30: Odiar menos, tocar más

79 6 0
                                    

Alyson se recordó que sus pulmones servían para algo.

Se le había olvidado respirar por un momento bastante largo, así que tomó una bocanada profunda de aire.

No quería mirar a Chace acusadoramente, pero sabía que lo estaba haciendo. No podía evitarlo.

Veía en sus ojos castaños que estaba atormentado y reconocía su error. Aun así, una rabia que pocas veces había sentido se extendía por el cuerpo de Alyson como un virus, agarrotando sus músculos.

La chica tuvo que esperar porque en ese momento les trajeron la comida. Se le había quitado el apetito por completo, pero pinchó un ravioli y jugó con él antes de comérselo a regañadientes. Cuando la camarera se fue, apartó la vista del plato.

Dejó escapar un suspiro prolongado, intentando controlar la furia. Cerró los ojos para tranquilizarse y habló.

–Explícamelo –pidió tan suavemente como pudo.

La voz de Chace sonó incluso más arrepentida.

–No sé qué más te puedo decir.

–¿Cuándo va a ir Taylor a por Zac?

–Hoy no, tenía una sesión de fotos –aclaró, y Alyson se sintió aliviada–. Seguramente vaya mañana por la tarde. Según lo que me dijo, creo que es lo más probable.

–¿Por qué has hecho esto? –quiso saber la chica, abriendo los ojos.

Se sentía cansada, como si hubieran puesto todo el peso del mundo sobre sus hombros.

Chace la miró con algo de lástima.

Ja. Pena le daba a ella él.

Que una persona use trucos sucios para hacer suyo lo que quiere es de cobardes. De gente como el abuelo de Zac.

Pero no iba a decirle eso.

–Porque te quiero –se justificó el joven–. A ti y a Zac. Os quiero demasiado.

–Entonces no entiendo por qué quieres hacernos daño.

Chace miró fijamente la superficie de la mesa.

–No era mi intención. Pensé que tal vez, solo tal vez, podrías aceptarme. Que Zac es imposible lo tengo más o menos aceptado. Pero tú eras como una compensación. Quiero decir, el verdadero premio gordo.

–Todo eso suena muy bonito, Chace –le espetó con un tono mordaz que no pegaba con ella–. Pero sigo sin comprender cómo has sido capaz.

Hirió los sentimientos del chico. Se le notó por todas partes. El rostro se le crispó, los hombros se le hundieron.

Parecía miserable.

–Te he dicho que me odiarías...

–No te odio –le contradijo ella–. Te tengo mucho aprecio, pero hoy te has empeñado en intentar acabar con él.

Chace se llevó las manos a la cabeza y se tiró del pelo.

–Debería de haberlo esperado. No sé por qué tenía esperanzas. Taylor me convenció de que cabía la posibilidad de que yo te gustara, aunque fuera menos de lo que te gusta Zac. Pero tendría que haberlo sabido –hizo un sonido angustioso–. Aquella noche que llevé a Zac completamente borracho a casa y tú te quedaste cuidándolo. Ahí me di cuenta. Aunque estaba inconsciente, parecía tan feliz. No me explico cómo, pero él sabía que le estabas tocando. Él sentía que estabas a su lado. He visto cómo se le ilumina la mirada cuando te ve. Eres como su ángel. Y esa noche, tú también tenías algo especial. Te movías a su alrededor como si hubieras sido creada específicamente para complementarle. No había nadie más en la habitación. Solo vosotros dos –hizo una pausa para tomar un profundo aliento; había hablado deprisa, casi sin respirar–. Y aun sabiendo esto no he podido evitar intentar separaros. Lo siento tanto, Alyson. Ha sido el mayor error de mi vida. Haré lo que sea para que me perdones.

Cuando el cielo baja al infierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora