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Los estudiantes aguantaban sobre su silla a la última clase del día, ciencias.

Aquel día finalizaba por fin octubre, y el frío invernal empezaba a hacerse notar. Todos los alumnos tapaban su regazo con mantas o se quedaban todo el día con el chaquetón puesto.

Uno de ellos era Jungwon, que con su abrigo bien apretado apuntaba rápida pero gustosamente en su libreta infinidad de fórmulas, atendiendo a la explicación del profesor.

Su promedio académico era normal, pero las ciencias se le daban bien y además le gustaban. Le chiflaban. Sus hyungs eran altos, guapos y amables. Pero sobre todo eran buenos cada uno en su disciplina, y Jungwon por fin se sentía igual a ellos cuando llegaba la clase de ciencias. Cuando podía resaltar notablemente frente a ellos.

Sabía y tenía claro qué era el pequeño del grupo, y qué por tanto siempre sería tratado cómo tal. Pero a veces le gustaría poder ser él quién corrigiese o superase a sus hyungs. Y con las ciencias conseguía eso. Llegar a la altura de esos tres chicos a los que quería y admiraba tanto.

Puede qué eso fuera en el instituto. Rodeado de sus amigos. Pero en casa, todas esas buenas notas de la asignatura qué tanto disfrutaba no valían nada para la persona qué Jungwon más quería qué marcaran la diferencia.

A su hermana nunca le importaban sus notas. Y para un chico qué se pasaba horas estudiando con sus amigos en la biblioteca, el llegar a casa y recibir apoyo y ánimos por su parte valía lo que más. Pero ella no parecía entenderlo.

Su hermana mayor, Yangmi , había dejado hace apenas tres años la universidad quedándose en casa de sus padres. Pero aquel abandono no vino con una explicación por delante cómo sus padres esperaron.
Jungwon, sin saber nada del asunto porque era demasiado inocente para entenderlo, se alegró muchísimo cuándo su querida hermana apareció de nuevo por la puerta volviendo de aquella vida tan lujosa de la gran ciudad, pero la verdad es qué aquella no era su hermana. Aquella chica qué se pasaba los días encerrada en su habitación y qué solo le hablaba para suplicar le por dinero, no era su hermana. Pero Jungwon no podía negarse. Jungwon era, ante todo, un niño asustado ante la violenta desconocida qué había secuestrado el cuerpo de su hermana y qué solo sabía hacer lo qué ella le pedía. Jungwon no podía enfrentarse a ella porque amaba a su hermana. Tampoco tenía el valor de decírselo a sus padres qué vivían, o no querían darse cuenta, bajo el hechizo de esa desconocida.

- Ey, Jungwon. - lo llamó Jake sacándolo de su trance. - La clase ha acabado. Vamos. 

Jungwon sacudió su cabeza sonriendo al darse cuenta de qué se había quedado en las nubes. Todos se habían levantado de sus asientos para marcharse. Recogió sus cosas con prisa mientras los demás lo esperaban en la puerta. Tenían el tiempo justo.

Mientras qué Jake y Jay iban a por la tarta a una pastelería que quedaba lejos del instituto, Sunghoon limpiaba el salón y Heeseung junto a Jungwon preparaban los globos y guirnaldas. K estaba al caer.

El japonés había informado de qué llegaba a Corea esa tarde y desde qué les había dicho qué salía del aeropuerto quedaba a penas una hora para su llegada. Ellos habían luchado durante casi media hora en intentar acordarse de la contraseña del apartamento de su amigo. Pero habían conseguido sacar el plan adelante tras acordarse Heeseung del numero. 
Por suerte, K de por sí era alguien qué mantenía su casa arreglada y limpia. Así qué Sunghoon no tuvo mucho trabajo y con ello Heeseung y Jungwon pudieron trabajar mejor. Por su lado, Jay y Jake llegaban casi corriendo al bloque de apartamentos cuando un mensaje de Heeseung alertándolos de qué K seguramente les pisaba los talones llegó a sus móviles.

Cuando ambos chicos consiguieron subir por el ascensor con tarta en mano, fueron metidos a la fuerza en la casa nada más llegar al piso correspondiente.

𝒀𝒐𝒖 𝒂𝒓𝒆 𝒕𝒉𝒆 𝒓𝒆𝒂𝒔𝒐𝒏 ➢ jakehoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora