - exclamó furioso. _ ¿en dónde se meten?

De pronto recordó, algunos de ellos habían sido capturados junto con él, ¿y los demás? Quizás también estuvieran en poder de los hombres de Santiago, pero esa no era toda su gente, ya tendría tiempo de liberarlos.

No entendía el razonamiento de Santiago, de facilitarle tanto su escapada, su gente iría por él, si no unos, otros lo harían.

Con calma marco el número de su hombre, el de los explosivos.

En cuanto él contestó, la sangre se le heló, en ese momento supo cuál era la trampa, Santiago no era ningún tonto, todo había sido planeado y él había caído. Miró la hora, Santiago había planeado el momento de su salida, por eso no se había marchado  junto con sus amigos, había esperado y lo había hecho teniendo un plan en mente.

Hubiera querido maldecir a ese bastado, pero ni para eso tuvo tiempo.

_ ¡Perdón jefe! - escuchó la voz al otro lado del teléfono, en cuanto él se identificó. _ ya lo hago.

_! No... ¡ ¡espera... ! - gritó comprendiendo lo que sucedía. Pero ya no obtuvo respuesta, ni siquiera había colgado el teléfono en su prisa por hacer detonar una de las últimas cargas de explosivos, se había retrasado solo por dos minutos y la llamada lo había alertado.

Era por eso que Santiago se había quedado, para evitar que el pudiera hacer la llamada a tiempo, lo irónico es que de haberla hecho en ese momento quizás y solo quizás se hubiese salvado, pero al estar pensando y regodeándose de lo estúpido que era Santiago, le había dado a él dos valiosos minutos para ponerse a salvo, mientras que él estaba perdiendo no la batalla, si no la guerra y peor que eso, la vida.

Alcanzó a escuchar la detonación, no era lejos, era a unos cuantos metros de él, de inmediato todo se sacudió y sintió como cientos de proyectiles daban sobre su cuerpo, aún estaba con vida cuando sintió como todo se le venía encima, toneladas de roca y tierra cayeron sobre él. Santiago había ganado y lo peor era que no había iniciado la guerra y no había movido un solo musculo para pelearla, todo lo había hecho él mismo y él mismo se había destruido. Santiago solo se había dedicado a defenderse y a defender a los suyos, tenía que admirarlo, pero lo odiaba y con ese odio se fue.

*****
Santiago escucho la detonación, todo a su alrededor empezó a ceder, escuchaba como atrás de él el túnel colapsaba, sabía que estaba cerca de la salida, no moriría sin intentarlo.

No supo cómo lo hizo pero alcanzó a ver el destello de luz del exterior, unos pasos más... Solo unos pasos más y lo lograría, pero sus pulmones no daban para más, todo empezó a darle vueltas, intentó detenerse de la pared para no caer, pero ésta empezó a ceder, sin apoyo cayó de rodillas, no podía más, intentó levantarse antes de quedar sepultado ahí, pero cuando lo hizo sintió que unos brazos lo sujetaban y lo jalaban con brusquedad, prácticamente estaba siendo arrastrado hacia el exterior, no supo cuándo estuvo fuera, solo escuchó más voces y sintió como entre varios hombres lo levantaban y corrían alejándolo del peligro.

No supo cuánto tiempo había pasado, antes de poder respirar con normalidad, y de poder ser consciente de su alrededor, se dio cuenta de que estaba recostado bajo una carpa improvisada, la cual lo cubría de los rayos del sol, a su alrededor miró varios rostros conocidos.

Con dificultad se incorporó quedando sentado, era gracioso ver a esos hombres rudos mirándolo con angustia.

_ ¿Estás bien? - preguntó Lorenzo mirándolo con recelo, como si esperara que él se desplomara de nuevo, junto a él se encontraba Miguel igual de preocupado que Lorenzo.

_ Sí, estoy bien. - dijo por fin ante el alivio de todos.

_ ¡Estás loco! - exclamó Aureliano. _ ¿por qué demonios no saliste con los demás?, por poco y no lo logras.

_ Gracias. - fue lo único que dijo. _ sabía que no me dejarían.

_ Si sabias que no te dejaríamos ¿entonces porque carajos nos das la orden de marcharnos? - dijo Lorenzo molesto.

_ ¡Ese maldito hombre de las computadoras casi nos vuelve locos intentando alejarnos! - dijo Aureliano aún furioso.

Santiago sonrió, pobre James, debe de haberla pasado muy mal tratando de convencer a semejantes hombres de hacer lo que no estaban dispuestos a hacer.
Merecía un premio el pobre chico.

_ Gracias a Dios estas con nosotros. - se acercó Miguel. _ por poco y no la cuentas.

_ Aún me tendrán por un rato más. - sonrió con cansancio. _ ¿los demás cómo están?

_ Lidia esta en recuperación, Roberth está en quirófano, aún no sabemos más, pero ambos están con vida.

Santiago respiro aliviado, Lidia se pondría bien y Roberth era fuerte, sabía que resistiría lo que fuera.

En cuanto a él, aún tenía asuntos pendientes, tenía un territorio más que reclamar y muchas vidas que reorganizar, como siempre en estos casos tenía que concentrarse y ver que personas merecían la oportunidad de iniciar una nueva vida lejos de ese ambiente, quienes podrían ser dejados en libertad para, que buscaran su propia vida en lo que quisieran, quizás en lo mismo que estaban y quienes por ningún motivo podrían seguir en libertad haciendo daño a los demás.

Eran decisiones difíciles que tomar, pero lo tenía que hacer, sin embargo, eran cosas que podían esperar.

CORAZÓN ATORMENTADO. No.8️⃣/SERIE HOMBRES DE LA SIERRA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora