5: Mucho más

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La cosa se pone caliente. Con Zac ya aquí, ¿cómo no iba a ponerse caliente? Mmm.

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Zac, el chico malo, ni siquiera se había despedido de Aly al desaparecer con sus amigos. Cierto que ella había huído en cuanto tuvo oportunidad, pero él debería haber hecho algo... Aunque, por otra parte, mejor así. Era problemático y ponía a la muchacha de los nervios. Solo buscaba molestarla.

Y ahora tenía más cosas por las que preocuparse que un estúpido con cambios de humor. Corrección: un chico. Aunque venía a ser lo mismo. Casi todos los que había conocido la habían decepcionado al menos una vez en la vida. Incluso Benjamin, aunque eso era otra historia.

El caso es que tenía que encontrarse con Anna, la chica híbrida -como los coches. Ni siquiera le dio tiempo de reírse de sí misma por un chiste tan malo porque la susodicha apareció por una esquina. Gesticuló efusivamente con las manos antes de echar a correr hacia Aly. Tenía una sonrisa enorme que indicaba lo diferentes que habían sido sus primeras horas en la Academia respecto a las de Aly. Ésta última miró hacia su retaguardia por si había alguien más a quien su conocida estuviera avisando de algo. Anna se le echó encima en ese momento. Alyson se dio cuenta de que lo que ocurría era que la otra chica tenía una personalidad muy impulsiva. Cuando impactó contra ella (se podría decir así, ya que casi se cayeron las dos y todo), Aly se abrazó a su cuerpo también por inercia.

–¡Te he echado de menos! Tienes que contármelo todo –le exigió Anna mientras la arrastraba del brazo hasta el interior de la cafetería–. Mira, he conocido a un chico... Ma-dre Mí-a. Y con eso te lo digo todo. En la primera clase quería partirle su cara de idiota. Pero después nos hemos sentado cerca y he pasado la hora charlando con él...

Aly creía en eso. La muchacha tenía una boca que se aflojaba muy pronto: cuando empezaba a hablar se motivaba. Y eso que en un principio la había instado a contar lo que llevaba de mañana, aunque parecía que su amiga ya lo había olvidado. Bueno, prefería escuchar. Además la otra muchacha era divertida y contaba las cosas con carisma.

Aly desconectó un momento de Anna para buscar a Clary por el lugar. Era un entorno agradable. Blanco impoluto con marrón de madera fina. Una cafetería grande, demasiado, con toque anticuado.

Se distinguían los grupos en cada mesa: empollones en las esquinas, al igual que los góticos; el terreno de los deportistas era cerca de los populares y las animadoras, en el centro, mientras que el de los skaters (parecidos aunque mejor no confundirlos) se ubicaba en ese perímetro también. Y había más y más personas que se podían etiquetar con un nivel de dificultad variable. No encontró la cabellera rojiza de su hermanastra y desistió. Quizá Clary la vería primero.

Los pasos de las muchachas avanzaron hasta la cola para coger comida. Cada una se hizo con una bandeja. Anna no dejó de hablar ni para elegir lo que iba a comer.

–Y me he dicho: pues lánzate. Como con esto, ¿ves? Tendría que estar a dieta, pero no puedo resistirme –dijo a gritos porque ahí todo era ruido, mientras echaba un plato de pastel de carne con patatas a su bandeja–. Luego me arrepiento... Pues eso, que nos hemos hecho tan amigos que comerá mañana con nosotras. Hoy no porque tenía que ir al médico. Tiene la salud delicada, ¿sabes? Oh. Perdona que no te haya preguntado antes de invitarle. Espero que no te importe... ¡Pero qué te va a importar, si eres más dulce que un tiramisú –Aly se echó a reír por la comparación–! Es la pura verdad, Santita.

Y acto seguido su risa se detuvo.

–Hey, hey –dijo la otra chica, mirando con un poco de susto la seriedad repentina en la cara de su amiga–. Que era coña. Es que al salir de clase he ido a por ti a tu aula y me he encontrado con la hija de una amiga de mi madre. Dunia, es afroamericana. Simpatiquísima. En realidad sólo la vi una vez, en el cumple de su madre hace dos años...

Cuando el cielo baja al infierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora