CAPÍTULO XXIX

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29. Poniendo en práctica antiguos talentos.

BRIDGET

Cerré la puerta a mi espalda y solté un suspiro. Mi vida comenzaba a complicarse más de lo que me gustaría. Me deshice de las deportivas y cuando volví a alzar la mirada al frente me topé con una Susana con los brazos en jarras.

Oh, oh, mamá oso ha vuelto.

—¿Se puede saber dónde has dormido? Y no me digas que con alguno de tus amigos, porque sé que es mentira —espetó sin siquiera darme la oportunidad de decir nada.

—¿Has hablado con ellos? —pregunté asombrada. Ella se cruzó de brazos.

—No, no me hace falta. Es mi instinto de madre. ¿Con quién estabas? —exigió saber.

—Con Aaron —admití, pasando a mi habitación—, me lo encontré después de que Dani me echara del coche —musité sin muchas ganas de hablar del tema.

—¿Se puede saber que ha pasado ahora? ¿Y por qué ese chico te ha hecho bajar del coche? Voy a tener que hablar seriamente con él —protestó, pisándome los talones.

—¿Mateo no está? —pregunté al darme cuenta de que no había salido a recibirme como de costumbre.

—Está con tu padre, y no cambies de tema. ¿Has dormido en casa de nuestro jefe, otra vez?

Eso explicaba que Susana estuviera dejando salir su mal carácter.

—¿Por qué pareces tan molesta? Ni que fuera la primera vez —farfullé, sentándome en el borde la cama.

—¡Porque cada día te veo menos y ya no me cuentas nada! —explotó—. Me alegro mucho de que estés disfrutando con un chico que parece esculpido por los dioses, estás de vacaciones y no tienes nada que hacer, de acuerdo. Pero yo sigo existiendo, ¿sabes? Ahora a penas hablas conmigo porque estas siempre fuera y me da cosa que...

—¿Qué? —insistí al ver que no iba a terminar la frase.

—Nada —negó, cruzándose de brazos.

—No, dímelo —pedí.

—Me da cosa que te haga daño —admitió.

¿Era eso? ¿Estaba preocupada porque me rompiera el corazón? Me odié a mí misma en ese momento.

—¿Por qué crees eso?

—Recurriste a él antes que a mí cuando discutiste con Daniel en la discoteca —recordó, visiblemente apenada—. ¿Acaso ya no confías en mí?

—¿Cómo sabes eso? Y claro que confío en ti, eres mi familia.

Susana había hecho muchísimo por mí. Cuando ingresaron a mi padre, me ofreció quedarme con ella en su casa, en la que vivíamos actualmente, para que no tuviera que hacerme cargo yo sola del alquiler de la casa de papá y su tratamiento. Mateo y ella ahora compartían habitación para que yo pudiese tener una para mí sola.

Nunca podría agradecerle todo lo que hizo y en esos instantes me sentía fatal por verla tan triste. Y por mi culpa encima.

—Puede que Patri me mencionara algo y yo atara cabos solita.

Permanecí en silencio mirando el suelo. ¿En qué momento había empezado a callarme las cosas con Susana? Se lo contaba siempre todo, teníamos una relación increíble. Nos pedíamos consejo, tratábamos de resolver los problemas juntas. Nos llevábamos mejor que muchas hermanas de sangre.

—Lo siento muchísimo Susi, no pretendía hacerlo. Te prometo que volverá a ocurrir, ni siquiera sé cómo ha pasado.

La vi de morros, algo reticente a creer mis palabras.

AARON ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora