18. Un corazón roto.
BRIDGET
Desgraciadamente para mí, el día siguiente era sábado, lo que significaba que me tocaba trabajar. Me levanté de la cama a regañadientes y antes de irme le dejé una notita a Susana en la mesa de la cocina. Al llegar al hotel, me cambié igual que siempre y salí hacia el bar de la piscina.
Coloqué los vasos y copas limpios y al terminar, como aún no había ningún cliente, saqué el móvil de un bolsillo. Había varios, mentira, muchísimos mensajes del grupo que teníamos los chicos y yo. Estuvieron hablando de sus TGFs al principio, pero enseguida cambiaron el rumbo de la conversación y se centraron el la fiesta que había planeada después de la graduación.
Algunos alumnos de la facultad lo habían arreglado para que pudiésemos celebrar nuestra libertad académica en una discoteca. Desconozco cómo lo hicieron y tampoco quería preguntar. Les respondí que por supuesto asistiría, y le confirmé a Patri que me pasaría por su casa para recogerla antes de ir a la graduación. Quedamos en vernos en cuanto yo saliera del trabajo y guardé el móvil.
Limpié un poco la barra aún pensando en lo que me había ocurrido el día anterior. Aaron pudo haberse despedido y marchado perfectamente, no tenía por qué llevarme hasta la cama. Aunque no voy a negar que no fuera un gesto agradable.
Sonreí de manera involuntaria al recordar que había terminado por fin mi trabajo. Repetí tres veces el final por su culpa, y aunque en ese momento lo odié, ahora le agradecía con todas mis fuerzas que me hubiera obligado a seguir. Me hizo darme cuenta de que no debía conformarme con un párrafo decente, debía hacer que fuera espectacular.
Acabé mi turno unas horas más tarde y cogí el coche para ir al bar donde se encontraban mis amigos con otros compañeros de la universidad. Los divisé con rapidez sentados en una mesa en la terraza. Daniel fue el primero en verme y me saludó con la mano.
—Hola —hablé apartando una silla para sentarme.
—¡Están las notas de derecho! —exclamó Patri, inclinándose por encima de la mesa para agarrarme del brazo, muy nerviosa.
¿Qué? Oh, mierda. Quería mirarlo y a la vez no.
—Te estábamos esperando para reaccionar todos juntos —comentó Raúl.
Sacaron sus móviles y entraron todos en el campus de la universidad. Los imité con el pulso a mil. Me estaban sudando las manos, iba a morir de la tensión. Acabé con la sensación de que me había salido bien, aunque cada día que pasaba me cuestionaba más a mí misma.
Tenía que estar aprobado por narices.
Respiré hondo mientras metía mi clave de acceso y buscaba la sección donde tendría las notas. Me detuve antes de darle al link que decidiría si me graduaba con mis amigos o no, y esperé a que todos estuvieran listos.
—A la de tres —dijo Lucía—. Uno, dos... ¡tres!
Cerré los ojos antes de pinchar en la pantalla, no quería verlo. Esperé unos segundos para que le diera tiempo a la página a cargarse y los abrí. ¿Un nueve? Hice zoom en la pantalla para comprobar que no me había confundido de número por los nervios. Sí, efectivamente era un sobresaliente. Me tapé la boca con la mano para que no se me fuera a escapar un grito delante de todo el mundo.
—Un siete y medio, ¡sí! —exclamó Lucía—. Para lo que estudié no puedo quejarme.
Había acabado la carrera después de cinco años. Me graduaría en dos semanas y disfrutaría de un verano increíble con mis amigos. Por una vez, la vida me sonreía. Todo era de color rosa y llevaba brilli brilli.
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AARON ©
RomanceBridget es alegría, entusiasmo y corazón. Aaron, egocentrismo y chulería. Tan sólo basta una mirada a través de la barra para que dos mundos completamente distintos se unan. ¿Pero cómo reacciona un hombre acostumbrado a tenerlo todo al rechazo? ¿...