42: Dos caras de la misma moneda

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–Hola, mi amor.

Alyson hizo amago de levantarse, pero Zac llegó hasta ella rápidamente y le puso las manos en los hombros para hacer que se sentara de nuevo.

–No te muevas –la regañó, arrastrando las palabras–. Recuerda tu estado.

La chica miró hacia su abombado estómago con cariño. Se levantó la camiseta, cogió la mano de Zac y la puso sobre su piel. Al principio él abrió mucho los ojos con una mezcla de sorpresa y maravilla. Al segundo siguiente se puso de rodillas y abrazó la cintura de la joven, poniendo la oreja sobre su barriga para notar las patadas que daba el bebé. Ella le pasó la mano por el pelo, emocionada.

–No sé si te quiere o te odia –bromeó–. Siempre se activa cuando estás cerca.

Zac giró la cara y le dio un beso sobre el ombligo.

–Me quiere con locura, como tú.

Se irguió y apretó suavemente los labios sobre los de la muchacha. Desde que estaba embarazada, se había vuelto muy cuidadoso. La trataba como si fuera de cristal. Aly se sentía tan querida...

–¿Cómo está mi bisnieto?

Aquella voz grave les sobresaltó tanto que se separaron.

Pensaban que no había nadie en la casa. 

El hombre mayor que estaba detrás de Zac se acercó hasta quedarse a su lado. Llevaba traje de etiqueta, como siempre. Y el gesto duro de su boca era el mismo que el de la última vez que le vio. El abuelo de Zac.

–Bisnieta –le corrigió el muchacho, estrechando la mano del recién llegado.

Alyson le lanzó una sonrisa de bienvenida mientras se palpaba la barriga, invitándole a hacer eso también. El hombre se agachó mientras le devolvía la sonrisa, que se hizo más ancha cuando él también notó las patadas que daba el hijo de Zac y Aly.

–Nos dijeron el sexo hace unos días –apostilló la joven–. Está perfectamente.

–Queda poco, ¿verdad?

–Un par de meses –respondió Zac, sentándose junto a su chica y pasándole el brazo por los hombros para arrimarla a él.

–Habéis hecho un buen trabajo.

Costello estaba orgulloso de ellos. Aly le apretó la mano que seguía sobre su tripa, un poco arrugada pero recia.

–Somos una familia. Era lo mínimo que podíamos hacer.

–Y no esperaba menos de vosotros. Sabía que al final seríais razonables y me daríais un sucesor.

–Por cierto, ¿has traído los documentos? –quiso saber Zac, inclinándose hacia adelante con interés.

El hombre esbozó una sonrisa, aunque por mucho que sonriera su mirada seguía siendo seria.

Con gestos que parecían calculados al milímetro, se dio la vuelta y cogió un maletín de cuero negro. Aly no lo había visto ahí antes.

Les tendió unos papeles y los jóvenes empezaron a estudiarlos con atención.

–Renunciáis a vuestros derechos sobre el bebé –resumió Costello antes de que hubieran terminado de leer la primera página–. Me cedéis su tutela. Las visitas están permitidas, pero tendríais que concertar cita con tiempo. Y siempre la veríais bajo vigilancia. No podréis involucraros de ninguna forma en su educación. Incluso cuando sea mayor de edad, el poder de tomar decisiones acerca de ella seguirá perteneciéndome. Y una vez yo haya muerto, mi consiglieri se encargará de ella. Podemos negociar algunos puntos, pero la mayoría son inamovibles. Es un contrato de por vida.

Cuando el cielo baja al infierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora