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La alarma de su móvil qué anunciaba que debía despertarse llevaba sonando varios minutos pero su cuerpo no tenía ganas de moverse. La noche anterior había estado practicando demasiadas horas bajo los incansables gritos de su entrenadora. Había repetido una y otra vez la coreografía qué presentaría en el Torneo de Primavera qué sería dentro de a penas cinco días. Sunghoon tenía claro qué la sabía de memoria, pero para su entrenadora nunca estaba perfecto.

Además, no ayudaba nada qué el entrenador Choi se pasease por la pista mencionando cada fallo qué cometía. Wooseok iba de su mano cada vez qué Sunghoon reservaba la pista y no desaprovechaba la oportunidad de recordarle una vez más lo inútil qué era. Siempre había aguantando sus pullas y palabras desafortunadas desde qué la había tomado con él en  el colegio. Pero nadie podría acostumbrarse nunca a esos ataques continuos.

Comenzando la secundaria, siendo un preadolescente inocente lleno de ganas de aventuras, la presión de sus padres sobre él empezó a hacerse notar. Sunghoon nunca había tenido amigos. Pero no había sido consciente para nada de esa carencia, pues sus padres habían sido esos amigos tan queridos y qué cualquier niño necesitaría.

Sin embargo, esos amigos empezaron a ser demasiado exigentes con el pequeño Sunghoon. Antes patinaba alegremente, esperando con ansias el momento en qué sus padres lo esperaban con los brazos abiertos al acabar sus presentaciones. Abrazándolo con cariño y orgullo. Esos sentimientos parecían haberse congelado más qué el gélido hielo por el qué Sunghoon se veía obligado a deslizarse interminables horas para tener felices a sus padres, quiénes habían pasado a utilizar más el título de sargentos qué de progenitores. Fue su propia madre quién lo animó a probar el patinaje, pero también era ella quién luego no lo dejaba escapar de él. Sentía que si dejaba de patinar ,aunque cada vez más se sintiese como un extraño sobre el hielo, solo decepcionaría a sus padres. Ellos querían a su perfecto hijo, al perfecto patinador Park Sunghoon. Preferían al brillante y talentoso chico que aparecía en los carteles y artículos de deportes con una falsa sonrisa que a su hijo. Sunghoon lo sabía bien. Debía ser siempre perfecto. 

Una de sus monótonas mañanas, Sunghoon se levantó temprano para estirar en silencio perdiendo la batalla contra el despertador. Después salió al salón para desayunar la poca e increíblemente saludable comida que su obsesionada madre con las calorías le preparaba, encontrándose para variar con qué el salón estaba vacío. Sus padres salían a trabajar aún más pronto qué él cuando iba al instituto, por lo que no era frecuente verlos a esa hora.  Al menos los veía en la cena, aunque no es qué cruzasen muchas palabras qué no tuviesen qué ver con la carrera de su hijo y el prospero futuro que le esperaba. 

Cerró la puerta tras de sí cuando se hubo cambiado al uniforme y comenzó a andar hacia la parada de autobús abrazándose a sí mismo por el frío. Era costumbre de los patinadores escuchar música antes de una competición importante para aislarse y así concentrarse, pero él nunca había hecho eso. Ni si quiera era habitual para él oír música cómo cualquier adolescente, no le interesaba. Pero los ánimos de sus padres antes de salir al hielo le habían bastado los años anteriores para salir a competir, más parecía qué últimamente se ponía los auriculares para aislarse de esas palabras brillantes y felices pero al fin y al cabo, vacías, de sus padres. Comenzando a llevarse aquellos aparatos a los oídos para escapar. 

Tanto el trayecto en autobús cómo el qué hizo hasta el instituto los pasó en silencio. Observando desde la distancia a sus compañeros con los que no hablaba demasiado, parecían pasárselo bien sin él.  Llegó a la puerta principal del colegio donde encontró a Jay hablando animadamente con unos chicos de su clase, sonrió levemente al ver reír a gusto a su amigo.

Jay no es qué fuera muy popular, pero podría llegar a serlo. Solo qué se había esposado a Sunghoon y nunca se separaba de él. Lo qué hacía qué su estatus social en aquel instituto fuera tan bajo como lo es un gnomo de jardín. Lo peor es qué no parecía molesto con aquello, Sunghoon nunca lo había visto quejarse. Por lo qué tampoco podía obligar a su amigo a salir de una situación con la qué aparentemente estaba cómodo. Aunque esta la provocase él mismo y tuviera como resultado cero amigos hasta graduarse.

𝒀𝒐𝒖 𝒂𝒓𝒆 𝒕𝒉𝒆 𝒓𝒆𝒂𝒔𝒐𝒏 ➢ jakehoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora