23: Pesadilla perfecta

93 5 0
                                    

Vale, he tardado un siglo. Oh, qué raro ¿no? Siempre lo hago. Palabra de honor que no va a pasar nunca más.

Me he ido a vivir con dos amigas y una gata loca, y bueno, verano es verano, ya sabéis. Pero he vuelto con más fuerza que nunca. Voy a ir subiendo tantos capis como el tiempo me lo permita, pero prometo que van a ser más que hasta ahora. Nunca hago promesas porque odio no cumplir. Pero ya me he organizado para poder hacerlo. Tengo por lo menos una hora o algo más cada dos días para escribir, y lo voy a hacer. Sigo teniendo las ganas del primer día de terminar esta historia. Si no fuera un desastre ya lo habría hecho.

Pero bueno, inmadura soy inmadura estoy.

A partir de ahora van a cambiar las cosas. Y no solo me refiero a lo que va a suceder en la historia.

Si nunca la habíais leído... Preparaos para sorprenderos.

PS: Arriba, la canción que me inspiró para este capi y su título: Perfect Nightmare de Shontelle.

XOXO

.


Aly parpadeó no una vez, sino cuatro.

No tenía legañas en los ojos y era consciente de que había dormido en una mala postura. Se movió un milímetro y, aparte de notar un peso adicional en algunas zonas (básicamente el estómago y la cadera), le atravesó un dolor puntiagudo por todo el cuerpo. Aguantó un chillido de dolor y se le saltó una lágrima. Menos mal que había aprendido a sufrir en silencio.

Abrió los ojos del todo por fin y... ¡Sorpresa!

Era de noche aún y estaba tirada en el suelo con Zac abrazado a su mitad inferior.

No podía moverse y el costado que tenía aplastado contra el suelo estaba terminantemente dormido. Fue a pinchar con un dedo el rostro del joven, a ver si así le hacía despertar, pero entonces vio de cerca aquella expresión angelical que le había faltado unas horas antes para ser perfecto. De alguna forma, ya no tenía pinta de estar sufriendo, o enfadado. Su corazón pegó un brinco y comenzó una carrera de latidos enloquecidos.

Qué maravilloso sería que estuviera todo el día de esa forma: pegado a ella, con esa carita y, lo más importante, callado. Oh, sí, era un pensamiento egoísta, pero por un segundo a Alyson le encantó.

Se acurrucó más hacia Zac, logrando de alguna manera quedar a la misma altura que su rostro.

Y le plantó un beso.

No fue un gran beso. La verdad es que fue más del tipo que deshacen los hechizos que mantienen a las princesas de cuento en sueño eterno.

En mala hora se le ocurrió esa analogía. Cuando abrió los ojos, los de Zac estaban clavados en los suyos.

Pasó un segundo, dos, tres... En la expresión del chico no había emoción alguna. Parecía estar embobado. Probablemente porque acababa de despertarse. De repente reaccionó.

–¿Qué crees que haces? –le espetó roncamente, con un tono despectivo que nunca antes había empleado, menos todavía si se besaban.

Y además era ella la que le estaba dando un beso. Normalmente, si él no llevara tal enfado encima, le habría tomado el pelo hasta que el sonrojo le llegara a la raíz del pelo. Aly sí que se puso roja, pero de la vergüenza.

Se apartó de ella de mala manera. No parecía estar en muy buenas condiciones ahora que volvía a estar consciente. Estaba como fuera de lugar, y olía a alcohol y vómito. Estaba hecho un desastre de una forma que jamás le había visto antes. Él no era de los desaliñados, pertenecía a ese grupo de pijos que no salen sin haberse echado loción para después del afeitado y gomina.

Cuando el cielo baja al infierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora