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Sabía que la perfeccionista de su novia había logrado que su profesor le dejase ensayar por las noches con la actuación final a escasas semanas, por lo que aunque no era demasiado recomendable para el alcohol que hacía latir a su corazón cien veces más rápido, no dejó de correr hasta que la puerta de la academia se le plantó delante. 

Su pecho no dejó de subir y bajar incluso cuando sin ningún cuidado de caerse entró y buscó la única sala de ensayo iluminada a esa hora. 

Se lo diría. No podía esperar más. Dios, es que quería. Solo quería verla llorar para llorar junto a ella, abrazarla e intentar aceptarlo los dos juntos. Solo la quería a ella. Y aunque fuese lejos la seguiría queriendo. Decírselo en persona era lo que su corazón le gritaba que hiciese y lo que había hecho corriendo por todo el pueblo a las casi 2 de la mañana para llegar hasta allí. Deseaba que Yooa siguiese allí. Lo haría esa noche. 

Tan considerada era que tenía el volumen de la música al mínimo y así no molestaba. ¿A quién? A esa hora a absolutamente nadie. En el silencio de la academia solamente se escuchaban sus enérgicos pasos. 

Se acercó entonces despacio para recuperar el aliento aún con la sonrisa de frenesí en los labios y fue cuando su oído se percató. No era un único par de pies los que bailaban, sino dos. Había alguien con ella. Si es que de verdad era Yooa. Su paso se vio ralentizado.

El umbral de la puerta fue donde se quedó para mirar a través de la pequeña ventana de la sala de práctica para ver a ambos bailarines enfrascados en la danza, pero cada uno en la suya. Yooa por un lado evitando totalmente al otro. El chico al principio le daba la espalda evitando que K pudiese reconocerle, la verdad es que no consiguió saber quién era en un primer vistazo. ¿Quién era ese bailarín? Estaba seguro de que no lo había visto nunca por allí. 

Atreviéndose a dar un cauteloso paso para que no lo descubriesen se dio cuenta de que en verdad ambos se estaban ayudando. Mejor dicho, Yooa lo ayudaba a él. Con voz calmada pero animada propia de ella corregía y aconsejaba a su acompañante con algunos movimientos. Lo cierto fue que, estando más cerca y pudiendo observarle mejor, aquel chico no parecía exactamente bailarín. 

Había gracia y experiencia en sus músculos al moverse. Teoría en cada giro y vuelta que hacía sobre sus pies, pero K supo adivinar que no la del ballet que Yooa intentaba enseñarle precisamente. 

Aquellos dos estaban tan concentrados en esa improvisada clase que no reparaban en él, así que pudo acercarse un poco más cuidando de no llegar a abrir la puerta del todo. 

El cabello cobrizo oscuro del chico se le pegaba a la frente por el sudor, pero no parecía que esas gotas fueran únicamente del esfuerzo bailando. De lejos podía ver la determinación en sus ojos, en sus enfurecidos ojos. Yooa a veces lo seguía de forma más delicada a su lado en una pequeña coreografía que parecía aprendida por ambos. 

Su ropa era totalmente negra y por los logotipos de marcas que alcanzaba a reconocer era terriblemente cara. No llevaba cualquier camiseta fea como Yooa y sus compañeros de baile.

Estuvo un rato en silencio observándoles y aunque Yooa repasaba concentrada la coreografía que bailaría con él, no podía no estremecerse y cerraba los ojos cada vez que el chico acababa por los suelos y aquellas prendas que le costaría su paga mensual amenazaban con romperse de la intensidad con la que bailaba el otro chico. 

Su ropa no parecía ser lo único que acabaría por romperse. 

Con una pirueta demasiado arriesgada incluso para alguien sin semejante nivel de agotamiento, el tobillo del chico flaqueó al aterrizar y todo su cuerpo se estrelló contra el suelo. Ahogó un grito seguido de un culpable sollozo agarrándose costado y extremidad. Yooa gritó por él, horrorizada. 

𝒀𝒐𝒖 𝒂𝒓𝒆 𝒕𝒉𝒆 𝒓𝒆𝒂𝒔𝒐𝒏 ➢ jakehoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora