CAPÍTULO VI

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6. ¿Me acabas de llamar guiri?

BRIDGET

Apagué la alarma con muchas ganas de continuar durmiendo y que la vida siguiera su curso sin mí. Pero no podía. Así que aparté las sábanas y obligué a mi cuerpo a levantarse.

Me aseé y vestí para bajar a desayunar. Opté por unos vaqueros negros y un jersey granate ajustado pero fino, porque todavía hacía algo de frío. Me puse mis Vans negras favoritas y caminé hasta las escaleras para ir al comedor. Había gente esperando para coger el ascensor y me encontraba con energía, así que opté por hacer algo de ejercicio matutino.

—Buenos días señorita, ¿me permite su número de habitación? —preguntó con una sonrisa el chico que se encargaba de la entrada del comedor.

—Buenos días —le respondí, educación ante todo—. La 624.

—Muchas gracias, que disfrute de la comida.

Le regalé una sonrisa antes de entrar. Al trabajar en un hotel estaba más que acostumbrada a los protocolos de los mismos y entendía a la perfección a los empleados, así que trataba de ser la mejor inquilina posible.

Observé con atención el lugar, buscando una buena mesa y cotilleando ya de paso la comida. Buffet libre, menuda fantasía... Dí con una mesa lo suficientemente alejada de la comida pero sin que fuera un exceso, cogí un vaso y lo llené de zumo de naranja recién exprimido. El de máquina no me gustaba nada, sabía a agua de naranaja. Me acerqué a la fuente que contenía los huevos revueltos y me serví unos pocos, después hice lo mismo con una salchicha y un sándwich de jamón y queso. ¡Qué viva la grasa! Me senté de nuevo en la mesa y me relamí los labios mientras cogía los cubiertos; tenía un hambre...

Pero alguien retiró la silla de enfrente mío e interrumpió mi ansias.

—Supongo que le gusta coger fuerzas por la mañana —conjeturó Aaron mirando mi comida para después sentarse como Pedro por su casa. Supuse que sería lo normal, porque el hotel era literalmente suyo.

Traía un bol de yogur natural con una macedonia de frutas y cereales que hizo mi boca agua de solo verlo. ¡Yo quería de eso también!

—Eh, sí.

Joder, ahora me sentía la reina del colesterol a su lado. ¿Estaría interesado en hacer un intercambio?

—¿Has descansado? —se interesó.

—Sí, gracias por preguntar —respondí obligándome a dejar de mirar su desayuno y centrarme en el mío—. ¿Qué hay de ti?

Sus ojos verdes se posaron el los míos con una pizca de confusión brillando en ellos, como si no estuviera acostumbrado a que la gente se interesara directamente por él.

—Bien —contestó serio—. Como te dije ayer hoy iremos a la empresa, principalmente para que la conozcas y para ultimar los preparativos de cara a la inauguración. La tarde la tienes libre.

Este tío era literalmente una agenda con patas. No le conocía lo suficiente pero me arriesgaba a decir que era de los que no tomaban decisiones espontáneas en la vida. Por suerte para él, estaba conmigo, que poseía un máster en eso.

—Entendido.

El resto del desayuno transcurrió en silencio hasta que nos separamos para ir cada uno a nuestras habitaciones. Me lavé los dientes y comprobé que tenía todo en orden antes de dirigirme a la entrada a esperar a Aaron. Él llegó enseguida, puntual como un reloj y nos subimos a su Porsche que acababan de traer a la puerta.

Durante el camino me dediqué a observar las calles y edificios de Madrid pasar. Había estado dos veces en la capital antes, pero ya habían pasado cinco años desde la última vez que vine y no me vendría mal hacer turismo de nuevo. Esta tarde podría dedicarme a ello.

AARON ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora