CAPÍTULO V

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Maratón 3/3
5. Un vuelo efímero.

BRIDGET

Mateo se puso súper triste cuando le dije que debía marcharme una semana, pero hasta el punto de que se enganchó a mi pierna y se negaba a dejarme ir. Susana la pobre tuvo que separarlo con bastante fuerza, ya que mi caramelito estaba empeñado en retenerme en casa. Y precisamente por eso, llegué más tarde de lo que me hubiera gustado al aeropuerto. Corrí hasta la puerta de embarque que me correspondía y suspiré tranquila al ver que aún había gente entrando al avión.

—Buenas tardes señorita, ¿me permite su billete e identificación? —me preguntó amablemente la azafata, mostrando una gran sonrisa en sus labios rojos.

—Claro.

Le tendí lo que me pedía y como después subí al avión. Me senté en la fila que me correspondía y como aún no había nadie, decidí ocupar el asiento de la ventanilla. Aaron había tratado de comprar un billete en primera clase pero yo me negué en rotundo. Era un vuelo de tan solo una hora y veinte minutos como mucho, aunque él fuera millonario estaría derrochando dinero de manera innecesaria. Si las veces que había ido a Madrid habían sido en coche, ¡y eso eran cinco horas!

No había punto de comparación, malditos ricachones especialitos.

Una señora de unos cuarenta años aproximadamente se sentó en la butaca del pasillo, en mi misma fila. Me saludó cordialmente y yo hice lo mismo antes de desviar la vista al paisaje que había tras el cristal. Estaba atardeciendo, el sol empezaba a ocultarse y el cielo se había teñido de naranja.

Las azafatas llevaron a cabo su demostración de seguridad y cuando esta acabó conecté los auriculares al móvil. Seleccioné mi playlist favorita y recosté la cabeza en el asiento mientras veía al avión despegar a través de la ventanilla. Bostecé y poco después me quedé dormida.

Una mano agitó con suavidad mi hombro. Abrí los ojos confundida y me encontré con una de las azafatas que me miraba divertida.

—Ya llegamos a Madrid —me informó.

Enseguida me incorporé y comencé a peinarme el cabello por si se me había alborotado. ¿Tendría legañas o saliva? Cuando dormía profundamente se me escapaba la baba. Con rapidez me froté la cara tratando de eliminar cualquier indicio de la siesta que me había echado, y me levanté del asiento. Al coger la maleta del compartimento me di cuenta de que ya casi no quedaban personas en el avión.

—Adiós y muchas gracias —me despedí de la tripulación, en concreto de la chica que me despertó.

Salí a la terminal y abrí los ojos de par en par al ver que era enorme. Oh, Dios mío, me voy a perder seguro. Respiré con profundidad, tranquila Bridget, puedes hacerlo. Más relajada miré a mi alrededor y lo primero que encontré fueron los servicios, así que me encaminé allí de manera instintiva. Me lavé la cara y alisté un poco, no sabía si vería a Aaron pero, si lo hacía, no podía parecer un oso recién salido de la hibernación.

Una vez lista miré los paneles informativos y seguí las indicaciones de salida. Atravesé las puertas y me dirigí a un mostrador de información. Allí podrían ayudarme. Al llegar me encontré con que el empleado estaba ocupado hablando por teléfono, así que decidí mirar un mapa de la capital mientras esperaba.

Un brazo rodeó mi cintura y giré el cuello asustada, pero cuando vi la cara sonriente del jefe supremo me relajé. Pensaba que intentarían robarme o secuestrarme. Doblé rápidamente el mapa y me di la vuelta de manera completa para encararlo.

—Hola —lo saludé un poco nerviosa, no sabía muy bien qué esperar de este viaje.

—¿Has tenido un buen vuelo? —se interesó.

AARON ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora