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El par de horas que Sunghoon había pensado en un principio que se quedaría en casa de los Shim con el cosquilleo en los dedos de patinar de nuevo en la pista, a pesar de que sabía que Wooseok estaría acechando como un buitre por allí, se convirtieron en casi una noche entera cuando el cielo oscureció por completo.

Disfrutó la tarde charlando con su, ahora confirmada por ella misma, suegra. Nunca se le habían dado bien las palabras y mucho menos hablar con adultos, pero después de compartir mil y un carcajadas con la señora Shim entendió que solo debía dar con las personas idóneas para soltarse y no parar de parlotear. Chloe, con su simpatía y tan buen espíritu, era una de ellas. La otra sin duda era el abuelo Shim, que llegó a la casa un rato antes de que la señora Shim le propusiera sacar una botella de soju.

Aunque se lo estaba pasando muy bien, tenía miedo de lo que pudiese soltar con alcohol encima. Por lo que agradeció que el abuelo Shim riñese a su hija por querer consumir alcohol delante de los niños, quienes la verdad estaban más que desinteresados en lo que pasaba al otro lado del sofá.

Cuando la mirada del hombre y la de Sunghoon se cruzaron mientras este se quitaba el abrigo, este entendió que debía volver a ponérselo. Concretamente para bajar a la pista y tener una necesaria conversación entre entrenador y patinador.

Al sentarse en las frías gradas de la pista con los focos apagados iluminados solo por la débil bombilla de recepción, Eugene Shim miró al chico que estaba sentado a su lado jugueteando con sus uñas. Su nieto había intentado explicarle por encima lo que envolvía esos últimos días al coreano, pero lo cierto era que no había llegado a entenderlo. Así que esperaba que el nervioso joven que tenía como aprendiz estuviese dispuesto a explicárselo.

- Quería pedirle perdón, Eugene. - habló sin alzar la cabeza. - Por haberle pedido con tanto ahínco que me entrenase para de repente apartarle sin ninguna explicación. Estas últimas semanas han sido muy difíciles para mi por los recuerdos sobre mi último torneo que no me dejan seguir adelante para afrontar el siguiente. Así que.... lo siento por haberle arrastrado conmigo así.

Eugene suspiró, soltando la preocupación que había guardado.

- No tienes porque pedir lo siento por sentirte presionado, hijo. Es bueno que lo hayas reconocido y más incluso que me lo hayas contado. La mayoría de los patinadores se tragarían esa inquietud antes que confesársela a sus entrenadores. - que le iba a contar a él aquel anciano. Nunca había intercambiado alguna palabra bien sonante con su anterior entrenadora en Seúl. - Pero dime, ¿qué es lo que hace que estés tan preocupado? - palmeó su espalda con cariño animándolo a hablar.

- Creo..... - se paró a pensarlo bien. - Que me da miedo no cumplir con las expectativas de la gente. - confesó. Todavía no había escuchado sus inseguridades en voz alta y se sintió levemente reconfortado. - Cumplir con lo que estoy haciendo que vosotros esperéis de mí al querer volver a intentarlo. Porque no creo estar preparado todavía para volver.... al Torneo.

- Nadie está preparado para enfrentar sus miedos. Y menos uno que ya conoces. - dijo sin apartar esa protectora mano de su hombro. - No pudiste evitar que te hiciesen daño, pero tú eres el único responsable de que no vuelvan a hacerlo. Puedes dejarte llorar y lamentarte lo que creas necesario, Sunghoon. - lo miró a sus jóvenes pero decaídos ojos. Que triste era que las nuevas generaciones tuviesen que sufrir tanto cuando parecía que tuviesen todo arreglado. - Pero no puedes dejar que tus heridas te rompan por completo. Debes luchar por curarte. No por los demás. No por lo que los demás quieran o esperen de ti. Sino por ti mismo. - la voz del anciano atravesaba el pecho del pequeño niño inseguro encerrado en el cuerpo de un adolescente deprimido como era Sunghoon. - Por lo que quieres y esperas tú mismo de ti.

𝒀𝒐𝒖 𝒂𝒓𝒆 𝒕𝒉𝒆 𝒓𝒆𝒂𝒔𝒐𝒏 ➢ jakehoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora