16: La mierda de Zac

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–A ver si para la próxima te depilas. Es como besar a un tio con barba de meses. Aunque yo no tenga ni idea de cómo se siente eso.

Aly ya no recordaba cuánto hacía que no le pedían algo así.

Esa fue la queja de Zac al terminar de... da igual. Sinceramente, lo más seguro fue que él lo dijera por molestar. Tenía esa estúpida sonrisa suya grabada en la cara.

Alyson le habría gritado mil barbaridades al chico por amargar todo lo que habían avanzado en su relación aquella noche. Pero cuando lo intentó, se le fue la voz por completo. Le salió un graznido que comenzó siendo ronco y terminó en una exclamación aguda. Las palabras, o insultos más bien, no se le entendieron ni a sus propios oídos. Ahora sí podía decir que estaba enferma.

La mirada castaña de Zac brillaba. Estaba que desbordaba felicidad. Quizá fuera tan iluso que pensara que ella le iba a perdonar en breves por esa frase indecorosa. Aunque también habían hecho cosas indecorosas y ella no le puso pega alguna al fin y al cabo.

Cuando Aly logró calmar su mente logró escupir un par de oraciones:

–Cámbiate la cara. Y no vuelvas a creer que tienes algún poder sobre mí.

Sin darle opción de replicar, se levantó del suelo no muy grácilmente. Salió del cuarto dando un portazo que no premeditó.

Ya no sabía si notaba la cara arrebolada por las cosas que habían pasado esa noche o porque tenía fiebre... Le vibraba la cabeza. Su pobre corazón latía a un ritmo extraño -veloz pero también adormilado por ratos. Y notaba una rara frustración agridulce en su bajo vientre. Estaba satisfecha con lo que Zac le había hecho (Dios, qué vergüenza hasta reconocérselo a sí misma), y sin embargo quería más. Le echó la culpa en voz bajísima a las hormonas.

Sin ganas de ver a nadie, fue directamente hacia su cuarto y se encerró allí. Le lanzó una mirada al móvil mientras pulsaba la pantalla táctil para ver la hora, aunque la olvidó al instante.

Caminó como una zombi hasta sentarse en la cama. Sacó el pijama de debajo de la almohada y se lo puso con una parsimonia increíble. Se sentía muy tonta. No iba a conseguir dormir mucho esa noche, lo intuía.

Maldito Zac. La joven comenzaba a crear la teoría de que el muchacho era hijo del demonio y éste se lo había mandado para hacerla caer en el pecado. ¿Dónde estaba su ángel de la guarda en esos momentos, entonces? Casi era preferible soñar despierta que aceptar la realidad: Zac la tenía prácticamente hechizada. Con sus acciones, y por supuesto su físico, estaba ganándose a Alyson. Lo peor era que, aunque ella ya estaba consciente de esto, ¡no podía evitar caer en sus redes! Lo intentaba y lo reintentaba... pero el resultado era el mismo. No se iba a rendir, no aún, de todos modos.

En eso andaba pensando mientras se vestía con la ropa de dormir y dejaba después el hermoso vestido sobre el respaldo de una silla. Ahora le gustaba menos porque lo habían mancillado las manos de Zac y algo de su olor había quedado impregnado en él. Lo lavaría a fondo al día siguiente.

Se dejó caer de espaldas en la cama. Permaneció con la mente en blanco hasta que le comenzó a sonar el móvil. No procesó la información hasta que el estridente politono que venía predeterminado con el aparato iba por su cuarta nota. Quizá eso indicaba que la persona que la llamaba necesitaba localizarla con urgencia.

Rodó sobre sí misma hasta llegar al borde del colchón, desde donde lanzó una mano a por el teléfono y se lo llevó a la oreja sin mirar quién era. Un segundo más tarde, lo apartó completamente molesta porque había seguido sonando en su oído. Pulsó el botón de contestar y repitió su anterior movimiento.

Cuando el cielo baja al infierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora