31: Un gatito rabioso

75 4 1
                                    

Si algo caracterizaba a Chace, es que era un cobarde.

Zac, conociéndole mejor que nadie, lo sabía perfectamente. Así que había asumido que tendría que esperar a que terminaran las semanas de hospital que le quedaban para poder verse las caras con él. En contra de lo que pensaba, el chico se presentó en su habitación justo el día después de que Alyson le hubiera contado lo que le hizo.

La había besado.

Y sí, Taylor también le había besado a él. Se ve que se habían puesto de acuerdo para hacer el gilipollas. No habían pensado que eso iría en contra de ellos, y no a su favor.

Chace y Zac habían compartido chicas desde siempre. Pero una cosa muy diferente era lo de Aly. No era una más para Zac, y sabía que Chace era consciente de eso.

Si había algo que el muchacho no tolerara, era la traición.

Cuando le vio entrar por la puerta, enmascaró la sorpresa de su visita con una sonrisa cínica.

–¿Pero a quién tenemos aquí? Así que el cabrón del lobo, después de comerse a Caperucita, tiene los huevos de ir a ver al cazador, que lo sabe todo. Tienes suerte de que no tenga una escopeta a mano.

Conforme hablaba, sonó más y más enfadado. Él lo notó. Chace también.

Zac se fijó en el aspecto del que, probablemente, no podría considerar como mejor amigo nunca más. Había vivido lo suficiente con él como para saber que el chico no había dormido en toda la noche. La culpa le quemaba por dentro, se le notaba de la cabeza a los pies. Pero eso no ablandó a Zac.

Haciendo gala de sus genes mafiosos, se acomodó contra el cabecero de la cama y entrelazó los dedos sobre su regazo, con una perfecta expresión de perdonavidas.

Chace soltó un suspiro tembloroso.

–No te va a importar lo arrepentido que esté, ¿verdad?

No se movió de la puerta. Apenas podía mirarle directamente.

Zac hizo un gesto con el dedo índice para que se acercara a la cama.

Él obedeció, pero estaba que se moría por dentro.

Cuando su amigo estaba al tope de enfado, sonreía como si estuviera loco. Una sonrisa malvada, la misma que esperarías que tuviera un asesino a sangre fría mientras comete un crimen. La misma sonrisa que tenía Zac en esos momentos.

–Iba a destrozarte la boca por haberla besado, pero ya veo que alguien se me ha adelantado –observó el muchacho, ignorando lo que Chace le había dicho.

–Tu novia. Me mordió tan fuerte que me lo partió.

Zac ardió a fuego lento.

Se debatía entre orgullo por el valor de su chica (aunque técnicamente no estaban saliendo) y la rabia de saber que sus dientes habían tocado la boca de alguien más.

Chace registró su expresión y supo que había cavado más honda su tumba.

–Qué interesante –Zac casi gruñía–. Me pregunto por qué hizo eso. Quizá es que no quería que la besaras. Y entonces me da por pensar... ¿Por qué mierda la besaste?

–No sabía que era tan especial para ti –dijo el otro chico con voz ahogada.

–Creo que esa excusa no te sirve. Ambos sabemos que no es verdad. Venga, inténtalo otra vez.

Chace tenía los ojos anegados en lágrimas que en cualquier momento dejaría de poder contener.

Zac no se apiadó. El chico se lo había buscado.

Cuando el cielo baja al infierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora