–Zac, necesito hablar contigo.
El chico se había encerrado en su habitación después de que se ducharan juntos. Él le había pedido a Aly que le dejara solo. Vale, eso suena fatal. Pero Zac necesitaba un tiempo a solas, y ella le entendió y lo aceptó.
Solo que habían pasado tres horas y él seguía sin dar señales de vida.
Alyson había intentado dormir, pero no podía quedarse dormida sin él enredado en su cuerpo. Se había acostumbrado a su calor. Era ridículo lo dependiente que podía llegar a ser de él, y lo poco que le importaba ese hecho.
Al fin y al cabo, era su chico, eso le daba el derecho de dormir con él.
Volvió a llamar a la puerta un par de veces.
–¿Estás dormido?
La puerta se abrió por fin y Zac estaba al otro lado más guapo que nunca. Con su barba de dos días, el pelo revuelto y solo con los bóxer. Aly babeó acerca de sus abdominales durante cinco segundos por lo menos.
–Ya no –bostezó él, y se apoyó en el marco de la puerta y extendió el brazo hacia el interior, regalándole una sonrisa torcida–. Cuando termines de pensar en lo que hay debajo de mis calzoncillos, pasa y hablamos.
Aly puso los ojos en blanco, pero no negó nada.
Pasó y se sentó en la cama, esperándole. Zac se unió a ella dos segundos después. Antes que nada, la besó lenta y profundamente. La recostó en la cama y la abrazó, enterrando los dedos en su pelo y dejando más besos ahí. Ella le acarició el brazo que la rodeaba.
–Tenemos que hablar de lo que pasó... De lo que hiciste cuando... Eh... Costello...
–Del tema de si he matado gente.
Dios, directo al punto.
–Sí –susurró Alyson–. ¿Es verdad?
Le escuchó suspirar y se acurrucó más contra él.
–Lo es...
Aly tomó una respiración profunda. Se le humedecieron los ojos. Aguanta. Aguanta. La primera lágrima se le escapó y con ella... No pudo evitarlo y se le escaparon muchas más.
–Te escucho –le dijo entre lágrimas–. Quiero saberlo todo.
Zac hizo una pausa. Una pausa demasiado larga. Pero finalmente abrió la boca y se explicó.
–No tenía elección –la abrazó más fuerte–. Podría decir que fue en defensa propia. Eran ellos o yo. Costello me mandaba con sus hombres, como si fuera uno más, a misiones. En realidad, quería entrenarme. Ordenaba a sus hombres que me hicieran sufrir pero sin que acabara muerto. Yo tenía que echarle huevos, enfrentarme a tipos que no había visto en mi vida, y disparar primero.
>>Al principio entraba como en modo automático. Dejaba la mente en blanco, actuaba como el asesino que se suponía que tenía que ser y me marchaba sin mirar atrás. Bueno, más o menos. La primera vez que la bala que disparé dio a su objetivo, y le volé la cabeza a un tío, vomité al instante. Y cada una de las muertes pesan, siempre las llevaré a mis espaldas.
Aly se limpió las lágrimas y rezó por no llorar más, porque por la forma en que Zac la abrazaba ya no sabía quién estaba consolando a quién.
–No puedo ni imaginármelo. Tiene que ser horrible.
–Estuve yendo a psicólogos por mi cuenta después de eso. Odiaba matar a esa gente. A Costello le encantaba burlarse de mí diciendo que era bueno en ello. Y es verdad que tenía... buena puntería –escupió Zac entre dientes–. Pero eso no hace que sea algo de lo que me sienta orgulloso. Si puedo evitarlo no quiero tener que volver a tocar un arma en mi vida.
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Cuando el cielo baja al infierno.
RomanceTípica historia en la que una chica buena conoce al chico malo. ¿O no tan típica...? Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas y Alyson lo ha aprendido a base de bien. Ha cruzado todo un océano y ha aceptado una propuesta (no demasiado...