51: L'Amour

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Arriba, el sexy de Leroy.

Un capullo es un capullo, pero si alegra la vista mejor.

Bueno... A ver qué opináis de este capi, es un poco trambólico.

.


Alyson veía sin ver. Ella sabía que tenía los ojos abiertos porque percibía la luz a su alrededor. Mas no podía parpadear, ni moverlos. De hecho, estaba paralizada de los pies a la cabeza.

Había voces a lo lejos. Y un dolor palpitante. ¿Era suyo, ese dolor? Su cuerpo estaba tan entumecido que no lo tenía claro. No, esa no era la palabra. No entumecido, su cuerpo estaba... Dormido.

Las voces fueron tomando forma. Era una sola voz, que ella conocía perfectamente.

Zac.

–Tendría que haberte protegido mejor, Alyson. Si hubiera sabido cómo...

¿A qué se refería? Ella estaba... bien, más o menos. Quitando que no tenía ni idea de qué estaba pasando, ni de porqué se sentía tan fuera de lugar.

Estoy bien, quiso decirle. Su garganta no emitió ningún sonido.

Siempre me siento protegida contigo.

Nada, seguía sin funcionar.

Él estaba sufriendo. Ella lo notaba. Zac estaba fatal. ¿Qué había pasado? ¿Por qué no podía decirle que no se preocupara? Le rompía el corazón oír su voz rota susurrando disculpas sin parar. Su dolor la hería más que cualquier otra cosa.

Se escuchó un sollozo. Un chico estaba llorando. No podía ser... ¿Zac? Imposible.

Sus ojos comenzaron a enfocar. Lo que eran sombras incoherentes, se fueron despejando hasta dejar a la vista los rasgos contraídos de Zac.

Dios santo.

Los ojos color chocolate estaban empañados. Lágrimas corrían por los pómulos marcados del muchacho. Él apretó los ojos y sus pestañas atraparon algunas gotas. Alyson quiso gritar.

Pero su voz seguía sin salir.

No llores, Zac. ¿Por qué...?

Como si él la hubiera escuchado, dijo:

–No puedo estar en este mundo sin ti. Ya no. Te lo dije –el chico miró a su izquierda; había alguien allí, Aly no podía ver quién era–: si ella no vive yo tampoco.

Zac había estado abrazando su cuerpo inerte en el suelo, pero ella no había notado sus brazos hasta que le vio soltarla y levantarse. Tenía un cuchillo en su mano.

Alyson contempló, partiéndose por dentro, cómo Zac se llevaba el arma hasta su garganta.

¿Qué? No, no, no. Tenía que ser una broma.

Suplicó a su cuerpo que respondiera. A Dios que hiciera algo. ¿Por qué la otra persona no intentaba detenerle? ¡Ella no podía!

–Así es como debe ser –reconoció la voz, fría como un témpano y con ese deje italiano.

Era Costello.

¿Qué hacía él allí? ¿De verdad no iba a parar a su nieto?

No pudo pensar más porque Zac presionó el cuchillo contra su piel y la sangre comenzó a fluir. Líneas rojas surcaron su clavícula. La camiseta blanca del chico se empezó a teñir de rojo.

Cuando el cielo baja al infierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora