EPÍLOGO

2.7K 131 5
                                    

60. Epílogo.

5 meses más tarde.

BRIDGET

El sol típico del verano bañaba la costa de Málaga con su luz mientras Aaron y yo esperábamos en nuestra nueva casa familiar. Habíamos volado desde Nueva York para pasar el verano aquí, en mi tierra, rodeados de amigos y familiares a los que tanto había extrañado. Dos manos se posaron sobre mis hombros e impidieron que siguiera moviéndome de manera nerviosa. Cuando paré, se deslizaron hacia abajo, rodeando mi cintura, y Aaron apoyó su barbilla sobre mi cabeza.

—Relájate, o te va a dar algo antes incluso de que lleguen —murmuró divertido.

—Es que llevo mucho tiempo esperando esto —admití, recostándome en su pecho y disfrutando de su cercanía.

—Lo sé.

Depositó un beso en mi cabello y yo apreté sus brazos un poco más en torno a mí. Eran finales de junio y en Málaga ya hacía mucho calor, pero aún así no quería apartarme de Aaron. Habíamos estado todo el año trabajando muy duro por borrar todo rastro de Peyton y sus jugarretas, reconstruyendo departamentos enteros y asistiendo a más reuniones de las que podría contar. Pero había valido la pena.

Vendimos las casas que tenía Aaron, por insistencia suya a pesar de que yo le dije que se podrían alquilar, por ejemplo, y compramos otras nuevas. Fueron dos casas familiares, una en Nueva York y otra aquí, en España. Habíamos hablado bastante de ello y los dos estábamos de acuerdo en esperar, al menos tres años más, antes de comenzar a buscar nuestro primer hijo. O hija. Sin embargo, ninguno nos pudimos resistir a ir preparando un hogar para entonces. Mientras tanto, podríamos disfrutarlas con las personas que más nos importaban, como estábamos a punto de hacer.

Un coche que reconocí como el de Susana se detuvo frente a la entrada de la casa, y mis labios se transformaron en la sonrisa más grande que había tenido ese mes. Me negué a que vinieran a buscarnos al aeropuerto porque llegamos demasiado pronto por la mañana, y no quería que se tuvieran que despertar al amanecer y tomar el coche para venir a por nosotros. Así que quedamos todos directamente aquí, en nuestra nueva y definitiva casa.

Mi padre y Susi bajaron del coche, y esta última fue a abrir la puerta trasera para ayudar a Mateo a salir. Entonces apareció otro coche más, y mis amigos de la universidad se detuvieron junto a mi familia, admirando el edificio.

—¿A qué estás esperando? —me preguntó Aaron, apartando sus brazos y recordándome que no me había movido de mi sitio aún.

Lo miré por un segundo, tan agradecida de que la vida lo hubiera puesto en mi camino que no era capaz de describirlo con palabras. Abrí la puerta principal de un tirón y corrí hacia las personas que tanto quería y que tanto había extrañado.

—¡Qué alegría verte, hija!

Papá me dio un abrazo tan fuerte que durante unos segundos se me cortó la respiración. Reí y lo estreché como pude antes de separarme y darle un beso en la mejilla. Seguía igual que la última vez que lo vi en Navidad, solo que un poco más moreno. Su enfermedad no había vuelto a dar guerra y no podía estar más agradecida por ello. La salud no se compraba ni con todo el dinero del mundo.

—Te eché de menos, papá. ¿Mamá viene luego?

—Sí, aún no sale del trabajo —respondió y se giró hacia mi derecha—. Aaron, hijo, ¿qué tal?

Lo envolvió en otro fuerte abrazo y yo me agaché para darle un beso en la mejilla esta vez a Mateo. Sus bracitos rodearon mi cuello y ni siquiera me importó que tirase de mi cabello por accidente. Lo había extrañado tanto...

AARON ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora