17: Calma tras la tempestad

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Os dejo una canción arriba que me ha tenido enganchadísima las últimas semanas. Me ha recordado a esta historia y por eso os la dejo

XXX

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Fue una suerte que Alyson se dejara la puerta abierta por las prisas, ya que no llevaba llaves y habría sido muy embarazoso para ella tener que llamar al timbre. Si Michael o algún otro le hubieran hecho alguna pregunta en ese momento sobre porqué estaba afuera, seguramente se habría echado a llorar otra vez.

Una vez que se hubo recompuesto, decidió que lo mejor era volver a la cama. No podía hacer nada más.

Con andares bastante lentos, traspasó la entrada y tuvo cuidado en no hacer demasiado ruido. Al llegar al recibidor, notó unas sombras más oscuras en medio de la penumbra. Buscó el interrumptor a tientas y lo presionó, sin vacilar ni un poco. La luz no le hizo daño, ya que había estado bajo los focos del Ferrari momentos antes, pero el resto de gente que había en la habitación contrajo los ojos.

Toda la familia estaba allí, mirándola con diferentes expresiones que tenían algo en común: la compasión. Incluso Shane, vestido con la parte de debajo de un pijama masculino, parecía pedirle perdón con la mirada. Nadie dijo nada, y Aly lo agradeció. Quiso sonreír para tranquilizarles, incluso pensó que lo había logrado un poco, pero también le salió un gemido furtivo de la garganta.

Escapó; salió corriendo escaleras arriba y no esperó que la siguieran. Afortunadamente no fue así. Todos debían de haber visto lo que había pasado. O parte de ello, ya que sin duda si hubieran notado que estaba en peligro la habrían rescatado. Confiaba en ellos.

Y, pese a todo, confiaba en Zac...

Se durmió con eso en mente, intentando convencerse a sí misma. Definitivamente, un pedazo de esa confianza se había truncado aquella noche.



A la mañana siguiente, la alarma estridente de su móvil la despertó temprano.

Lo primero que la joven hizo fue darse una ducha como había querido la noche anterior. Aunque, nada más entrar al baño se quedó petrificada en la puerta unos instantes, para después salir corriendo hacia el espejo. Pegó el rostro al cristal para comprobar acertadamente que había una herida en su labio inferior junto con un pegote de sangre seca que cubría parte de ellos. Daba asco, parecía que se lo había reventado. Aly se enjuagó la boca hasta que solo quedó una pequeña raja no muy bonita. La cubrió con una tirita anti-herpes, quedándose más tranquila, aunque no mucho.

Zac la había mordido bien.

Se rozó el corte antes de cubrirlo y le escoció un poco. Recordó el tacto de la boca de Zac sobre la suya. La última ocasión en la que él la había besado de esa manera tan fiera. Nunca había odiado tanto el beso de un chico. Ojalá las cosas fueran como él dijo y quedaran solo como... hermanos, supongo. Familia adoptiva. Nada sonaba correcto.

Se fue al cuarto para vestirse mientras naufragaba en recuerdos.

Por suerte no se encontró a nadie por la casa -en orden de personas allí a quienes no quería ver entonces: Zac, Clary, y después sus padres. Eso era raro. ¿Dónde estaban todos? De todos modos, se dio prisa antes de salir. Mientras desayunaba con esa rapidez, llamó a Chase y le citó en un centro comercial, el único al que sabía llegar desde allí solo con transporte público.

Partió, sin haber logrado sonreír desde que abrió los ojos aquella mañana. Había tenido que ponerse un pañuelo alrededor del cuello para dejar fuera de la vista de cualquiera los chupetones que Zac le había hecho.

Cuando el cielo baja al infierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora