38: Costello

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Alyson y Zac detuvieron la danza abruptamente.

Al contrario que ellos, la música siguió su curso, dotando de un aire trágico aquella inmovilidad.

La joven se sobresaltó al oír esa voz arrastrada, desconocida y educada, que tenía un rastro profundo de algún acento que ella no supo reconocer.

Pero la reacción del chico fue mucho más exagerada. Aly jamás le había notado tan petrificado y rígido en sus brazos. Como si se hubiera muerto de repente.

Las manos de Zac se habían congelado sobre ella y no le permitían moverse. Alzó la cabeza para mirarle y registró la alarma por cada uno de los poros de su piel broncínea, que ahora había empalidecido. Verle tan afectado la inquietó sobremanera.

Él no la miraba, tenía la vista puesta en la puerta con los ojos abiertos de par en par, sin pestañear. Alyson miró al intruso por fin. Y supo instintivamente quién era en cuanto lo vio.

El abuelo de Zac.

Recordó lo que Chace le había dicho sobre que parecía un hombre sin sentimientos, aquella vez que le sacó algo de información sobre él.

Aunque Alyson no hubiera sabido todo lo que sabía sobre ese señor, sobre lo cruel y malintencionado que era, habría sentido miedo igual.

Era una de esas personas que dan mala espina con solo verlas. Esas personas que si te las encuentras por la calle te inspirarían malas vibraciones, sin ni siquiera conocerlas. Esas personas que parecen tener detrás un oscuro pasado.

Iba vestido de etiqueta. Tenía un aire noble, como si fuera de la realeza. A sus espaldas, contra la puerta cerrada, había otros dos hombres trajeados. Eran muy altos. Dos metros mínimo. Rubísimos y con un aire extranjero, de país del este de Europa. Los tres miraron con fijeza a los jóvenes, inexpresivamente. En vez de rostros parecían tener máscaras.

–Ese no es mi nombre, nonno –dijo Zac uniformemente–. Me llamo Zachary Rise.

El chico había aplicado una entonación diferente para decir esa palabra que Alyson desconocía: Nonno. Recordando haberla oído alguna vez, Aly supo que significaba abuelo.

Se quedó de piedra cuando el hombre comenzó a avanzar hacia ellos. Zac puso a la chica a su espalda, dejándola fuera de vista. Ella saco la cabeza por su costado para poder ver qué pasaba.

El abuelo se quedó quieto a escasos metros de ellos. Incluso a esa distancia y sin conocerle de nada, la joven notó un cambio en su rostro y supo que había apretado los dientes.

–No desprecies el apellido de tu famiglia.

–No te considero mi familia. Si te digo nonno es porque no quiero revivir lo que pasó la vez que no lo hice.

El abuelo movió ligeramente la cabeza hacia los lados, expresando su disconformidad.

Nipote, ¿no vas a presentarme a la bambina?

Alyson estaba algo perdida con las terminaciones italianas, pero no se atrevía a abrir la boca. Algo en la forma en que el abuelo ponía los ojos sobre ella la intimidaba. Era como si, hasta que él no diera la orden, la chica no pudiera abir la boca.

–No –casi gruñó Zac.

–Vincenzo...

A Alyson no le gustó nada cómo dijo el segundo nombre de Zac.

Llevada por el impulso de protegerle, sorteó al chico y se puso frente al abuelo antes de que él pudiera evitarlo. Zac se situó contra su espalda un segundo después, asiendo sus caderas. Aly escuchó dos chasquidos. Los hombres de la puerta, de repente, llevaban unas pistolas en la mano y apuntaban hacia ellos. Estuvo a punto de gritar, pero se contuvo de alguna forma y solo soltó un jadeo.

Cuando el cielo baja al infierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora