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No había patinado. Sunghoon llevaba casi dos semanas sin pisar el hielo por culpa de su querido enemigo Kim Wooseok. Lo peor de todo, que no podía hacer nada contra eso. 

Si se paraba a pensarlo, realmente el malo en la historia era él. Wooseok pagaba, y considerablemente; cada vez que iba a la pista, mientras que él no había proporcionado dinero de ninguna manera a la familia Shim. Se sintió terriblemente mal durante esos días en los que Wooseok ocupó la pista en los ratos que él podía entrenar, esperando poder arreglar sus cuentas con la familia en cuanto tuviese la oportunidad perfecta. Aunque sabía que Jake no aceptaría ni una moneda de su parte, aún necesitando cada una de ellas.  Porque tenía claro que la cantidad que Wooseok dejaba cada tarde y noche en el mostrador de los Shim ayudaba con creces a las compras semanales y a cualquier inconveniente que tuviesen. Así como a pagar el viaje a Seúl que tendrían en a penas dos meses y que Jake, aunque se mordía la lengua cuando el tema del viaje y el dinero salían en la mesa, se moría por hacer con sus amigos. ¿Cómo no? Era el viaje para un año duro de estudio, y de vida. Se merecía desearlo de esa manera. 

Así que esas semanas en las que trató de preparar de alguna triste manera un programa para presentar en el Torneo con el abuelo Shim, sin poder crearlo o ensayarlo en la pista como se debería, fueron muy angustiantes y desmotivadoras. Porque de nuevo, todo lo que había conseguido y por lo había luchado Sunghoon volvía  a irse al garete. 

Durante uno de sus descansos después de una difícil clase de inglés, para algunos, Jake se acercó a la mesa de Sunghoon silenciosamente. Porque el agobio que llevaba el patinador era notable incluso desde su pupitre que estaba bastante alejado del de Sunghoon. No mentiría, la situación era una mierda. Una completa mierda. No solo cada vez el Torneo estaba más cerca, sino que la pequeña pero creciente esperanza que habían conseguido avivar había sido asesinada sin piedad por Wooseok y sus inteligentes estrategias para fastidiarles. Si eran realistas, los factores no estaban a su favor. Y lo poco con lo que contaban, la humilde pista de su familia, se les había visto arrebatada de la misma manera. La cosa de verdad pintaba muy mal. 

Sunghoon no había querido ni pisar la pista sabiendo que Wooseok estaría allí, porque verlo patinar lo podía llevar a la más profunda desesperación. Como en Seúl. Y se había prometido que no volvería a ese Seúl, no volvería a ser ese Sunghoon. Aunque todo estaba yendo de mal en peor no quería renunciar a la promesa que se había hecho así mismo. El no tener un sitio físico en el que practicar los había llevado a la fuerza a tener que seguir con la preparación para el Torneo de otra forma, una forma que se basaba en estudiar antiguas presentaciones suyas y de otros patinadores junto al abuelo Shim e ignorar el hecho de que estaba entrenando sin tener algo que enseñar. Porque no habían tenido oportunidad de tocar esa importante cuestión, y en ese momento menos. Jake había decidido, mientras su abuelo hacía de entrenador, tomar el papel de coreógrafo y con lo poco que sabía de esa tarea intentar crear algo desde lo que Sunghoon pudiese partir y sentirse inspirado como para convertirlo poco a poco en un programa. Era un pequeño paso, pero para como estaban las cosas, era uno necesario. 

Así pues, mientras Sunghoon y el abuelo hacían lo que podían para aprender el máximo de teoría para aplicarla en cuanto pudiesen sobre el hielo, Jake se encargó de una vez más de estudiar al detalle los programas de Sunghoon, maravillándose de nuevo con cada uno de ellos. Una sonrisa asomaba en sus mejillas siempre que el pequeño Sunghoon de gran capa de pelo negro y ojos gigantes del mismo color aparecía en la pantalla y daba leves saltitos sobre sus minúsculos patines. Más se quedaba completamente en silencio cuando llegaba a los videos más recientes en los que ya no quedaba nada de ese pequeño niño ni de la ilusión que sus gigantes ojos negros desprendían. Contuvo el aliento cuando llegó al último de la lista de reproducción que había creado, porque sabía cual hubiera sido el siguiente en ella. Y tembló. No podía creer que el chico, por no llamarlo de otra manera mucho más despectiva, que patinaba en la pista bajo sus pies orgulloso de ser un manipulador era el que había provocado tantas cosas en Sunghoon. Probó, a su pesar y riesgo, a estudiar también los programas de Wooseok. Debían conocer a su enemigo igual de bien que se conocían a ellos mismos. Y lo cierto era que,  aunque en miles de entrevistas y artículos de prensa los comparaban a ambos hasta la saciedad, eran diferentes. Completamente diferentes como si hubieran creado la palabra solo para ellos. Los movimientos, aura y manera de ejecutar cada paso los delataba. Quizás haber pasado los últimos meses junto a Sunghoon lo condicionaban para hablar sobre él, pero no le hacía falta más que un instante para saber lo arrogante y egocéntrico que era Wooseok dentro y fuera del hielo. 

𝒀𝒐𝒖 𝒂𝒓𝒆 𝒕𝒉𝒆 𝒓𝒆𝒂𝒔𝒐𝒏 ➢ jakehoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora