53: Quédate conmigo

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–Tengo información sobre Costello.

Leroy había vuelto de echarse un cigarro, se había sentado con cara de circunstancias y les había soltado eso.

Hubo una larga pausa, hasta que uno de los dos reaccionó.

–¿Qué clase de información? –se interesó Zac, echándose hacia adelante en la silla.

–La que te dará esa libertad que tanto quieres.

Zac parecía escéptico. Alzó una ceja hacia el otro chico.

–¿De dónde la has sacado?

–Costello me llevó a su casa de Italia. Hay una habitación secreta en la biblioteca. Es lo más cliché que he visto en mi vida.

–Sí, la conozco –asintió Zac–. ¿A ti también se te cayó esa ridícula estatua de una cabeza romana?

Leroy sonrió con todos los dientes.

–Exacto. Casualidad que al colocarla la moví justo encima del sensor.

Vaya, parecía que los chicos habían encontrado algo en común. Aparte de Aly, claro.

–Bueno... ¿Y qué es esa información? –quiso saber Alyson, hablando bajo como si el propio Costello fuera a oírla.

–Documentos –respondió Leroy ambiguamente–. Un montón de documentos confidenciales.

–¿Cómo los conseguiste sin que mi abuelo se diera cuenta?

–Bueno, tuve suerte. Hubo un apagón y las cámaras no funcionaban. Así que entré, eché fotos a lo que me pareció importante y salí de ahí dejando todo como estaba.

–¿Dónde están esas fotos?

–En tres tarjetas de memoria. Dos de ellas están escondidas.

–¿Y la tercera?

–Pensaba que nunca preguntarías –respondió Leroy irónicamente–. La tercera la llevo siempre conmigo.

Se llevó las manos a la espalda y desabrochó el colgante con forma de péndulo que llevaba. Lo apretó y este se abrió, dejando ver una pequeña tarjeta de memoria negra. La dejó encima de la mesa como si nada. Alyson y Zac la miraron como si acabara de mostrarles un cofre con el tesoro más grande del mundo.

Zac suspiró.

–¿Y cómo me va a ayudar eso, exactamente?

Leroy se mordía el labio, controlando la risa.

–¿Quieres saber qué contiene?

–Francesito, deja de jugar conmigo.

–Qué aburrido eres –el chico rubio puso los ojos en blanco antes de mirar a Alyson–. No me negarás que conmigo te lo pasabas mejor.

–Cállate –replicó la chica, dándole un pequeño puñetazo en el brazo.

–Oh, te has vuelto igual de aburrida que él.

Zac le agarró el cuello de la camiseta en un movimiento brusco que sobresaltó a Aly. Le acercó a él y le miró fijamente a los ojos, amenazante.

–Suéltalo. Ya.

Leroy enarcó las cejas y miró hacia abajo, a los puños del otro chico crispados en su ropa. Zac le soltó lentamente. Leroy se rascó la barba de días como si no tuviera una preocupación en el mundo.

–Había una prueba de paternidad –dijo por fin, y tras una pausa dramática continuó–. Era de tu madre, Elena. Ella y Costello no tienen ningún lazo sanguíneo.

Cuando el cielo baja al infierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora