45: Fin de año, amor y locura

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Zac ayudó a su novia a abrocharse el sujetador por la mañana.

Se habían quedado dormidos después de hacerlo una última vez, pero despertaron justo para poder ver el amanecer. Todo se volvía cálido, rojizo, del color del cielo.

Bajo esa luz tan especial, Aly contempló a Zac mientras se levantaba y se ponía los calzoncillos.

Se quedó prendada de él. La tableta de chocolate, las líneas del resto de sus músculos, su cuerpo trabajado... Se le hizo la boca agua. Cuando se agachó para coger su pantalón del suelo, Aly le miró el culo. Y por fin se dio cuenta de que se había quedado embobada.

Parpadeó, cogió su propia ropa y comenzó a ponérsela. Evitando mirarle a toda costa.

–Estas cosas que hacemos, Zac... –dijo la chica mientras terminaban de vestirse– No están bien.

Él sacó la cabeza por la camiseta, se la acomodó y la miró. Con el pelo deliciosamente revuelto y cara de bien follado.

La imagen terminó de robarle el aliento cuando Zac le lanzó una de sus sonrisas. Extendió el brazo hacia ella, que estaba sentada en el suelo.

–Dame la mano y deja de preocuparte.

Aly la aceptó y se levantó.

–Ya veo que yo lo siento y tú no.

–Te has llevado un recuerdo precioso conmigo en este lugar –comentó Zac, manteniendo la sonrisa–. No puedes engañarme.

Alyson se quedó mirándole.

Al final suspiró y le abrazó por la cintura. Enterrando la cabeza en su pecho, inspiró el aroma de su ropa y de él mismo. Asintió con la cabeza.

–Cambia, Zac –se vio en necesidad de añadir–. Por favor. Aunque sea solo un poco. Algún día nos meteremos en un lío por tus locuras.

El chico se puso un poco tenso, pero acabó rodeándola con sus brazos y acariciándole la espalda lentamente.

Ahora que lo pensaba, había estado a punto de perderla por los pelos en más de una ocasión. Por su comportamiento impulsivo.

Para él todo era muy simple. No había necesidad de pensar, de complicarse. Zac solo quería estar con ella. Despertarse por la mañana a su lado, con las ganas saciadas. Y hablar con ella. De nada especial, simplemente porque cualquier cosa que hiciera con Alyson le hacía sentir bien.

Entonces un pensamiento le hizo reírse a carcajadas.

–Soy como soy. Ódiame o ámame, pero sé a ciencia cierta que quieres follarme –le soltó, pagado de sí mismo.

Aly soltó un chillido escandalizado y le golpeó en el estómago. Se hizo daño ella misma. Agh, su novio era un burro idiota. Y además tenía los músculos como un bloque de granito.

–¡Zac!

–Ayer lo hicimos tres veces mínimo, así que no intentes negarlo.

Alyson puso los ojos en blanco.

–Eso es porque eres la droga más dura que hay –replicó de mejor humor.

Los ojos del chico brillaron, divertidos. Le cogió la barbilla y le pasó el dedo pulgar por el labio inferior.

–Así que te tengo enganchada, ¿eh?

Alyson captó el doble sentido de sus palabras. ¿Cómo hacía para que cualquier cosa que dijera sonara pervertida?

Cuando el cielo baja al infierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora