CAPÍTULO L

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50. La cena familiar con sorpresas.

BRIDGET

El jueves llegó mucho más rápido de lo que me hubiera gustado. Sentía que el tiempo que había tenido para prepararme no había sido suficiente. Apreté la mano de Aaron entrelazada con la mía en cuanto llamó al timbre. Giró la cabeza y me dedicó una sonrisa tranquilizadora antes de darme un beso. La puerta se abrió en ese momento y Brooke se dio la vuelta hacia el interior de la casa.

—¡Mamááá! ¡Ya están aquí los tortolitos!

—Déjanos pasar, anda —protestó su hermano.

—Gracias de nuevo, Brooke —susurré mientras la abrazaba después de dejar el transportín de Ron en el suelo.

Me había regalado el vestido que llevaba esa noche, decía que como era Acción de Gracias podía hacerme el que quisiera. Por suerte, yo también pensé en algo y le tendí al separarnos la bolsa con mi regalo. Como cuando vino a visitar a Ron por primera vez gritó a los cuatro vientos que quería que fuera un kit de costura, en esta ocasión le regalé uno para viajes.

—Gracias a ti. Por cierto, ¿cómo está mi gatito lindo? —preguntó, inclinándose hacia delante para poder ver el interior del transportín.

Era una cena familiar y como hacía poco que le habían dado el visto bueno en el veterinario para quitarle el collarín, pensamos que estaría bien que viniese con nosotros. Kiara siempre me preguntaba por él y de vez en cuando solía mandarle fotos, así que supuse que sería una buena sorpresa.

—Genial, es un chico muy bueno. ¿A qué sí?

—Por favor, es demasiado pronto para esto —suspiró Aaron a nuestro lado.

—Cállate —hablamos a la vez, provocando que Aaron nos mirase como a dos desquiciadas.

Dejé que Brooke metiese a Ron dentro de la casa porque al fin y al cabo yo estaba todos los días con él y ella no. En cuanto cerramos la puerta dejamos al pequeño gatito libre y se fue a su aire a olisquear cada rincón de la casa. Ya aparecería con el tiempo, cuando tuviese hambre.

—¡Chicos! Cuánto me alegro de veros —aseguró Kiara, acercándose a nosotros para envolvernos en un fuerte abrazo.

Por encima de su hombro pude ver cómo venían Dylan, Peyton y William a nuestro encuentro. El primero traía una enorme sonrisa en la cara, la rubia parecía estar estreñida y el último me dedicó un saludo con la cabeza en vez de ignorarme como había hecho hasta la fecha.

—Trae hijo, le daré esto a Cristal para que lo guarde.

Kiara cogió la bolsa que cargaba Aaron con el postre que habíamos hecho. Bueno, tal vez Aaron hizo la inmensa mayoría mientras yo le miraba y trataba de robar un poco de la masa de los brownies de chocolate.

Pero era apoyo emocional, así que también contaba.

Saludamos a todos los presentes y desgraciadamente tuve que fingir una sonrisa para Peyton que no sentía. Por ello en cuanto vi a Cristal, salí despedida en su dirección para abrazarla y preguntar si necesitaba ayuda con algo. Resultaba casi cómico lo muchísimo que quería a toda esta gente —bueno, a William todavía no— y lo mucho que detestaba a Peyton. Papá siempre decía que odiar era una palabra muy fuerte, pero es que desde el primer instante en el que me conoció, Peyton me hizo sentir mal a propósito. Después, me di cuenta de que no sólo era contra mí, sino también con trabajadores de la empresa. Le daba totalmente igual pisotearte con tal de pasar por encima, juzgaba a todos con la mirada y, en general, era una maleducada con quiénes no le importaban.

AARON ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora