Lidia miró a los ojos al hombre parado junto a ella, su mirada brillaba, su sonrisa era contagiosa, no pudo evitar las lágrimas cuando lo escucho decir "si, acepto", ella ya lo había hecho y le parecía imposible que esto estuviera sucediendo, no creía merecer tanta dicha, Roberth era un hombre increíble y aunque su vida lo había roto de muchas maneras, siempre se había levantado de nuevo, y ella no podía dejar de sentir respeto y admiración por él.
Roberth la miró, se veía radiante, era la criatura más bella y pura que conocía, se sintió dichoso de por fin poder tenerla, por fin lograría darle todo aquello que ella se había negado por tanto tiempo a recibir y que el ya no podía retener para sí, todo ese amor que fluía en su interior, toda esa ternura que ella despertaba en él, toda la protección que su hermosa esposa necesitaba, quería poner el mundo a sus pies, y lo haría en la medida en que ella se lo permitiera, lo merecía... Lo merecía, tan solo por el hecho de haber iluminado su vida, de haber tocado su corazón, de haber libertado a ese corazón atormentado.
La abrazó, la miró a los ojos, eran limpios, cristalinos, supo que su corazón atormentado también había sido liberado y sonrió feliz, porque la amaba, porque la tenía, porque era su vida, porque ambos eran libres, libres para amarse... para respetarse... hasta que la muerte los separase... Ya no había más oscuridad, más recuerdos tristes, más culpas ni resentimientos.
Ella veía su pasado como un recuerdo lejano, ahora su futuro estaba delante y con el, ese hombre maravilloso que ahora la rodeaba con sus fuertes y protectores brazos, esos brazos que nunca la dejarían caer y si acaso lo hacía, la levantarían. Lo miró con adoración y lo recibió cuando él la besó.
Él también supo que su pasado quedaba atrás, no lo podía borrar, porque era imborrable, porque lo que había vivido lo había convertido en el hombre que era ahora, lo había hecho crecer, madurar, ser fuerte, ser valiente, ser un luchador, y ahora tenía por quien luchar, su pasado lo había hecho ser quien era hoy y lo más importante ya no lo podía lastimar, porque ya no se aferraba a él, porque ahora solo podía ver hacia adelante, hacia su linda esposa, ahora ella era su vida, era su futuro y lo demás quedaba atrás.
Toda su vida había vivido por y para sus padres, primero soñando y anhelando encontrarlos y volver a ellos, luego odiándolos, ahora solo podía sentir lastima por ellos, porque para ellos ya no había un mañana, no a su lado, no al lado de su familia, no al lado de sus hijos, si los tenía. Él era rico... Rico con su nueva familia, con su esposa, con sus amigos, con sus empleados, sin embargo, ellos eran pobres, sin amigos, sin recursos, sin familia, sin ellos.
La ceremonia terminó él tomó a su esposa de la mano y la condujo con cuidado hacia su lujoso auto, solo tenía ojos para ella, la ayudó a acomodarse en el asiento trasero y luego subió junto a ella. No miró a su alrededor, no miró a un par de ojos que a la distancia y ocultos entre los autos estacionados los miraban con nostalgia y tristeza.
Era demasiado tarde para ser parte de la felicidad que lo embargaba a él.
Ella soltó el llanto, él la abrazó, ahora tenían vida y su salud mejoraba, pero no tenían a nadie salvo a ellos mismos.
Cabizbajos regresaron al hospital. La vida les daba más de lo que ellos habían dado, y aunque ahora se arrepentían, nada borraría lo que aquél niño de ocho años pasó para llegar a donde ahora estaba y nadie sustituiría lo que durante años él no recibió de ellos, y nadie calmaría el dolor que aquel joven soportó durante décadas porque ellos no esperaban ser padres, ni habían planeado serlo aún, nadie borraría las lágrimas de un hijo que no pidió venir al mundo pero había venido y ahora nadie quitaría la felicidad de ese hombre que ellos no le habían dado pero otros que no llevaban su sangre le habían proporcionado.
_ ¿Nos perdonara, algún día? - interrogó ella entre lágrimas.
_ Ya nos perdonó. - dijo él sollozando también.
Eso era lo peor, que después de todo, él hubiera sido lo bastante maduro, lo bastante bueno, lo bastante considerado para perdonarlos, para tenderles la mano cuando ellos se la negaron, de devolverles la vida cuando a ellos no les importó si la perdía, para darles ayuda económica cuando ellos lo dejaron con solo lo que tenía encima, para no dejarlos en la calle, cuando ellos lo aventaron a la fría oscuridad de un callejón vacío.
Se abrazaron más fuerte, no merecían lo que estaban recibiendo, una oportunidad, cuando ellos se la habían negado a su único hijo. Ahora darían su vida por él... Pero era demasiado tarde.
*****
Roberth. - dijo Lidia cuando se dirigían en el auto hacia el aeropuerto donde tomarían un vuelo para disfrutar de su luna de miel. _ ¿piensas algún día perdonar a tus padres?_ ¿a qué viene esa pregunta? - la miró desconcertado.
_ Solo me preguntaba si podrías hacerlo, no por ellos, si no por tí. - acarició su mejilla.
_ La verdad es, que desearía no tener que volver a verlos en mi vida. - tomo su mano entre las suyas y las beso con ternura. _ ¿Te preocupan? - la miró a los ojos.
_ Pensaba que tú tienes tanto y ellos no tienen nada. - dijo con timidez tratando de no enojarlo, no quería decirle que los había visto al subir al auto, y tampoco quería, pedirle que los ayudara, no sería justo para él y ella no se atrevería a pedírselo.
_ Se por dónde van tus pensamientos. - sonrió, era tan transparente, tan predecible y era tan noble, no entendía como había logrado adaptarse a la vida con un mafioso como Alfonso y a la vez amarlo. _ No me voy a desentender de ellos. - la tranquilizó rodeándola con sus brazos. _ No los puedo dejar sin nada, tampoco les puedo dar lo que tenían, pero no puedo dejar que mueran como dos indigentes.
_ ¡Gracias! - dijo feliz abrazándolo con fuerza. _ eres el mejor lo beso con timidez.
El tomo su rostro entre sus manos y correspondió a su beso, un beso dulce, firme, apasionado y ella se derritió entre sus brazos, lo amaba y lo amaría siempre.
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CORAZÓN ATORMENTADO. No.8️⃣/SERIE HOMBRES DE LA SIERRA.
RomantikRoberth gritó desesperado. _ ¡Sálvala! - extendió el cuerpo inerte de la mujer que amaba. Los brazos del médico la tomaron y él con dolor de su corazón tuvo que entregarla. Se resistía, a hacerlo, como se había resistido toda su vida a hacer lo que...