9: Tiempo de contacto

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Arriba, la enana diabólica: Clary.

¿Qué os parece la historia de momento? ¿Algo que os guste (aparte de Zac), algo que no?

XXX

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Alyson apenas pudo dormir aquella noche.

Cerró los ojos para no tener que contestar y fingió hacerlo hasta que sintió que Zac desaparecía del cuarto. Sinceramente, ¿quién habría podido dejarse caer en brazos de Morfeo con el chico rondando cerca de ella? Y más después de lo que había sucedido en el cuarto de la limpieza. No, definitivamente no confiaba en él demasiado. Aún.

Todavía no había encontrado ningún remedio natural para dormirse rápidamente y no tener pesadillas, por lo que cada mañana se tenía que poner una especie de lápiz labial bajo los ojos para cubrir las ojeras. Era un corrector que le había regalado Clary, ya que estaba obsesionada con los maquillajes y todas esas cosas. Alyson se preguntaba siempre que hablaba con ella el porqué no iba con la gente popular. Descontando el aspecto de la muchacha pelirroja, su personalidad entraba en esa categoría a la perfección. Algún día reuniría el valor para interrogar a su hermana adoptiva sobre eso. Pero hasta entonces vivía con esa curiosidad.

A la mañana siguiente, después de pasar gran parte de las horas oscuras a la vera de Zac, Aly se despertó un poco mareada. En cuanto vio la ropa que reposaba sobre la espalda de la silla de madera frente a su escritorio, olvidó cualquier náusea. Se sentó a la orilla de la cama para ponerse sus zapatillas rosas de estar por casa con forma de vaca.

Últimamente hacía más frío y caminar descalza por el suelo era pescar un resfriado seguro. La chica ya notaba un cosquilleo en al garganta que no presagiaba nada bueno. Con las bajas temperaturas que se habían cernido sobre Charleston, Aly también había tenido que comenzar a usar un pijama de invierno de una pieza que le encantaba porque se lo habían regalado sus amigos por reyes dos años antes.

Con mil pensamientos por minuto, se levantó finalmente para acercarse a inspeccionar su indumentaria. Aquella ropa era la que había llevado cuando Zac y ella habían hecho... cosas, por decirlo así, en la habitación llena de trastos. Dios, ¿qué habría pasado si les hubieran llegado a pillar de esas trazas? Su reputación actual, aunque no le gustara demasiado, se habría vuelto completamente opuesta, seguro. Y qué decir si hubieran sido descubiertos por el Director.

Apretó sin querer la blusa que Zac había desabrochado sin ningún pudor el día anterior, para poder acceder a sus senos. ¡Qué vergüenza, Dios! No iba a poder mirarle a la cara, nunca más.

Y entonces la promesa que le había hecho golpeó con fuerza su conciencia. Sintió ganas de llorar. Ahora, además, tendría que comenzar a darle clases particulares. Como si no estuviera a solas con él lo suficiente.

Cualquier cosa podía pasar... ¡No! ¡Por supuesto que no! Ella tenía mentalidad propia, sabía controlarse, era una chica madura. Podría con Zac así como había "castrado" a otros antes. No se dejaría pisotear. Aunque, por otra parte, se comportó de una manera tan caballerosa horas antes... Dios, lo que Aly vivía sólo se podía resumir así: Confusión. Definitivamente estaba confundida.

Y aún no había dejado pasar que quería unas disculpas de parte de ese arrogante imprevisible. De una manera u otra, parecía que no se lo iba a sacar ni de la cabeza ni de la vista.

Aly suspiró y se acercó la camiseta un poco más a la nariz, pensando casi resignada que olía a chico. A Zac. Sentía que la cara había comenzado a arderle, mientras ese aroma llevaba su mente hasta unos recuerdos censurables.

Cuando el cielo baja al infierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora