14: Entre el primer y el segundo plato

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Les presento a Taylor Momsen como Taylor Momsen... No me denuncien.

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Aly se sintió como si girara a cámara lenta.

Los nervios le habían impedido reconocer la voz femenina que les había sobresaltado, pero estaba segura de que le era familiar. Para más inri, sabía de una persona que utilizaba a menudo esa exclamación cuando quería atraer la atención sobre ella.

Cuando miró en la dirección de aquella intrusa, se le cayó el mundo encima. Su pelo rojo fuego se distinguía incluso con la escasa luz. Juro que el corazón de Aly se detuvo un instante mientras buscaba en el rostro de Clare algún indicio de que les había pillado haciendo algo... imprudente. Y cuando encontró muestras de ello, sus latidos emprendieron un ritmo enloquecido que le palpitó en la cabeza. Sentía que le ardía todo, y no sólo por los besos con Zac.

Oh, Dios.

Dios, Dios, Dios. Un milagro cualquiera, por favor, pero que Clary no llegara a la conclusión que parecía sopesar. La cual, por otra parte, era correcta.

Se formó un silencio tan tenso que Alyson apenas podía coger un poco de aire de él.

Y entonces, sin venir a cuento, Zac rompió a reír. No muy alto, pero suficiente para que Aly se enfadara. ¿En un momento tan crítico le entraba la risa? Típico de él (chico inapropiado), demasiado típico.

Clary miró alternativamente del uno al otro desde su posición, a unos metros de ellos. Otra vez, la joven se reprendió mentalmente por haber sido tan insensata. ¡Había lugares de sobra para besarse con Zac en aquella casa! Y con aquel pensamiento su bochorno fue mayor. Estupidísimas hormonas.

Entonces, antes de que nadie abriera la boca (aunque el chico estaba riéndose, pero eso no contaba), Clare se acercó más a Zac. Se puso de puntillas, estirando sus delgados brazos que aún parecían más delicados al estar al lado de su hermano -quien era el completo opuesto a ella. Clare le cogió la pechera a Zac y tiró un poco para indicarle que se inclinara. Zac obedeció, indiferente. Aly se quedó más muda del asombro al ver que su hermana intentaba ordenar el revoltijo que ella misma había creado en la cabeza del joven.

Cuando Clary terminó la tarea con gratos, suspiró. Ese sonido fue lo único que se escuchó en por lo menos un minuto. La chica bajita parecía tener dolor de cabeza, por la forma en que se masajeaba las sienes con un par de dedos.

Aly lo supo antes de que pasara: Zac iba a romper el silencio.

–¿Qué pasa, enana? Ni que no me hubieras visto así, o en situaciones peores –comentó él como si tal cosa.

Aunque a la muchacha francesa le pareció que Zac hacía un esfuerzo por ser deliberadamente desagradable. Quizá quería sacar de quicio a su hermana. Se le daba de lujo, poner a la gente de los nervios. Alyson lo sabía de primera mano.

–Zac... –murmuró Clary, con tono de desaprobación– Es Alyson. No es cualquiera de las otras chicas con las que has estado.

Hablaban como si la susodicha no estuviera ahí también, y así se sentía ella. Así que procuró encontrar su voz y hacerla fluir a través de sus cuerdas vocales. Suena fácil, pero le costó. Bastante.

–Yo... Eh, Clare, no era mi intención. Yo solo quería ayudar a Zac con lo del problema que te he dicho que creo que tiene –ahora era ella la que estaba actuando como si fuera una conversación de dos; de pronto encontró la manera de desvíarles del tema actual–. Por cierto, ahora que está tu hermana delante, quiero que reconozcas tu adicción al alcohol, Zac.

Cuando el cielo baja al infierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora