CAPÍTULO XVII

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17. De nuevo.

BRIDGET

No podía estar más agradecida porque esa noche Susana y Mateo se fueran a quedar a dormir en casa de los abuelos. Aunque el plan inicial solo era hacer el trabajo, las cosas se me fueron un poco de las manos.

Pero no me arrepentía, Aaron era como un imán enorme que me atraía con intensidad. Y un gran profesor también.

Sus manos se deslizaron por todo mi cuerpo, dejándome los pelos de punta después de sus caricias. Las misma que reforzaba con besos húmedos por mi mandíbula, cuello y clavículas.

¿Era yo o la temperatura había subido como diez grados? A pesar de la valentía que, sin saber como, había logrado tener antes, ahora no me sentía para nada así. Mi cuerpo había cedido por completo al toque del hombre de ojos verdes.

Cuando una de sus manos llegó al lacito que tenía hecho con los cordones del pantalón, se detuvo y alzó la cabeza para observarme. Y me pareció más apuesto que nunca. Sus ojos esmeralda brillaban más que de costumbre y esa barba de tres días que últimamente llevaba me encantaba.

Pero que siguiera esperando una confirmación por mi parte me puso de los nervios.

De manera que alcé la mano, agarré su nuca y estampé sus labios contra los míos. Ya habíamos esperado demasido los dos. Puede que yo me estuviera arriesgando a que Aaron jugase conmigo, pero en ese momento ya me daba igual.

Él entendió que no quería que se detuviera y me correspondió al beso con avidez. Abrí mi boca para permitir que nuestras lenguas jugasen entre ellas y Aaron mordió mi labio inferior antes de separarse en busca de algo de aire. Ambos lo necesitábamos.

Mi pecho subía y bajaba frenéticamente, y sentía que el corazón me iba a explotar de lo fuerte que bombeaba. Aaron metió la mano en mi pantalón y acarició mi centro sobre la ropa interior. Su boca volvió a encontrar la mía justo antes de que hiciera a un lado mis braguitas y comenzara a trazar círculos en la parte más sensible de mi cuerpo.

—¿Estás igual de mojada con los otros? —me preguntó haciendo referencia a cuando le dije que los había visto mejores que él.

Cosa que era totalmente mentira.

Y aunque deseaba asentir con la cabeza para no darle ese privilegio, apretó con el pulgar mi punto más sensible y un gemido se escapó de mis labios.

—No hay otros —murmuré.

Sólo había estado con un chico en toda mi vida, mi primer novio. Y por imposible que resultase de creer, el sexo que tuvimos era horrible. Nunca consiguió que me corriera y la mayor parte de las veces, cuando acababa demasiado frustada, mentía diciendo que iba a ducharme con la excusa de tratar de arregarlo yo misma sin mucho éxito. Lo que sabía de relaciones lo había aprendido leyendo.

—¿Podrías recordarme que dicen de mí? —volvió a hablar Aaron.

Sentía una tensión en el vientre bajo y como poco a poco me iba alejando del suelo para subir al cielo. Estaba claro que Aaron tenía bastante experiencia en esto.

No me veía capaz de responderle, sentía que iba a explotar. Entonces él se detuvo. Lo miré casi furiosa, ¿no me dejaría así, verdad? Sin embargo, no era lo que pensaba. Bajó por completo mi pantalón y ropa anterior y se agachó una vez se encontraba entre mis piernas. ¿De verdad iba a...?

—Responde —demandó acariciando la cara interna de mis muslos. Ascendió de nuevo a mi entrepierna y siguió moviendo los dedos como antes, o incluso mejor—. Bridget...

AARON ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora