8: Lo hecho está hecho

166 8 1
                                    

Hi there!

Quiero comentarios bonitos que me alegren el día :P

Please?

Espero que os guste. Muac!

.

Después del... llamémoslo accidente, en el cuarto de mantenimiento de la Academia, Zac y Aly no se volvieron a dirigir la palabra en todo el día. Ni siquiera en la casa. No es que el chico no lo intentara, pero ella salía corriendo nada más verle abrir la boca. Estaba siendo así desde que le paró los pies en la habitación donde habían hecho el mítico petting. Al final, el chico malo se resignó, ya que su burbuja de felicidad por todo lo que había obtenido no se pincharía a causa de ser ignorado unas cuantas horas.

El color del rostro de la joven en cuestión no bajó de la gama del rojo, fue alcanzando diferentes variedades a lo largo del día. La pregunta que no dejaba de rondar por la cabeza de Aly era: ¿Cómo iba a volver a mirarle a la cara, y mucho menos hablarle, después de lo que había pasado?

Siempre fue muy cortada para esas cosas. Normalmente no se dejaba llevar. ¡Además, solo le conocía desde hacía unas semanas! Dios, Dios, Dios... ¿Qué había hecho? Pregunta retórica, eso ya lo sabía demasiado bien. ¿Cómo había podido hacerlo?

Cuando dejó de lamentarse y orar internamente, recordó cada detalle de tal manera que fue peor porque volvió a sentirse arrepentida. Aunque quizá esa no fuera la palabra exacta, ya que en parte deseaba repetirlo. Zac había dicho que no sería lo único que harían... ¡Tenía que dejar de pensar en eso! Le ardía todo cuando lo hacía... ¡y era vergonzoso!

Para colmo de males, la fiesta sería en tres días. Eso también la ponía nerviosa.

Y para mayor colmo, Aly se encontró en su taquilla una nota escrita por letra de holgazán (redondeada y con desniveles; plagada de abreviaturas) que la citaba a estudiar al día siguiente. Zac, claro. Y el muy idiota no había puesto un lugar. Mejor, ya que no planeaba cumplir sus exigencias. Aunque lo hubiera prometido. Seguía queriendo que él le pidiera perdón.

Se le hizo raro ver a Anna y Nate de novios. A la hora de la comida tuvo la novedad del emparejamiento de sus amigos, por lo que la otra chica no le hizo un interrogatorio y ella se distrajo momentáneamente de sus fantasías. Con Zac, obvio.

Cuanto más intentaba olvidarle, más recordaba todo.

Por la noche, agotada al haber estado ocupada con deberes de la escuela y ayudando a Helen con algunas pequeñas tareas de la fiesta, se despatarró en su cama sin quitarse la ropa, encima del edredón.

Al menos, no había visto al chico después de la escuela. ¿Dónde estaría? Bueno, eso no le incumbía. Ni le importaba. Aunque entonces, ¿para qué se lo preguntaba?

Sacudió la cabeza sobre el almohadón como si eso fuera a quitarle aquellas contradicciones de la cabeza.

Tenía ganas de gritar tan fuerte que si lo hiciera seguramente despertaría a las casas más cercanas, que se encontraban paradójicamente lejos. Se estaba volviendo loca. ¿Por qué se sentía tan inquieta? Zac ponía su mundo patas arriba. Aunque no sólo tenía que ver con él.

Echaba de menos a su familia y amigos, ya lo había mencionado una vez. Pero había alguien a quien añoraba de manera especial, como a nadie más. Leroy. Pensar en su nombre y ver el rostro agraciado del chico en cuestión dentro de sus pensamientos fue como una puñalada. No, fueron varias, muy seguidas, que la dejaron sin aliento. Por supuesto, no es que la estuvieran apuñalando de verdad. Aquella era una sensación que podía describir bien cómo se sentía. El recuerdo de Leroy seguía muy vivo en su corazón, cabeza y cuerpo. Aquél joven había sido su primer amor.

Cuando el cielo baja al infierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora