25. No todo es siempre blanco o negro.
BRIDGET
Aaron me obligó a sentarme delante con él, a pesar de que yo quería ir detrás con Brooke para que no fuera sola. Ese gesto no pareció molestar a la pequeña de los Wallace que se puso en el asiento del medio para hablar mejor con nosotros.
—¿Qué harás ahora que has acabado la universidad, Bri? —me preguntó Brooke.
—Mmm, pues buscar un trabajo que me guste —contesté—. Y a lo mejor hacer un máster, no sé, tengo que pensarlo.
—Ya tienes un trabajo —intervino Aaron.
—Cierto. Uno que me venía muy bien para pagar la carrera, no para vivir toda mi vida de ello —puntualicé.
—¿De qué te gustaría trabajar? —se interesó Brooke.
—Ser guía turística me llama la atención, quiero viajar a muchos países ahora que en teoría soy sana y joven —bromeé—. Pero iré viendo lo que surja, el futuro no me preocupa.
—Qué morro —protestó y se dejó caer en el respaldo del asiento.
Su hermano la observó por el retrovisor y se rió.
—Pero si a ti no puede importarte menos el futuro —le dijo. Brooke le hizo burla y se cruzó de brazos.
—Que tú vivas por y para el futuro no quiere decir que al resto no nos importe.
—Eso no es verdad —protestó Aaron con el ceño fruncido.
—Claro que sí. Tus únicas preocupaciones ahora son el trabajo y la empresa —le recriminó nada más llegar.
Ouch. Creo que necesitaban tiempo solos para hablar de aquello. Cuando vi que Aaron no paraba en la entrada si no que seguía hacia su casa, llamé su atención.
—¿No quieres recoger tu ropa? —preguntó.
Mierda, se me había olvidado.
—Sí, es verdad —volví a apoyar la espalda en el asiento y miré a través de la ventana, incómoda.
El ambiente se volvió algo más tenso después de la pequeña discusión de los hermanos. Yo sabía que sobraba ahí, y sabía que de no ser por mí, ellos habrían seguido echándose cosas en cara mutuamente. Me apeé del coche y me tomé la libertad de ser la primera en entrar en la casa para ir directamente a por la ropa y marcharme. Bajé las escaleras con ella en las manos y me topé con Aaron y Brooke discutiendo.
—Pues bien que te quejas ahora, pero eres tú la que lleva cuatro años viviendo en otro continente —le dijo él a ella.
—¡Perdóname por querer perseguir mis sueños! —exclamó.
—Eh... siento interrumpir, pero yo me voy ya —intervine como pude.
—¡Tú no te vas a ninguna parte hasta que el cabezota de mi hermano admita que tengo razón!
Abrí los ojos sorprendida y me quedé clavada en el sitio. La verdad es que la escena de Aaron y su hermana discutiendo enfrente de mis narices mientras yo sostenía mi ropa como podía, era algo extraña.
—¡No lo voy a hacer, porque no la tienes! —le respondió él, exasperado.
—¡Bridget! —exclamaron los dos al unísono y se giraron para mirarme.
Qué miedo.
—¿Habéis considerado la posibilidad de que ninguno tiene razón? —sugerí.
Los dos hermanos se miraron entre ellos como si acabase de darles la cura del cáncer. Ojalá alguien la descubriese pronto, por cierto. Supuse que ese era mi momento de desaparecer y les esquivé para abrir la puerta.
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AARON ©
Roman d'amourBridget es alegría, entusiasmo y corazón. Aaron, egocentrismo y chulería. Tan sólo basta una mirada a través de la barra para que dos mundos completamente distintos se unan. ¿Pero cómo reacciona un hombre acostumbrado a tenerlo todo al rechazo? ¿...