Aquella semana terminó como si fuese sobre patines, increíblemente rápido. Patines que Sunghoon no sabía cuando volvería a calzarse porqué Jake había dejado de hablarle. Otra vez.
Aunque esa vez no había justificación alguna para su silencio. Jake parecía estar encerrado en una amarga burbuja que lo estaba destrozando, lo peor es que él había dejado de ser consciente. Sunghoon por el contrario se lamentaba a cada instante que veía como sus ojos se entrecerraban en clase por el cansancio, pero era demasiado cabezota como para escucharle. La tarde en el parque en que no dudó en gritarle lo demostraba.
Estaban a pocos días de dar comienzo las tan ansiadas vacaciones de Navidad, tanto los estudiantes como la gente del pueblo lo sabían muy bien. El restaurante en el que trabajaba Jake no iba a ser menos. No le tocaba trabajar en plena Navidad, de eso que se salvaba, pero la temporada alta lo había pillado desprevenido de todas maneras. No era tan torpe e inexperto como las primeras semanas de camarero, ahora ya no se le caían todos los platos que debía aguantar en sus brazos. Pero seguía sintiendo como sus piernas le flaqueaban y como sus ojos luchaban por quedarse abiertos mientras iba de aquí para allá en el restaurante. Se repetía cada tarde que las Navidades estaban a la vuelta de la esquina, dándose ánimos.
Aquel día en que el grupo parecía haberse recuperado de aquella aura triste y extraña de la semana anterior, seguía faltando gente. Jungwon había faltado a clase porque estaba asistiendo a su tan querido seminario de medicina para estudiantes. Había prometido por el chat grupal que en cuanto estuviese en la habitación de hotel después del primer día enseguida contaría todo lo que había hecho, sabía que tendría que ahorrarse los detalles técnicos y científicos porque sus amigos de científicos tenían poco, pero estaba tremendamente ilusionado así que los contaría igual. Su hermana había decidido acompañarlo en el viaje en tren, aprovechando la visita a la capital para ver a los amigos de la "universidad". A Jungwon le dio un poco de miedo que fuera a reunirse con aquella pandilla de nuevo, pero prefería hacer caso a la felicidad de aquel día y confiar en que su hermana no volvería a caer en eso.
Así pues pasaron las clases sin el pequeño Jungwon. Relativamente todas fueron amenas debido a que ya no daban temario de forma tan intensa al no haber exámenes a la vista, pero para algunas asignaturas siempre habría algo que hacer.
La profesora de Educación Física los había tenido toda la clase corriendo por todo el patio con las pruebas reglamentarias qué cada año todos los alumnos odiaban qué prosiguieran en el currículo. Aunque ya las hubieran hecho hacía meses y tuvieran las notas de estas la profesora les obligaba a repetirlas para que se preparasen para la siguiente vez. Para algunos atletas cómo K fue fácil, pero los demás solo podían soñar con qué sonase el timbre para librarles de esa pesadilla.
Al acabar el recorrido, la profesora insistió en qué dieran unas pocas vueltas al campo para no perder el ritmo hasta qué acabase la hora. Muchos se quejaron, pero acabaron comenzando a correr de nuevo porqué llevarle la contraria a aquella mujer era peor qué dar mil vueltas a mil campos.
K solía ir a la cabeza con buen ritmo junto con los del club de atletismo y futbolistas, mientras qué los demás chicos del grupo corrían al paso qué su cuerpo después de tal intenso ejercicio les permitía. Sunghoon también tenía buena resistencia por todos sus años de deportista, pero se quedaba con aquellos tres para acompañarlos. A las pocas vueltas acabaron al final de la fila junto con los que sus piernas corrían por ellos mismos, creyendo que si paraban acabarían por los suelos. Sobre todo el pobre Jake, qué cada vez estaba más pálido y cansado. La cabeza le daba vueltas. Pero si la profesora lo veía pararse lo mataría. Iba tan atrás que nadie reparaba en él mientras se concentraban en seguir corriendo los pocos minutos de clase que quedaban.
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𝒀𝒐𝒖 𝒂𝒓𝒆 𝒕𝒉𝒆 𝒓𝒆𝒂𝒔𝒐𝒏 ➢ jakehoon
Fanfiction『 𝒀𝒐𝒖 𝒂𝒓𝒆 𝒕𝒉𝒆 𝒓𝒆𝒂𝒔𝒐𝒏 』 Jake ayuda todos los días a sus padres con el negocio, la única pista de hielo del pequeño pueblo costero donde vive. Lo gracioso es que él ni si quiera sabe patinar. Una noche, mientras limpia los pasillos oy...